Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

REFLEXIÓN CRISTIANA SOBRE LA COPE

29-Diciembre-2005    CRISTIANOS EN RED DE VALLADOLID
    El colectivo Cristianos en Red de Valladolid ha hecho una profunda reflexión cristiana y crítica sobre la Cadena Cope, que han enviado a la Conferencia Episcopal. Puede consultarse una versión reducida de la misma reflexión.

    Como grupo de cristianos comprometidos y miembros del “pueblo de Dios” dentro de la Iglesia diocesana de Valladolid, queremos mostrar la preocupación que nos origina desde hace varios años, y de modo especial durante los últimos meses, el propio contenido en primer lugar y también el tono y el estilo de las emisiones de la cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), cuya responsabilidad corresponde a la Conferencia Episcopal Española, en su condición de accionista mayoritario de esta sociedad radiofónica.

    Es patente el disgusto de amplios sectores cristianos por la unilateralidad y la falta de pluralismo en los espacios generales informativos y de opinión de la COPE, donde sólo tienen cabida un sector concreto del pensamiento político y, en el plano religioso, prácticamente en exclusiva los nuevos movimientos eclesiales de signo más tradicional. Por fortuna, los católicos españoles dan muestras de un sano pluralismo en sus posicionamientos políticos, al tiempo que ejercen “la libertad de los hijos de Dios” en cuanto a su modo de pensar y actuar como creyentes.

    Debemos manifestar nuestro reproche sin paliativos por la crítica feroz, constante y desproporcionada hacia el actual Gobierno de España que se hace desde la COPE. Parece que esta crítica sin ninguna fisura es el objetivo principal para sus servicios informativos de alcance nacional y, especialmente, para su responsable máximo. El comportamiento de la cadena en este campo es de un sectarismo radical, pues en su afán de erosionar al Gobierno no deja ningún resquicio para el reconocimiento de lo bueno que éste pueda hacer, pero ni aún siquiera para la más elemental asepsia al respecto. Tal es la práctica habitual en los tres principales comunicadores de la COPE, que se extiende también a otros profesionales de la cadena (como los pequeños epígonos que, en los fines de semana, tratan de imitar en sus filias y en sus fobias al conductor del programa de la mañana) y a una parte de sus colaboradores ocasionales.

    En esta misma línea –y de forma aún más incomprensible desde la perspectiva cristiana–, comprobamos con dolor cómo el sectarismo del que hablamos aparece incluso en ciertos responsables de programas con contenido estrictamente religioso. Debería ser ocioso recordar que los seguidores de Jesús, salvada la necesaria comunión en las cuestiones esenciales, gozamos de libertad para la expresión de nuestra vivencia religiosa con diversidad de modos y de pensamientos. ¡Qué lejos queda para alguno de estos comentaristas religiosos aquel sabio ideal agustiniano de “unidad en lo esencial, libertad en lo accesorio y caridad en todo”! Y, en ocasiones, este sectarismo llega a evidenciarse hasta en el propio espacio editorial de la cadena, el denominado “Línea COPE”.

    Con respecto al sectarismo político que lamentamos en esta red de emisoras, es preciso señalar que el español medio se hace una reflexión muy simple sobre lo que significa: “La COPE ataca al Gobierno y se muestra de acuerdo con la derecha; la COPE es de los obispos; ergo los obispos…”. Tenemos así plasmada en la conciencia de muchos ciudadanos, creyentes o no creyentes, la idea de que la Iglesia en España se encuentra al lado de una determinada opción política y enfrentada a las otras. Y no creemos que ésta deba ser la posición de nuestra Iglesia, por el pluralismo bien demostrado de los católicos españoles, y porque compromete seriamente la independencia evangélica que los obispos debieran mantener en el ámbito de la política partidista.

    Ateniéndonos sólo a los juicios expresados en las antenas de la COPE, se diría que todo está peor que nunca en la España actual –por culpa de estos gobernantes desaprensivos, naturalmente–, que nuestro país se resquebraja y camina de forma inexorable hacia todo tipo de desastres y hacia su ruina absoluta. A quienes así se lamentan podría aplicárseles, con entera propiedad, aquel calificativo de “profetas de calamidades” que acuñara Juan XXIII en la memorable ocasión de la apertura solemne del Concilio Vaticano II.

    Sin embargo, lo que consideramos más lamentable es el tono general y el estilo que marca los espacios de información-opinión de la COPE, donde se recurre sin ningún pudor al insulto hacia el adversario, a las descalificaciones groseras, a las faltas del respeto más elemental debido a las personas y a unos comentarios que entran con frecuencia en el terreno de la zafiedad. De todas estas actitudes se encuentran continuas muestras en los tres principales comunicadores de la cadena, responsables directos de los espacios de la mañana, la tarde y la noche, si bien es cierto que en el primero de ellos es donde se manifiestan las mayores estridencias y los pronunciamientos más reprobables desde una perspectiva cristiana, los mismos que han provocado el asombro y el escándalo en alguna muy importante figura eclesiástica no española, de paso por nuestro país.

    Pero si en el conductor de la mañana los excesos que denunciamos resultan especialmente llamativos, acaso otros comunicadores sean más peligrosos todavía, bajo su cuidado barniz de pretendida serenidad y educación en las formas. Como se ha señalado recientemente hasta desde la tribuna del Parlamento, los ataques viscerales contra los que “de facto” se consideran “enemigos” desde esta cadena radiofónica, los insultos y los comentarios despectivos –en ocasiones dirigidos a los más necesitados de nuestro acogimiento y ayuda, como pueden ser los emigrantes– constituyen la antítesis del Evangelio y son todo un ejemplo de antitestimonio cristiano, en tanto que radicalmente contrarios a la caridad que el Señor Jesús nos encareció a sus discípulos en el mandamiento nuevo. Y no podemos olvidarnos de otras posturas igualmente anticristianas que se defienden hoy con absoluto desparpajo desde los micrófonos de la COPE, entre las que chirrían de modo especial el entusiasmo que se manifiesta por los métodos económicos del capitalismo liberal descarnado, y el apoyo fervoroso a las soluciones militaristas –en contra de todos los pronunciamientos de la Iglesia– como medio de resolver los problemas que, desde algunos países en conflicto, amenazan nuestra privilegiada forma de vida occidental.

    Con harta frecuencia los comentarios y juicios que se expresan en la COPE (opiniones vertidas en los informativos, tertulias y debates) están plagados de graves acusaciones. Confundiendo deliberadamente los términos y circunstancias, se prodigan calificativos tan gruesos como los de “ladrón” y otras lindezas similares, aplicados a personalidades importantes de la vida pública nacional e internacional, se carga con extremada virulencia contra quienes no piensan lo mismo y en ocasiones se llega a sembrar el odio hacia los que se tienen como enemigos. Con motivo de los recientes debates políticos se están ahondando todavía más desde la COPE las diferencias entre diversas comunidades autónomas de España y se incita al enfrentamiento de unas con otras cuando, por ejemplo, se propugna el boicot de los consumidores contra los productos de una determinada procedencia regional. Especialmente grave y condenable en este sentido nos parece el remoquete de “nacionalsocialista”, que el responsable de un programa prodiga en referencia ominosa al gobierno autonómico catalán. El camino que se inicia con semejantes incitaciones es muy peligroso para la convivencia ordenada entre los españoles, y por ello nos creemos en el deber de denunciarlo precisamente desde aquí, desde nuestra tierra de Castilla y León.

    Para que nada falte en este cúmulo de soflamas incendiarias, la principal “estrella” mediática de la cadena se permite injuriar, llamándole “analfabeto”, a un hombre benemérito donde los haya y merecedor del reconocimiento de todos los españoles, como el primer Presidente constitucional de nuestra joven democracia, y no duda en zaherir incluso a la más alta magistratura del Estado, cuando ésta no se ajusta en su actuación a los peculiares criterios que sostiene a diario en su tribuna matinal.

    Todo esto, como es obvio, no tiene nada que ver con el propio ideario –teórico– de la cadena COPE, ni con los criterios expuestos en los documentos vaticanos que pretenden orientar la actividad de los medios de comunicación (el decreto conciliar Inter mirifica, la Instrucción Pastoral Communio et progressio, elaborada en 1972 por la Pontificia Comisión para los Medios de Comunicación Social, la Aetatis novae y otros varios), que, como es natural, debieran ser de obligada aplicación y referencia para todos los medios de comunicación de propiedad o inspiración católica.

    “Nadie puede servir a dos señores” y “No podéis servir a Dios y a las riquezas”, nos dice Jesús en el Evangelio (Mt. 6, 24). Del mismo modo la Iglesia española no puede pretender que la COPE sea, al mismo tiempo, “instrumento de evangelización” e “instrumento para ganar dinero”. Ambas opciones son radicalmente incompatibles. Desde nuestra condición de creyentes, tenemos la justificada sensación de que, ante este dilema, la Jerarquía ha optado por el fin de ganar dinero. Y no se puede argüir al efecto –como se hace en bastantes ocasiones– que si se corrigen tales excesos o si se prescinde de ciertos comunicadores peligrarían los puestos de trabajo de muchos trabajadores de la cadena radiofónica y que se dejaría de obtener el dinero necesario para otras obras buenas de la Iglesia. Nada importaría esta pérdida económica y, de hecho, la Iglesia ha empleado siempre importantes cantidades de dinero –como es su deber– en obras de caridad, asistenciales o de promoción que resultan deficitarias. Y mucho menos se pueden justificar tales excesos anticristianos con el argumento de que “desde otros medios nos atacan”. Nunca el mal hecho por los demás puede justificar el que nosotros hagamos. Y en este sentido, frente a los ataques que la Iglesia recibe o pueda recibir, su defensa no debe consistir en el insulto, la descalificación y la condena de nuestros oponentes, sino en la manifestación del bien que hace a la sociedad. Y en acoger con humildad las críticas que se nos hacen cuando éstas son justificadas.

    En demasiadas ocasiones los católicos españoles tenemos que escuchar abochornados los comentarios irónicos y los reproches, en buena medida justificados, que se hacen a nuestra Iglesia desde los medios de comunicación –y también por muchas personas y grupos–, precisamente por los contenidos de la que llaman con sorna “la radio de los Obispos”, pues tales contenidos ponen al desnudo la incoherencia entre lo que predica y hace la Iglesia en España. Ya sabemos que la Iglesia en nuestro país es, por fortuna, mucho más que la COPE, y que no todos nuestros pastores están de acuerdo con lo que desde la COPE se dice y se hace. Pero esta empresa radiofónica es hoy uno de los instrumentos más visibles de la Iglesia y su voz llega a todo el país. Por eso como creyentes, y en el espíritu de lo que enseñó el Concilio Vaticano II (LG 37), pedimos a nuestros pastores, con la libertad de los hijos de Dios de la que habla San Pablo y tan respetuosa como encarecidamente, que se esfuercen de verdad para corregir las actitudes no cristianas que muchos españoles –creyentes y no creyentes– advertimos cada día en la COPE, evitando así que siga siendo piedra de escándalo para una parte importante de nuestro pueblo. Como responsables últimos de la cadena, los obispos debieran afrontar este problema sin pensar tan sólo en las posibles consecuencias económicas negativas, pues hay al respecto otras consideraciones infinitamente más importantes, empezando por nuestra obligada fidelidad al Evangelio de Jesucristo.

    Con respecto al sectarismo existente en otros medios de comunicación y los ataques que en ocasiones la Iglesia recibe desde ellos, los obispos pueden lamentarlos, pueden afearlos o criticarlos y pueden condenarlos si lo prefieren. Pero no pueden impedirlos, mientras que en la COPE sí pueden –y a nuestro juicio deben– hacerlo. He aquí la gran diferencia. Y bienvenida sea la merma o incluso la ausencia de ganancias económicas, si con ello se gana en autenticidad evangélica. Todos los medios de comunicación están obligados por igual a cumplir con los principios básicos del compromiso inequívoco con la verdad, la objetividad, la ecuanimidad, el pluralismo de los usuarios y la ponderación en los juicios. Pero la COPE, además de por estos principios generales, tiene que regirse por lo que la Iglesia propone al respecto en los documentos conciliares y pontificios. Y, sobre todo, por los principios evangélicos y por la caridad cristiana. Naturalmente, la Iglesia no puede pretender que todos los “media” se atengan a los principios que ella considera rectos y justos. Pero, por pura coherencia, sí que deben inspirarse en ellos sus propios medios de comunicación.

    Igualmente observamos con seria preocupación cómo el otro medio de comunicación más moderno del que dispone la Iglesia en España, POPULAR TELEVISIÓN, se está deslizando por la misma peligrosa pendiente por la que desde hace años camina la COPE., al igual que ocurre en otras publicaciones periódicas que se dicen de inspiración cristiana, como el semanario Alfa y Omega y el más tremendista e inquietante Alba. En ellos nos encontramos también con un acabado muestrario de esos “profetas de calamidades” a los que se refería Juan XXIII.

    Estas reflexiones las hacemos ante todo a la luz del Evangelio y urgidos por un profundo amor a la Iglesia, por más que algunos pongan en duda nuestra intención, o simplemente no nos crean. Con ellas quisiéramos llamar la atención de quienes tienen en su mano –o quizás más propiamente, en su voluntad– conseguir que un instrumento como la cadena de emisoras COPE, con los medios humanos y técnicos de que dispone, pueda servir de verdad para la evangelización de nuestra sociedad, para la reconciliación de nuestro pueblo y para la convivencia pacífica entre todos los españoles. Una tarea ésta tan ambiciosa como noble, en la que debemos sentirnos comprometidos todos los cristianos.

    CRISTIANOS EN RED DE VALLADOLID*
    www.cristenred.bitacoras.com
    e-mail: cristenred@hotmail.com

    * Componen este colectivo los grupos cristianos de Valladolid: Foro Millán Santos, Com. Crist. Popular de SantoToribio, Wounaan, Justicia y Paz, Comunidad de la Espiga, Comunidades cristianas de los barrios Pilarica y Belén, Com Crist Pop Millán Santos, Comunidad Sicar, Shemá, Grupo Lasaliano del barrio Girón, Comunidad Carmelita del barrio Rondilla, Mujeres y teología, y un número indeterminado de adhesiones individuales

    TRANSCRIPCIÓN DE LAS INTERVENCIONES DE FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS EN LA COPE LOS DÍAS 5 Y 9 DE JULIO DE 2007

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