Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El limbo y el infierno

25-Abril-2007    Francisco Asensi
    Dos declaraciones vaticanas del más alto valor doctrinal sobre el más allá han suscitado este artículo que invita a la reclexión y comentario sobre el imaginario religioso

EL LIMBO

Leyendo estos días las noticias que llegan del Vaticano, alucino. ¿En qué galaxia se encuentran esos señores o en qué mundo vivo yo? La verdad es que, desde mi perspectiva humano-terrenal, los veo instalados en un mundo de ciencia ficción teológica. Tengo la impresión personal (repito: es mi impresión personal) de que los teólogos vaticanos tienen poco que hacer y dedican su tiempo a desempolvar arcanos (¿acertijos, quizá?) que mucha gente creíamos olvidados. La cuestión del limbo (véase la noticia en el País del 21 de Abril) (lugar en que los niños muertos sin bautizar no gozan de la visión de Dios aunque sí de una felicidad natural. Como diría Calderón de la Barca, viven sin pena ni gloria), comenzó a estudiarla la Comisión Teológica Internacional en 1994, cuando estaba presidida por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien en 1984 ya había considerado que el limbo no era más que una hipótesis teológica, surgida en el siglo XIII. Esa comisión, compuesta por 30 teólogos de diversas escuelas y naciones, eminentes por ciencia y fidelidad al Magisterio de la Iglesia, ha dedicado 13 años (nada más ni nada menos) para desentrañar el enigma. Resultado: el limbo fue una invención de algunos teólogos del siglo XIII (¿quizá los mismos que disertaron sobre el sexo de los ángeles?). Lo que llama mi atención es que hayamos tenido que llegar al siglo XXI para que teólogos, no menos sesudos que aquéllos, lo desmonten… Durante esos 7 u 8 siglos, ¿cuántos miles y miles de cristianos habrán vivido angustiados? Los señores teólogos del Vaticano no dicen nada a este respecto ni piden disculpas…

EL INFIERNO

El Papa Benedicto XVI nos ha recordado recientemente que el infierno existe y es eterno. (Véase la noticia también en El PAÍS del 27 de marzo último). Como el asunto del limbo, deseamos que cuanto antes se cree una comisión teológica internacional para revisarlo. Mientras, quisiera hacer unas observaciones personales (repito: observaciones personales) que a mí me han dado que pensar.

Si se leen con atención los Evangelios, Jesús nos presenta un Dios bueno, padre de misericordia, al igual que ya hiciesen los profetas, frente al Dios justiciero y vengador del Antiguo Testamento que siempre han predicado los sumos sacerdotes. Éstos necesitan el miedo y el terror para mantener su poder religioso y tener obedientes a sus fieles, por eso inventaron el infierno y se autoadjudicaron el poder de las llaves: para abrir y cerrar el cielo (o lo que es lo mismo el poder de manipular las conciencias a su gusto)…

Si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre que está en los cielos. En el contexto que refleja ésta y otras muchas sentencias, meollo fundamental del mensaje de Jesús, hay que entender el infierno. Como diría con sensatez Juan Pablo II “Las imágenes de la Biblia deben ser rectamente interpretadas”. Además, repugna a la razón (instrumento único y universal de conocimiento que Dios nos ha dado a todos los hombres) eso del infierno eterno y sus castigos horrorosos. ¿Alguien, que no sea ese “dios monstruoso” que nos predican los sumos sacerdotes, puede crear un lugar de suplicio semejante y enviar allí a los pecadores? ¿Hay algún pecador, el mayor que podamos imaginar, que se merezca una pena eterna? A nosotros, que somos malos, ¿se nos ocurriría mandar al infierno a un hijo nuestro por haber comido carne un viernes de cuaresma o por una masturbación, pongo por caso? Si nosotros que somos malos peleamos por suprimir la pena de muerte (¡ojo! el Catecismo de la Iglesia Católica, aún la defiende), ¿cómo vamos a creer en un Dios capaz de crear de un infierno eterno? En el siglo XIV (ahí está el Decamerón del Boccaccio) ya había cristianos que hacían burla del infierno que se les predicaba. No estaría mal que también nosotros nos lo tomásemos a broma, bastantes infiernos tenemos ya en este mundo. También puede ser que Benedicto XVI inconscientemente proyecta sobre la Iglesia los personales miedos y demonios de su piadosa infancia…

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