Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Sacerdocio para casados

04-Mayo-2007    Atrio
    Con más de noventa años, lleno de amor por la Eucaristía, desde su fe y humanidad consumada en el amor, el abbé Pierre hizo un dramático llamamiento al papa y a los obispos que ha hecho público tras su muerte un estrecho colaborador a quien le hizo ese encargo.

LA CARTA DEL ABBÉ PIERRE A BENEDICTO XVI

    “Abramos la puerta del sacerdocio a los hombres casados fervientes y capaces”

La eucaristía estaba en el centro de la espiritualidad del abbé Pierre. A lo largo de los últimos años de su vida, el anciano estaba realmente obsesionado por la falta de sacerdotes. Veía en la ordenación de hombres casados la mejor respuesta posible a semejante escasez y no comprendía las razones que llevaban a la Iglesia Católica a seguir cerrada a esta posibilidad. No abogaba por la supresión del celibato de los sacerdotes –él mismo afirmaba que ésta seguía siendo la mejor solución-, pero estaba convencido de que las dos vocaciones podían cohabitar.

En octubre 2005 se celebró en Roma un Sínodo que reunió a obispos de todo el mundo en torno al papa Benedicto XVI. El sínodo recordó que la ordenación de hombres casados no estaba en el orden del día. El abbé Pierre se quedó muy sorprendido y apenado por esta decisión.

El día de Todos los Santos, me llama por teléfono y me pide que vaya a verle urgentemente. Me recibe su fiel secretario y amigo Laurent Desmard, que me anuncia, con un aire entre divertido y preocupado: “¡El padre quiere escribir al papa¡” El fundador de Emaús me alarga la carta que acababa de dictar a Laurent.

Como acababa de ser publicado unos días antes el librito “Mon Dieu, Pourquoi?” que habíamos redactado juntos y que había suscitado una fuerte polémica, le aconsejamos al abbé Pierre que esperara un poco.
Alrededor de un mes después, no aguantando más, hizo llegar su carta al papa y a muchos obispos franceses, añadiendo dos “post scriptum” sobre su libro que provocaba una gran incomprensión en los medios eclesiásticos.

Nunca recibió respuesta.

Al final de noviembre de 2006, menos de dos meses antes de su desaparición, el abbé Pierre me pidió que hiciera pública esta carta después de su muerte. Benedicto XVI acaba de recordar, en su reciente exhortación apostólica, su negativa a la ordenación de hombres casados.

Frédéric Lenoir.

Sociólogo de las Religiones.
Director de la revista “Le Monde des Religions”.

Mai-juin 2007, p. 6

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    Henri Grouès llamado Abbé Pierre
    Fundador del Movimiento Emaús,
    Fundador del Alto Comité Para el Alojamiento de los más desfavorecidos,
    Gran Cruz de la Legión de Honor

    A su Santidad Benedicto XVI Soberano Pontífice Obispo de Roma
    A todos los Obispos de Francia

    1 de Noviembre de 2005

Hermanos.

Una noche tuve un sueño. A lo largo del recorrido por ciudades y pueblos, iba viendo cómo se encendían asombrosamente las innumerables lámparas de los sagrarios. Una voz decía: “Jesús, que se entregó a vosotros por completo, está otra vez aquí”.

El despertar de un sueño así, te sientes mal. ¿Quién podría contar las lámparas de sagrario apagadas?
Entonces decidí preguntar a todos los que, desde hace varias decenas de años, no saben lo que pasa.
Yo les preguntaba ¿qué hacer? Grupos de fieles, sacerdotes, obispos, dos cardenales en Roma, todos expresaron el mismo pensamiento. ORDENAR SACERDOTES A HOMBRES CASADOS, FERVIENTES Y CAPACES. Igualmente, gente que no está en la Iglesia pero quieren el bien para ella, me repiten: “¿Qué asociación de esa importancia actuaría en este punto a la ligera, o no actuaría, cuando dispone de una reserva humana tan numerosa y con tal calidad de fe? Pensemos en la multitud de jubilados que no deja de crecer.

A lo largo de mis consultas, todos concluían, no con un “¿QUÉ HACER?” sino con un “¿CUÁNDO SE HARÁ?”

Hermanos Obispos, reunidos recientemente en Sínodo en Roma, aún no habéis querido abrir esta puerta y presentar a los fieles impacientes la respuesta que la mayoría sabe que está ahí. ¿Por qué esperar todavía, cuando las necesidades son tan grandes? Ninguno de vosotros tiene que esperar puesto que vosotros también sois depositarios de esta palabra: “Apacienta mis corderos. Apacienta mis ovejas”.

Yo sé, naturalmente, que surgirán problemas, pienso en tres, ninguno es insoluble:

l. Asegurar a esta oleada de recién llegados el conocimiento de la fe y la iniciación por algunos mayores (habrá que llamar así a los que nos han precedido). ¿Qué mayor se negaría a ello?

2. Poder garantizar a las familias de los sacerdotes lo necesario para vivir. ¿Dudamos de que los grupos de fieles cuidarán de esto?

3. Para evitar la tentación de robo de los sagrarios, que iluminarán cada iglesia y ante los cuales, de día y de noche, cada uno podrá venir a rezar, ¿no sería evangélico depositar el pan consagrado en unas simples telas, dejando los vasos sagrados de oro en las sacristías cerradas con llave?

Hermanos, ¡no tengamos miedo! ¡Abramos la puerta de nuestras iglesias! Abramos la puerta del sacerdocio a esos millares de hombres de fe ferviente, dispuestos a entrar en esta vocación. Sé que la vocación del celibato, que he vivido durante 75 años, es difícil pero sé que vivida con fervor es un Don de Dios; y todo el mundo sabe que la vocación de esposo tampoco puede vivirse bien si no es con el mismo fervor y si no recibe dones parecidos, tanto más si reviste el cargo sacerdotal. Estoy también convencido de que la ordenación de hombres casados no obstaculizará en absoluto las vocaciones al celibato consagrado.

Hermanos, ¿qué más deciros? ¿Acaso nuestro mundo, más que nunca, no tiene sed de Jesús y del don de su presencia en la Eucaristía? No tengo ya la edad, pero conservo el entusiasmo de ser vuestro hermano y un amigo de Jesús.

Con gran afecto.
Abbé Pierre.

PS (1): Los tres pilares del libro “Dios mío, ¿por qué?”:
1. Sin el CELIBATO no habría podido hacer lo que he hecho.
2. Sin los MISTERIOS DE LA FE no habría podido hacer lo que he hecho.
3. En la ESPERANZA del “Líbranos del mal”.
PS (2): Por favor, que nadie me hable más de este librito, sin haberlo leído entero.

    [Traducción hecha del francés por Maite Lesmes para ATRIO]

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