Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La memoria selectiva de Jesús

17-Mayo-2007    Gonzalo Haya Prats

La memoria de Jesús, como la de todo hombre, era selectiva. Es ley general de nuestra memoria el recordar muy bien lo que se le ha grabado emocionalmente y dejar en el olvido lo que no le interesa o lo que no comparte.

Se me ocurre esto al releer el Antiguo Testamento pensando en cómo lo leería Jesús. Seguro que lo habría leído entero muchas veces, pero ¿qué retenía y qué dejaba en el olvido? Es decir ¿con qué se identificó?

¿Imposible saberlo? Bueno, tenemos algunos indicios en los pasajes a los que alude en su enseñanza y en controversias con los fariseos. Desde luego que ahí no está todo lo que más le importaba, y que las palabras de Jesús están filtradas por las primeras comunidades y por los autores de los evangelios sinópticos.

Honestamente creo que el tema me desborda, que requiere conocimientos muy amplios del judaísmo anterior, y un análisis detallado de cada pasaje de los sinópticos; pero creo que vale la pena una primera reflexión y ofrecerle el tema a los más expertos.

El tema tiene dos aspectos complementarios: 1) Lo que Jesús recuerda (sus referencias al Antiguo Testamento); 2) Lo que Jesús parece dejar en el olvido.

Respecto a la primera parte, aunque cada palabra de Jesús responde a la cultura oral y escrita de su pueblo, me limitaré a las referencias al Antiguo Testamento que los comentaristas ven en sus palabras. Las he agrupado en los siguientes aspectos: Dios, la misión de Jesús, su enseñanza, y su escatología.

En la segunda parte habría que tener en cuenta los temas importantes del Antiguo Testamento a los que Jesús no hace referencia. Todavía resulta demasiado; por ahora me limitaré a seleccionar los temas que más me han llamado la atención.

1. Referencias al Antiguo Testamento

  • Dios
  • Las citas, o referencias, sobre Dios provienen principalmente del Deuteronomio, y del Éxodo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma”.” A Él solo servirás” y ” no lo tentarás”. “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob es Dios de vivos”.

    En la cruz recuerda los Salmos: “¿Por qué me has abandonado?”.” En tus manos encomiendo mi espíritu”.

    A estos textos Jesús añade su experiencia religiosa en la que siente a Dios como Padre, - el Padrenuestro, el hijo pródigo- imagen que estaba poco marcada en el Antiguo Testamento.

    El sentimiento de pueblo elegido de Yahvé es central en todo el Antiguo Testamento; Jesús parece despolitizar esta protección en cuanto pueblo y resalta la providencia del Padre sobre cada individuo: “si Dios viste así a las hierbas del campo…¿no hará mucho más por vosotros?” (Mt 6,19-34). ¿Cómo entiende Jesús esta providencia?

    En el Antiguo Testamento es frecuente la idea de la retribución en esta vida: cuando el pueblo es fiel, vence en las batallas y recoge abundantes cosechas; cuando es infiel es derrotado o se agostan sus campos. En cambio Job y el Eclesiastés rechazan estas afirmaciones como “proverbios polvorientos”.

    Jesús, como taumaturgo y maestro de gentes sencillas, no parece plantearse estas dudas. Ante el Padre adopta la actitud confiada del niño, no la de experimentado adulto. Para él la providencia –providencia gratuita, “hace salir el sol sobre malos y buenos” (MT 5,45)- se da en esta vida: “no os agobiéis pensando qué vais a comer…porque el mañana traerá su propio agobio” y Lucas añade “vended vuestros bienes y dadlos en limosnas” (Lc 12,33). ¿Está pensando Jesús –o los evangelistas- en una escatología inminente?

    Me siento incapaz de comprender el mensaje de Jesús. Como el Eclesiastés, he visto empobrecidos a los honrados y enriquecidos a los injustos. Puedo pensar en la retribución en la otra vida, en la sumisión a Dios –tan valorada en el Islam- o aceptar el misterio. El mismo Jesús, en el momento de su muerte, se sintió abandonado.

  • Su misión
  • Isaías le proporciona la clave para interpretar la voz interior del Espíritu que le envía “para anunciar la buena nueva a los pobres”, y de él toma también la parábola de la viña. De los Salmos recuerda la piedra desechada que se convierte en la piedra angular. Acude a Ezequías y Daniel para explicar que sus oyentes “viendo no ven”.

    La alusión a Jonás –“no se les dará otra señal que la del profeta Jonás”- podría ser del evangelista después de la resurrección. En cuanto a reprochar que el pueblo le pida una señal, la mayoría de los profetas habían tratado de demostrar su misión con milagros (2 Re 20,7). Jesús mismo parece descubrir el comienzo de la era mesiánica precisamente en los prodigios que Dios operaba por su mano.

    Jesús parece confirmarse en la radicalidad de su misión “he venido a enemistar al hombre con su padre…” (Mt 10,35) recordando las palabras del profeta Miqueas (7,4-6) sobre el enfrentamiento que se producirá en los últimos tiempos dentro de las familias. Sin embargo el cambio del sentido del texto en los evangelios, respecto al de Miqueas, sugiere que esta cita refleja la situación que experimentan Mateos y Lucas.

  • Su enseñanza
  • Jesús reafirma la Ley pero la reinterpreta con su autoridad. La exigencia de los mandamientos se basa fundamentalmente en Éxodo, aunque puede encontrarse en todo el Pentateuco y en otros pasajes tanto de los libros históricos como de los profetas. Jesús sin embargo corrige –“pero yo os digo”- para interiorizar más esta exigencia. Los tres sinópticos coinciden en que Jesús consideraba el repudio, autorizado en el Deuteronomio, no conforme al orden instaurado por el creador en el Génesis, sino como una concesión de Moisés debida “a la dureza de corazón” del pueblo.

    Sobre el templo y el culto, tan prolijamente determinado en el Levítico y tan reivindicado en la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, Jesús sigue la reacciones de algunos profetas, como Isaías (1,11) -que reprocha la hipocresía- y recuerda textualmente a Jeremías (6,20) y a Oseas: “¿creéis que es una cueva de bandidos este templo que lleva mi nombre?”, “Corazón quiero que no sacrificios” (Os 6,6). Jesús cita los libros históricos para argumentar que David comió de los panes de la ofrenda, de los que sólo los sacerdotes podían comer. Será Esteban y el evangelio de Juan quienes lleven más lejos la oposición al culto en el templo.

  • Su escatología
  • La mayoría de los expertos consideran que Jesús esperaba una escatología inminente. La descripción que hace Jesús se basa en las profecías de Oseas, Amós y Malaquías : “El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo…” y sobre todo en Daniel (7,13): “y todas las razas se golpearán el pecho viendo venir al hijo del hombre sobre las nubes”.

    2. Silencio sobre temas destacados del Antiguo Testamento

    Intentaré alguna reflexión aunque sea parcial y subjetiva. Destacaré los silencios de Jesús respecto a tres temas: La preferencia de Yahvé por el pueblo elegido, Los castigos impuestos por la Ley, y La intervención directa de Dios en los acontecimientos históricos.

  • Preferencia de Yahvé por el pueblo elegido
  • Cada página del Antiguo Testamento pone de manifiesto la preferencia de Yahvé por el pueblo elegido. Jesús no hace referencia explícita a ella.

    El profeta Malaquías dice expresamente: “amé a Jacob y odié a Esaú, reduje sus montes a un desierto…” (Mal 1,3) y Pablo lo confirma (Rom 9,13). Aunque “odiar” tenga el sentido de “querer menos”, sigue hiriendo nuestra sensibilidad actual, porque ese “querer menos” se tradujo -según los textos sagrados- en la concesión de las tierras ocupadas por otros pueblos, y en su ayuda en las batallas libradas para conquistarlas.

    Jesús compartió cada año la fiesta de los purim y no podía olvidar su origen narrado en el libro de Ester: la matanza ordenada por Mardoqueo, y prolongada un día más a petición de Ester, de los enemigos de los judíos. ¿Celebraba de corazón esta fiesta? ¿Cumplía, al menos, lo prescrito?

    No está claro si esta preferencia también hería la sensibilidad de Jesús o la recibió de su tradición con toda naturalidad. Podemos pensar que quiso desligarse de toda reivindicación territorial con aquella frase “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

    Jesús leía en el Éxodo “Porque yo me compadezco de quien quiero y favorezco a quien quiero” (Ex 33,20). ¿Qué pensaba de la relación de Dios con los pueblos limítrofes? Mateo (15,24) recoge la contestación de Jesús a la mujer cananea: “He sido enviado solamente para las ovejas descarriadas de la casa de Israel”, pero luego le concede su petición y pondera su gran confianza. Parece que Jesús no quiere entrar en el tema. Se limita a su misión, pero está abierto a reconocerles una confianza en el poder divino incluso mayor que la del pueblo de Israel. Habría que entrar en un detallado análisis de la relación de Jesús con los gentiles. ¿Cambió Jesús su actitud a lo largo de su vida? ¿Después de su resurrección?

  • Castigos impuestos por la Ley
  • El Pentateuco está cargado de minuciosas prescripciones -con carácter permanente- y de castigos, que Jesús no reivindica, e incluso corrige.

    El Levítico 24,14 manda apedrear al blasfemo y el capítulo 26 acumula las amenazas contra los que incumplen la Ley. Jesús no se manifestó como perseguidor de los incumplidores sino como defensor de los pecadores.

    En el libro de los Números (15,35) leemos que el Señor ordenó ejecutar a un hombre por haber cortado leña en sábado (otro reproche en Neh 13,15). ¿Olvidó Jesús estos pasajes cuando el incidente de las espigas?

    En el Deuteronomio el Señor manda apedrear a la mujer “por prostituir la casa de su padre” (Deut 22,21) y a un hijo “comilón y borracho” que no acepta la corrección paterna (Deut 21,18-21). ¿Olvidaba Jesús estos textos en el episodio de la adúltera y en la parábola del hijo pródigo? a pesar de que el mismo Deuteronomio amonesta “No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada” (Deut 4,2). Los fariseos siguen la Ley; Jesús la elude, o… la interpreta. Pablo la desactiva para el nuevo Israel.

    Un texto del evangelio según Mateo parece negar cualquier distinción o interpretación de la Ley: “Os aseguro que no desaparecerá una sola letra o un solo acento de la Ley antes que desaparezcan el cielo y la tierra?” (Mat 5,18). ¿Lo dijo Jesús o lo añadió Mateo? Si lo dijo Jesús habrá que admitir que su manera de darle “cumplimiento” va contra la letra de la Ley y contra lo que normalmente habría que entender del texto sagrado.

    Intervención directa de Dios en los acontecimientos históricos

    ¿Creía Jesús en la continua intervención directa de Dios en los acontecimientos y batallas de su pueblo?

    Al menos algunas de las intervenciones de Dios narradas en los libros sagrados tenían que repugnarle abiertamente. ¿Preferiría olvidarlas? No puedo imaginarme que Jesús aceptara que Dios había ordenado a Saúl “mata a hombres y mujeres, niños de pecho y chiquillos” (1 Sam 15,3), aunque esto coincidiera con otros pasajes del Deuteronomio (32,25).

    ¿Invocaba Jesús a Dios como el Señor de los ejércitos? Mateo es el único evangelista que pone en boca de Jesús “¿Crees tú que no puedo invocar a mi Padre y me enviaría en seguida más de doce legiones de ángeles?”. Según los libros históricos, estos refuerzos bélicos dieron más de una vez la victoria a Israel (2 Re 19,35).

    Al leer que Josías sacrificaría a los sacerdotes idólatras sobre sus propios altares (1 Re 13,2), o que Elías (2 Re 1) hace caer un rayo que mata a los 50 emisarios de Ocozías -¡matar al mensajero!-… ¿lo consideraba intervención de Dios? ¿se sentiría orgulloso de este relato o le entristecía?

    ¿Creería Jesús en la autenticidad de la visión del profeta Miqueas (1 re 22, 19) que vio al Señor sentado en su trono y que preguntaba “¿Quién podrá engañar a Ajab para que vaya y muera en Ramot de Galaad?”. No dice mucho ni con la verdad ni con la vida.

    Conclusiones

    Creo que la conciencia humana de Jesús distinguía en los libros sagrados lo que es manifestación de Dios y lo que son reflexiones o preceptos humanos, permitidos circunstancialmente por Dios “por la dureza” de nuestros corazones.
    Parece que para Jesús no todo el Antiguo Testamento es palabra inmutable de Dios, a pesar de que se presentaba como preceptos perpetuos.

    La interpretación que Jesús hace del Antiguo Testamento es tan radicalmente distinta, aunque pacífica, que los marcionitas del siglo II llegaron a pensar que el dios de Antiguo Testamento era distinto al Dios de Jesús.

    Los católicos decimos creer que toda la Biblia es palabra de Dios, sin embargo olvidamos todo lo que no nos interesa del Antiguo Testamento – y del Nuevo-, y nuestros pastores se olvidan de aconsejarnos su lectura. Cada uno de nosotros también aplica la memoria selectiva a los preceptos y a las enseñanzas incómodas: ¿Cuántas veces recordamos las bienaventuranzas o aquello de que “no se puede servir a Dios y al dinero”?

    Estos olvidos a veces son egoístas; pero otras veces son olvidos saludables. Los textos de la Biblia no siempre son complementarios; a veces son divergentes e incluso contradictorios. Con textos de la Biblia se puede argumentar casi cualquier teoría. Un pensamiento coherente tiene que olvidar –o interpretar- muchos pasajes.

    Conscientemente o no, hay que elegir o que interpretar. Por eso son saludables los olvidos de Jesús respecto a las prescripciones y los castigos de la Ley antigua, y quizás también nuestros olvidos de condenas y preceptos obsoletos.

    Los olvidos no son por sí mismos saludables o egoístas; depende de los afectos que rigen la memoria selectiva, depende de la limpieza de corazón.

    Dios se manifiesta a través de la evolución histórica no a través de una inmutable metafísica.

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