Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Cuando la violencia contra las mujeres es honrosa, religiosa y legal

31-Mayo-2007    Joan Chittister

Bien, ya lo hemos visto con nuestros propios ojos. ¿Y ahora qué?
La foto de una niña pequeña, desnuda, gritando y corriendo por un camino de barro en Vietnam, con su cuerpecito cubierto de napalm americano, movilizó a este país contra la guerra de Vietnam. Por primera vez pudimos ver exactamente lo que estaba sucediendo allí, hasta qué bajezas nos había llevado el dios de la guerra.

Después de que esa foto se publicara en todos los diarios del país, se hizo cada vez más difícil justificar aquella guerra basándonos en nuestros ideales políticos. Fue cada vez más difícil seguir diciendo tonterías sobre el glorioso servicio que les estábamos haciendo a aquellas gentes. Se hacía cada vez más difícil seguir felicitándonos a nosotros mismos por lo que estábamos haciendo por la gente sencilla de otro país. Se hizo imposible aplaudirnos a nosotros mismos por los grandes sacrificios que estábamos haciendo para destruir aquel país.

La poesía de la guerra quedaba reflejada con todo su horror, sus excesos y con toda su maldad sanguinaria en una niña pequeña.

Hoy tenemos otra escena. La muchacha tiene 17 años. Un grupo de hombres de un pueblo iraquí la está apedreando, medio desnuda, hasta la muerte, por haber tenido relaciones con un joven de otra religión. Y mientras esto sucede, otros hombres están mirando, animando, y sacando fotos de la carnicería con sus teléfonos móviles. La policía está mirando sin hacer nada mientras los otros hombres desnudan a la mujer y la deshonran para salvaguardar, dicen, el suyo propio.

La muchacha ya no se mueve para cuando termina la noticia de la televisión. Está muerta. Y ni un sólo hombre hizo absolutamente nada por impedirlo. El público lo vio sin poder articular palabra.

Pero no todos.

Las mujeres en todos los lugares, por el contrario, se levantan, lo denuncian gritando “¡Ya basta!”. El único problema es que han estado gritando esto durante años: ya basta de mirar para otro lado cuando nos pegan o nos violan. Ya basta de pagarnos menos por el trabajo que hacemos tan bien, o incluso mejor, que vosotros. Ya basta de excluirnos de vuestras deliberaciones sobre nuestras vidas. Ya basta de decirnos cómo debe ser nuestra relación con Dios y empezad a preguntárnoslo para que podamos decíroslo. Y ahora, ya basta de asesinarnos por vuestro placer, por vuestro sentido de la propiedad, por vuestro honor, y reconoced, por fin, el nuestro.

Yanar Mohammed, presidenta de la Organización de Libertad para las Mujeres de Iraq (Organization of Women’s Freedom in Iraq, OWFI), destacó los efectos que está teniendo esta guerra en las mujeres en una entrevista con la Red de Derechos Humanos de las Mujeres (Women’s Human Rights Net; accesible en: http://whrnet.org/docs/interview-yanar-0603.html). La lista es larga: no tienen hogar, están solas, sin nada, violadas, pegadas y en campos de refugiados que son tan peligrosos como las calles. Sobre todo son una presa fácil.

Mohammed, en una entrevista de la CNN del 19 de mayo de 2007, resaltó 2 aspectos que ningún ciudadano estadounidense quiere oír. En primer lugar, dijo, el número de asesinatos por honor en Irak se cuentan por cientos desde la invasión. En segundo lugar, continúa, hace 10 años, mucho antes de que el país fuera ‘liberado’, los asesinatos por honor no existían.

Presionada por el periodista de la CNN para que explicara la diferencia, Mohammed lo dijo con toda claridad: “alguien llegó desde fuera del país y nos trajo la ‘democracia’”, dijo. “El problema”, añadió, “es que la nueva democracia se convirtió en islámica -no en laica”. “Ahora”, informa, “los hombres llegan a una casa, aporrean la puerta diciendo ‘esta es una casa de putas’, y matan a todas las mujeres que hay allí. Es un sectarismo que se esconde detrás de la religión”.

Sin embargo, la situación es mucho peor que esto. Con el cambio en la Constitución Iraquí, se han eliminado los artículos que protegían los derechos de las mujeres. Ahora, la discriminación contra las mujeres es, ciertamente, ‘honrosa’, ‘religiosa’ y legal.

En la nueva constitución, explica, “la Sharia islámica fue la base en la que se apoyaba la legislación. Esto automáticamente terminó con décadas de lucha feminista en Irak. Representa un tremendo retroceso en el estatus de las mujeres y ha hecho de Irak un país regido principalmente por la religión. Con el gobierno actual, la legislación de la familia que se dicte legalizará la poligamia, el castigo de las mujeres, la lapidación de las adúlteras y el apartheid sexual. Los primeros resultados lo han dejado claro en estos días cuando el actual gobierno de Al Jaafari pasó una resolución separando los sexos en las universidades y centros de enseñanza post-secundaria”.

Nuestra tentación, por supuesto, es decir algo así como “ya se sabe cómo son esas gentes”, o “¿qué clase de religión es esa?”. Pero no vayamos tan deprisa.

Hace no muchos años, en nuestro país, cuando las jóvenes en segunda enseñanza quedaban embarazadas, no se les permitía graduarse. Sin embargo, los chicos que las habían impregnado cruzaban orgullosos los escenarios para recoger sus diplomas. Y nunca dijimos nada. Aquello también tenía algo que ver con el honor. Por supuesto, con el del chico, no con el de la chica. Aquello era también un tipo de lapidación.

Hace no muchos años, esos mismos chicos se desentendían del bebé, sin pruebas de paternidad y sin obligaciones económicas, mientras que la mujer y la criatura quedaban en la pobreza. Incluso hoy día, en algunos estados, los hombres pueden librarse de obligaciones que no se hacen cumplir. Esto también es un tipo de lapidación.

Y en nuestro tiempo, las mujeres pueden conseguir puestos de trabajo pero, a diferencia de las mujeres de muchos otros países, no tienen acceso a subvenciones para el cuidado de los hijos. Esto también es un tipo de lapidación.

La lapidación de Dua Khalid Aswad, con 17 años, no es un problema de las mujeres. Es un problema humano. Es, sencillamente, el indicador más crudo del modo de pensar de cualquier sociedad que prima al hombre sobre la mujer en cualquiera de sus estructuras sociales.

En realidad, este es un problema tanto de las mujeres como de los hombres. Es verdaderamente deshonroso, pero no para las mujeres. Deshonra a los gobiernos que se llaman a sí mismos ‘honrosos’. Deshonra a los hombres que permanecen impasibles, sin decir nada, mientras las mujeres son lapidadas -de una forma o de otra. Deshonra a las religiones que se atreven a justificar semejantes lapidaciones en nombre de Dios.

Es hora de que los hombres se levanten, también, para exigir a sus propios sistemas que dejen de esconderse detrás de las mujeres que están arriesgando sus vidas para salvar a otras mujeres, para que dejen de decir que un problema humano es un problema de mujeres.

Desde mi punto de vista, la escena es clarísima: no es suficiente que las mujeres tengan coraje. Necesitamos, también, hombres con conciencia si queremos que la raza human llegue a ser verdaderamente humana.

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