Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El valor y la palabra

06-Junio-2007    Imanol Zubero

Hay una escena de la película Los intocables en la que Robert De Niro, en el papel de Al Capone, hace unas consideraciones que, según parece, reproducen una idea expresada realmente por el mafioso: “Crecí en un barrio peligroso, donde aprendí que se podía llegar muy lejos con una palabra amable, pero más lejos aún con una palabra amable y una pistola”.

ETA acaba de decirnos lo mismo que el gángster de Chicago, pero a su manera: ni tan siquiera otorga valor al uso de palabras amables. Eso es lo que sostienen en su comunicado los amanuenses de ETA, con un lenguaje primitivo y seco que algunos analistas interpretan como expresión de un relevo generacional: la perfecta sinergia de votos y armas para la construcción nacional de Euskal Herria.

Muchos han contribuido a alimentar esta filosofía caponiana (o caponeta). Sin pretenderlo, no me cabe duda. Pero hay algo que la sociología recuerda permanentemente, aunque esa insistencia ya nos está diciendo mucho sobre la facilidad con la que lo olvidamos: eso que nos recuerda la sociología es que las acciones humanas tienen siempre la potencialidad de provocar consecuencias no queridas o no previstas.

Muchos dirán que el propio Gobierno ha sido el principal impulsor de la idea al empeñarse en mantener semiabierto el proceso de paz contra viento y marea. Quienes esto piensen no deberían olvidar que tras el atentado de la T4 –cuyas dos víctimas mortales han quedado olvidadas en el particular mediterráneo de una ETA que considera que sólo ahora se rompe el alto el fuego- Mariano Rajoy espetó a Rodríguez Zapatero una frase que serviría para socializar a un centón de pequeños alcapones: “Si no cumple con ETA le pondrán bombas. Si no le ponen bombas es porque ha cedido”.

Pero no es esta la cuestión que debe centrar nuestra atención en estos momentos. Importan menos las frases dichas desde el campo de la política democrática; importan más las frases aún no dichas desde el espacio del abertzalismo radical. Sus futuros 25 alcaldes y sus más de 300 concejales deberían verse sacudidos en lo más hondo por el último panfleto de ETA, que los reduce a títeres de un régimen fascista. Un mínimo de coherencia debería llevarles a adoptar una de estas tres decisiones: o dimitir como expresión de rechazo a este fascismo que, ETA dixit, “deja a los partidos y a los ciudadanos sin derechos”; o dimitir como expresión de rechazo a la pretensión de mezclar los votos de ANV con las armas de ETA; o afirmarse en la política y condenar radicalmente la irrupción militarista de ETA.

Uno de los momentos más celebrados en la vida de las familias es aquel en el que una criatura intenta decir sus primeras palabras. No hay nada objetivo en esta celebración de lo que, en sí mismo, no es más que un torpe balbuceo, mezcla de gorgoteos guturales y de silabeos dodecafónicos, ruido que hay que interpretar con la mejor de las voluntades con el fin de encontrarle un sentido. Sin embargo, pocas cosas habrá más gozosas que asistir a ese milagro que es el surgimiento del lenguaje, experiencia que no pierde nada de su carácter prodigioso por más que se trate de un hecho absolutamente natural, sin mérito alguno y mil veces repetido.

Los dirigentes de Batasuna no son en absoluto unos infantes, pero seguimos esperando de ellos un gesto de valor y una palabra.

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