Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Rendición de cuentas

10-Junio-2007    Imanol Zubero
    De entre los muchos comentarios que se han publicado este fin de semana, anterior a la reunión de mañana en la Moncloa, publicamos sólo este de nuestro colaborador habitual que desentraña la difeencia entre exigir rectificación y relato objetivo de cómo se ha llevado un proceso para que los partidos puedan a partir de ahí construir una política común.

Se dice que rectificar es de sabios. Seguramente, aunque no siempre. ETA acaba de rectificar su declaración de alto el fuego en un ejercicio radicalmente reñido, no ya con la sabiduría, sino con la más simple inteligencia política. Por no hablar del desaforado rectificacionismo de los totalitarismos de izquierda. Pongamos, pues, la idea de rectificación en su justo lugar, aplicando la primera definición que del verbo rectificar ofrece el Diccionario de la RAE: “Reducir algo a la exactitud que debe tener”. Más que de sabios, rectificar es cosa de humanos, animales capaces de tropezar dos y dos mil veces con la misma piedra. En todo caso, lo que no es de sabios es empecinarse en exigir rectificaciones a los demás y convertir esta exigencia en condición sine qua non para hacer lo que es necesario.

¿Está cambiando la posición del PP a este respecto? Las primeras palabras de Mariano Rajoy tras la ruptura de la tregua reprodujeron milimétricamente el machacón discurso sostenido durante meses, enarbolado en contra de los hechos en todos los lugares posibles, lo mismo en la calle que en el Congreso o el Senado: “Yo deseo que el Gobierno de España rectifique. Le pido claridad, certidumbre, seguridad y que no haya ningún tipo de ambigüedad. La declaración de esta mañana del presidente del Gobierno no ha sido una declaración clara en este sentido. Y le pido hechos y pruebas, que todos los españoles necesitamos, de que, efectivamente, tiene voluntad de rectificar”.

Un día después, entrevistado por Ana Rosa Quintana, daba una larga cambiada a su discurso y se mostraba dispuesto a reunirse con Zapatero sin condiciones previas ni exigencias de rectificación: “No quiero hablar del pasado. Le apoyaré, olvidándome de todo lo ocurrido, siempre que sea para la derrota de ETA y excluya cualquier negociación”. Si esta es la auténtica posición del PP, es decir, si Rajoy consigue imponerse a los muchos aprendices de guardias rojos que le rodean, no todo debe ir a peor a partir de ahora. Su posición anterior hacia imposible cualquier acercamiento. Si estas declaraciones no son sólo fruto del clima soft en el que se desenvolvió su entrevista con la reina rosa de las mañanas, aún podría salir algo positivo de todo esto.

Pero dicho lo anterior, de ninguna manera se trata de hacer borrón y cuenta nueva. Porque una cosa es la decisión responsable de no enfangarse en un estúpido juego sin salida de exigencia recíproca de rectificaciones y otra olvidarse de evaluar los comportamientos de cada cual a lo largo de todo este proceso. Me refiero a la necesaria rendición de cuentas, la única rendición a la que un demócrata está obligado. En particular, el presidente debe contarnos todo lo contable sobre el proceso. Necesitamos conocer su relato al respecto. Para que no sean otros los que lo cuenten, pero también para hacer posible el imprescindible acuerdo entre los partidos, que sólo puede construirse sobre la base de un ejercicio riguroso de objetivación de todo lo ocurrido.

Y esto no es algo que pueda hacerse en una entrevista de televisión. De ninguna manera. El presidente se ha equivocado al confundir los planos: seguramente necesitaba sacarse algunas espinas, pero no es eso lo que el país necesita en estos momentos. Sólo espero que lo enmiende. Y que de verdad Rajoy no se lo tenga en cuenta.

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