Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

¿Escrutinio bautismal para ser presidente?

15-Junio-2007    Joan Chittister

Pensé, sinceramente, que las preguntas no sólo no daban en la diana, sino que trivializaban el tema que pretendían tratar.

En el programa nacional de TV les preguntaron a Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards* “¿Cómo reza Ud.?”. “¿Cuál es el pecado más grande que Ud. ha cometido en su vida?”, quería saber la entrevistadora. “¿Ud. cree en la evolución?”, preguntó, “y si es así, ¿las confesiones religiosas que creen en la evolución están equivocadas?”, siguió insistiendo. “¿Qué le ayudó a superar la infidelidad de su marido?”, continuó preguntando. “¿Es esta una nación cristiana?”, volvió a preguntar mientras millones de telespectadores esperaban las respuestas correctas conteniendo la respiración.

No, no estábamos viendo un grupo local compartiendo su fe con el auditorio. Era parte del proceso televisado de la elección del presidente de los EEUU de América.

¿Dónde quedaban el resto de las preguntas? Por ejemplo: ¿puede Ud. dormir a la noche sabiendo que cuanto más tiempo tarden en hacer algo para terminar la guerra de Irak morirá mucha más gente? O, ¿le remuerde la conciencia saber que cuanto más dinero se dedique a la guerra, a más niños en este país les faltará la comida, la educación o los medicamentos? O, ¿reza Ud. alguna vez para que se dediquen fondos a guarderías para que muchas mujeres no se vean en la necesidad de abortar? O, ¿alguna vez le pide perdón a Dios por apoyar la tortura en nombre de la seguridad nacional?

La religión, ciertamente, se ha convertido en el tema del momento. Por lo menos, la religión de los demócratas, ya que los presidenciables republicanos lamentablemente brillaban por su ausencia en este escrutinio moral. Hoy día, para ser elegido presidente, los candidatos demócratas no sólo deben ser capaces de prometer que su religión les guiará en sus vidas personales, sino que también deben ser capaces de demostrar que harán todo lo posible para que sus creencias religiosas determinen cómo tratarán a la religión de los demás.

Analizando la cuestión de la fe en la vida de los candidatos presidenciales después del debate televisado, Ralph Reed, ex-director de la Coalición Cristiana (organización conservadora cristiana, de base), resaltó que no es suficiente con citar las Escrituras. Dedujo que los demócratas no son realmente sinceros en cuestiones de religión. Insistía en que los demócratas liberales con su compromiso de volver a subir los impuestos [nota: los republicanos bajaron los impuestos significativamente en las últimas elecciones, y nunca han sido partidarios de subir los impuestos para mejorar prestaciones sociales básicas], de seguridad social para todos [nota: no existe en los EEUU seguros de salud para los que no pueden comprarlo] y de retirarse de golpe de la guerra de Irak no serán nunca aceptados por los votantes evangélicos para quienes “las acciones hablan más fuerte que las palabras”. Lo que realmente importa son las acciones morales, no la palabrería espiritual. Pero, ¿qué acciones morales?

Parece que los comportamientos que importan son los que están más relacionados con las posturas personales sobre cuestiones morales individuales –homosexualidad, investigación con células madre, matrimonio entre personas del mismo sexo y aborto– que las acciones relacionadas con la dimensión moral del comportamiento público de la nación.
Puede que Ralph Reed tenga razón. Las encuestas nos dicen que cuanto más a menudo va la gente a la iglesia más conservadores son en las cuestiones sociales. Para estas personas la moralidad privada parece que tiene más peso que las responsabilidades sociales que las Escrituras resaltan y que Jesús nos demostró una y otra vez.

En general los candidatos republicanos han basado sus campañas electorales en cuestiones de moralidad privada. Por el contrario, los demócratas se han centrado más sobre cuestiones sociales.

Por tanto, con frecuencia se desconfía del carácter religioso de los candidatos demócratas, mientras que el de los republicanos parece aceptarse sin ponerlo en duda. Como consecuencia, la cuestión más importante es cuál es el compromiso religioso que responde a las preguntas políticas del momento. Si las preguntas que les estamos haciendo a nuestros candidatos a la presidencia son un indicio de lo que pensamos que es la religión, Jesús no saldría bien parado en estas elecciones.

A la mujer adúltera –la mujer está a punto de ser lapidada por un comportamiento sexual prohibido por la ley– Jesús le dice que se vaya con una exhortación.

Pero Jesús cura al inválido –en un mundo en el que la enfermedad se considera como castigo por el pecado. Jesús resucita de entre los muertos a la mujer marginada –en un mundo en el que las mujeres eran invisibles y prevalecía la discriminación. Jesús toca al leproso rechazado por la sociedad –en un mundo que rehuye a los enfermos. Jesús da de comer a sus discípulos saltándose el Sábado en un mundo en el que la ley del Sábado está por encima de los inconvenientes que causa a las personas.

Los signos que Él da para reconocer el nuevo Reino que nos trae son “los ciegos ven, los sordos oyen, a los pobres se les anuncia la Buena Nueva”. Él se responsabiliza de aquellos que la sociedad margina en un mundo en el que estas personas no son solamente marginadas sociales, sino que también se les considera moralmente impuros. No hace preguntas, no impone castigos, no hace ninguna excepción. No les desprecia, no les niega su puesto en el orden social. No les criminaliza. No les llama pecadores.

Lo que nos lleva a la ironía de todo esto. ¿Qué tipo de sociedad produce cada una de estas definiciones morales contradictorias? ¿Cuál es, realmente, la más religiosa? ¿Qué valores religiosos debemos realmente cuestionar: aquellos que predican un evangelio de poder y riqueza para los ricos y poderosos, o aquellos que proclaman los derechos de los pobres, tanto aquí como en cualquier otro lugar, en una sociedad en la que se venera la riqueza?

Empezamos a ver lo que sucede. Y otra pequeña noticia, poco aireada, pero sorprendente, nos proporciona una clave para responder a esta pregunta en los EEUU de hoy. Según el Índice de Paz Global publicado por The Economist el pasado 29 de mayo, los EEUU están entre las naciones del mundo menos pacíficas (ver www.visionofhumanity.com; por curiosidad, España ocupa el lugar 21). De las 121 naciones evaluadas, los EEUU ocupan el lugar 96, entre Yemen e Irán. El informe cataloga a Irak como la menos pacífica de todas, después de Rusia, Israel y Sudán. En vez de medir simplemente la presencia o ausencia de guerra como un índice de armonía y seguridad pública, el nuevo Índice de Paz Global tiene en cuenta 24 indicadores designados a examinar lo que sus creadores llaman ‘la textura de la paz’.

Los indicadores del estudio ‘internos al país’ incluyen ‘el nivel de crímenes violentos, el nivel de respeto a los derechos humanos, el número de asesinatos por cada 100.000 personas, el nivel de sus gastos militares, la facilidad de conseguir pequeñas armas de fuego, sus relaciones con los países vecinos y el nivel de desconfianza entre los ciudadanos’. El utilizar palabras grandilocuentes para ensalzar la guerra, el convertir la guerra y la moralidad personal en la medida del nivel moral de la nación mientras se ignoran el ambiente doméstico, las necesidades humanas y los derechos humanos de la propia nación, no contribuyen a construir una nación moral.

Parece ser que hay una pregunta sobre la calidad de la religión en este país para los de ambos lados. A aquellos que nos liderarán en el futuro se les puede preguntar, con razón, si los principios religiosos guiarán sus comportamientos públicos o no. Pero los que ahora nos lideran también tienen que contestar algunas preguntas. Si nos guiamos por la calidad de vida en los EEUU para todos sus ciudadanos y por nuestro comportamiento hacia el resto del mundo, las respuestas a esas preguntas son ciertamente de igual importancia, si no de mayor trascendencia, que fijarnos en el comportamiento privado como determinante de nuestra moralidad pública.

Desde mi punto de vista, el modelo de Jesús está claro. Una vida religiosa se define por algo más que por las posturas personales morales. Exige acciones destinadas a hacer un mundo mejor para todos. Aquellos que se digan cristianos deberán recordarlo cuando se dispongan a elegir presidentes guiados por sus ‘principios cristianos’.

    Nota al pie: *Presidenciables demócratas que aspiran a ser elegidos por su partido ‘candidato demócrata’ para las elecciones presidenciales de noviembre de 2008.

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