Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Sigue la ceremonia de la confusión

19-Junio-2007    José Bada
    El autor, doctor en Teología y licenciado en Filosofía, ha publicado en el último número de IGLESIA VIVA un esclarecedor artículo sobre el choque o la alianza de civilizaciones, que está disponible para todos. Nos honramos de tenerlo a partir de este artículo en ATRIO.

Hace muchos años que pertenezco a Amnistía Internacional. Hace bastantes más que fui bautizado. Hace tan sólo unos días que el Consejo Pontificio de Justicia y Paz publicó una nota en la que anunciaba la “inevitable suspensión” por parte del Vaticano de las “contribuciones financieras” a AI por “haber tomado partido a favor del aborto”, y su presidente el cardenal Renato Martino ha pedido incluso a los católicos que no la ayuden con su dinero. La sección italiana de esta prestigiosa ONG –fundada por cierto por un católico convencido, Peter Benenson en 1961– galardonada en 1977 con el Premio Nóbel de la Paz, ha contestado inmediatamente que AI no recibe ninguna ayuda financiera del Vaticano ni de ninguna otra institución, de acuerdo con sus estatutos, para salvaguardar su independencia, y que respecto al aborto lo único que ha hecho es manifestarse a favor de su despenalización en determinadas circunstancias, en especial cuando se trate de mujeres violadas como sucede por desgracia masivamente en todas las guerras. Por supuesto que no haré ningún caso al cardenal Martino, ni al Consejo Pontificio.

Pero como veo que sigue la ceremonia de la confusión de la Iglesia o dentro de ella, con el sesgo de que el humo se extienda más allá de sus muros, confieso que me siento obligado a dar razón no tanto ya de mi esperanza cuanto de mi desesperación y la de aquellos, cristianos o no, que la comparten frente a ese botafumeiro medieval –y no obstante posmoderno– tan impertinente como desagradable. Advierto por otra parte que esa noticia, o noticias como esa, dejan de ser un escándalo y que la gente pasa de ellas, que se vuelve sorda o quizás inmune a esa Iglesia, es decir, a los obispos y cardenales, al Vaticano y al mismo Papa, y por un momento pienso que podría ahorrarme todas mis explicaciones. A lo que me inclina mi cansancio sin duda alguna, mi inercia o mi pereza, esa es la verdad, como lo es que pasaría del tema para irme de vacaciones tan campante si no lo tuviera por desgracia tan fácil en esta ocasión. Porque todo sigue igual por lo menos desde que en 1983, el cardenal de Toledo, Marcelo González, y cinco prelados más de la misma provincia eclesiástica, en una exhortación pastoral a los sacerdotes y educadores en la fe, después de rechazar de plano la proyectada despenalización del aborto en España por tratarse según ellos de “un abuso de poder que inevitablemente confunde y daña la mente y el corazón de los hombres”, les animaron a exponer sin ambigüedades la recta doctrina en la materia y a defenderla “para que la confusión que se está fomentando no se adueñe de los espíritus”.

Así que repetiré, abreviado, lo que escribí entonces y sigue siendo actual al parecer ahora, como lo fue en efecto después de salir del antiguo régimen, del franquismo, y comenzamos a respirar los aires nuevos de la libertad y de la tolerancia. Nadie hubiera dicho hace veinticinco años –y yo menos que nadie– que mis palabras tendrían algún futuro; pero hoy me horroriza pensar –perdón por la boutade– que puedan ser palabras de vida eterna, al ver que sigue sin remedio la “Ceremonia de la Confusión” que denunciaba bajo ese título.

La doctrina de la Iglesia al condenar el aborto –decía en aquel tiempo– “no pertenece ya a la ética pública, o civil, sino acaso a la moral de los católicos y en modo alguno de todos los ciudadanos”. Además una cosa es la ética y otra el ordenamiento jurídico. De ahí la incoherencia de unos obispos al condenar moralmente una ley que despenalizaba el aborto: “¿Cómo pueden «afirmar sin ambigüedad de ninguna clase que la proyectada despenalización del aborto nos parece gravemente injusta y del todo inaceptable»? ¿No infieren del juicio moral que pronuncian sobre el aborto la condena moral de una ley que lo despenaliza? ¿Acaso ignoran que ninguna ley puede aspirar a reflejar en su formulación todas las exigencias éticas? ¿No podrían haber dicho también, sin renunciar a su moral, que una ley que despenaliza el aborto sin aprobarlo o reprobarlo moralmente responde mejor a las exigencias de una ética pública? Es en torno a estas preguntas donde gira la ceremonia de la confusión”

Y añadía una consideración que no quisiera dejar caer hoy en saco roto: “Si la Iglesia insiste en defender con la ley lo que ella entiende que es una exigencia moral del Evangelio, tendrá que acostumbrarse a un cristianismo mediocre” en el que los fieles terminarán confundiendo lo moral con lo que es simplemente legal y a la inversa. Lo que vendría a ser lo mismo que confundir a Dios con el Cesar y a la liturgia con la política.

José Bada Panillo
Zaragoza, 17.6.2007

Haz hoy mismo tu APORTACIÓN (Pinchar aquí)

Escriba su comentario

Identificarse preferentemente con nombre y apellido(s). Se acepta un nick pero con dirección de e-mail válida.

Emplear un lenguaje correcto, respetar a los demás, centrarse en el tema y, en todo caso, aceptar las decisiones del moderador