Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Necesidad de Diálogo entre Iglesia y Estado

23-Junio-2007    Francisco Margallo
    El autor de este artículo acaba de publicar un excelente libro, “Cristianismo y Secularidad. Manual de Nueva Teología Política Europea”, editado por la Editorial Tirant lo Blanch de Valencia, que comentaremos extensamente en otra ocasión.

El pasado día 21 el obispo emérito de San Sebastían, José María Setién, presentó en Madrid su libro Laicidad del Estado e Iglesia editado por PPC. En él reclama el diálogo y el acuerdo para acabar con los enfrentamientos originados en materias como la educación. El obispo ve la necesidad de aclarar conceptos como el de la laicidad, que debe ser entendida como “el derecho que la comunidad política tiene de disponer de sí misma y de gestionar desde sí misma los asuntos que le afectan, sin injerencia de otra autoridad ajena”.

A partir de esta visión de la laicidad “la autoridad religiosa carecía de toda competencia jurisdiccional sobre la autoridad del Estado y sobre su actuación”. De ahí que haga hincapié en la separación de los poderes del Estado y de la Iglesia, sin olvidar que lo religioso existe, “quiéralo o no el Estado y así se ha de reconocer este anteriormente a cualquier toma de posición ideológica y política”.

Después de escuchar a Mons Setión, he recordado que ya en 1971 él mismo escribió en la revista Selecciones de Teología nº 38 lo siguiente: “la idea fundamental del nacionalcatolicismo consiste en hacer de la fe y de la vida religiosa de la comunidad un elemento constitutivo de la unidad política y cultural de la nación”.

Digo esto, porque veo un claro indicio de la añoranza del nacionalcatolicismo en la actitud beligerante que ha tomado el sector conservador de los obispos españoles frente al Estado. Ignoran que el Concilio Vaticano II terminó con el nacionalcatolicismo y se abrió al diálogo con el mundo moderno laico y secularizado de hoy. Los que no aceptan esto están incapacitados para comunicarse con el hombre actual que mayoritariamente no entiende el lenguaje religioso metafísico o abstracto alejado de la realidad del mundo.

La polémica contra la laicidad y secularidad de este sector de obispos es opuesta a la de los teólogos y obispos presentes en el Vaticano II. Así el Teólogo Yves Congar, después hecho cardenal por Pablo VI, que coordinaba el tema teológico en el Concilio, estaba convencido de que la laicidad, lejos de perjudicar la misión de la Iglesia, la favorecía. La Iglesia, escribe, no es ella misma en toda su pureza más que en un mundo secular, es decir, cuando tiene alrededor suyo un mundo sobre el que no puede ejercer ningún poder que empañe su misión. Y concluye: “Nunca ha tenido la Iglesia una visión tan clara de su misión en el mundo como en esta época de laicidad“.

Por otra parte, a propósito de la batalla que el mismo sector de obispos y sus acólitos han declarado a la asignatura Educación para la ciudadanía y derechos humanos, dice asimismo Congar: “Con la noción de mundo y la nueva apreciación del orden temporal que aporta el Vaticano II, desaparece el antiguo régimen de cristiandad que mantenía al mundo en estado infantil, porque lo absorbía la Iglesia”. En consecuencia, ha desaparecido el peligro de “agustinismo político, que consiste en hacer depender la validez de las estructuras y las actividades temporales de su conformidad con la fe y el orden sobrenatural” (Y. Congar-M Peugmaurd, Vaticano II Iglesia en el mundo de hoy 3 (Madrid 1970) 17-49.

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