Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La justicia ley fundamental de toda democracia

11-Julio-2007    Benjamín Forcano

Hay cosas que si uno no las ve, no las puede creer. He estado recientemente en la ciudad de México, para dar un curso en la universidad Iberoamericana.

El lugar, en que me hospedaba, hizo que sin quererlo contemplara un espectáculo sorprendente: alrededor del monumento Cuitlahuac, giraban y gritaban decenas de campesinos, todos ellos desnudos y, en medio, en la céntrica calle, en fila y distanciadas, aparecían desnudas un grupo de campesinas. Eran bien visibles estos carteles: “El senado no nos ve ni nos oye”, “Pedimos castigo para Dante Delgado, ex-gobernador de Veracruz, corrupto y represor de campesinos”, “El senado no entrega cuentas a nadie”.

Mi solidaridad me tiene acostumbrado a no inhibirme –pasar de largo– de hechos como éste, que me daba la impresión de estar cargado de razón. Al día siguiente de mi llegada, domingo por la tarde, me acerqué al grupo denominado “Movimiento de los campesinos de los 400 pueblos”. Estaban allí, en humildes y precarias carpas, rodeados de altos y modernos edificios, precisamente en una de las calles más importantes: Paseo de la Reforma.

No me costó entrar en contacto y estar a gusto entre esta gente y menos después de aclararles que era español, sacerdote y teólogo. Percibí un trato dulce, confiado y agradecido que me conmovió. Y me conmovió más en cuanto las palabras de Nereo (miembro principal de la comisión que los representa) y de mujeres como Judit, María, Alfonsina, Laura, etc. comenzaron a narrarme la historia de su drama. Imaginaba lo que ellos habían vivido en dura y cruel realidad. Después de 15 años se notaba que les había marcado profundamente.

Nosotros, padre, me dijo Nereo, no mendigamos la justicia, la exigimos, porque tenemos la razón. Ese gesto de desnudamiento, que Vd. ha visto y que a muchos les puede hacer reír, tiene un significado simbólico: quiere mostrar provocativamente que estamos a la intemperie, que no tenemos amparo alguno de la justicia, olvidados como si no fuéramos personas: el senado no nos ve ni nos oye.

En mi interior bullía la pena y la indignación. ¡Qué aguante, qué justicia elemental pisoteada, qué calidad humana la de estas personas! ¡Y la clase política tan feliz, tan confortablemente aposentada en sus butacas parlamentarias, tan recreados en sus mansiones! Y la iglesia oficial sin asomarse. Y ambos en la inopia más intolerable: los unos prometiendo (“Malditos aquellos quienes con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos los traicionan”) y los otros rezando (“Toda eucaristía que no se una efectiva solidaridad, acaba siendo un sacrilegio”, Pedro Casladáliga). ¿Qué crees, interpelé a Nereo, que la respuesta sería la misma si en estas carpas hubieran di vivir un mes no más Dante Delgado y los senadores?

– ¿Me puedes contar Nereo, cómo fue todo esto, cuándo comenzó y cómo habéis llegado hasta aquí?

– En 1992, Dante Delgado, ex-gobernador interino del Estado de Veracruz entonces, y senador ahora del partido de Convergencia Democrática, hizo saber a dirigentes del “Movimiento de Campesinos de los 400 pueblos” que debían abandonar las tierras de MESA GRANDE, unas 2000 hectáreas, y debían hacer lo mismo cuantos campesinos estuvieran dentro del predio de las mismas.

Y ¿qué ocurrió?

– Los campesinos se negaron. A partir de mayo de 1992, las amenazas comenzaron a cumplirse por mediación y orden de Dante Delgado. Hubo más de 500 detenciones arbitrarias, acusándoles de despojo de tierras, robo de frutos, abigeato (robo de ganado) y hasta de homicidio cualificado. La acción de desalojo fue progresiva, afectó a más de 13 poblados, pero se ejecutó con especial virulencia en los poblados de Nueva Italia y Cinco de Mayo, que fueron arrasados con sus casas, iglesias y plantaciones frutales. Los campesinos que no pudieron huir fueron encarcelados durante dos años. Querían aniquilar nuestro movimiento.

– ¿Y cuál es la verdad de vuestro movimiento, es decir, las razones que tenéis para reclamar esas tierras como vuestras?

– Nuestro movimiento, estando entonces vigente la Reforma Agraria, suscribió en los años 1989-1990, con el Gobierno Federal y con la participación del Estado de Veracruz, dos Convenios para dar solución a la petición de tierras de 142 poblados y resolver 53 conflictos por tenencia de la tierra. En esos Convenios, que eran Resoluciones presidenciales aprobadas, se adoptó el compromiso de solucionar esos conflictos fijando incluso un plazo para la ejecución. Los dos Convenios traspasaban la propiedad de las tierras a los campesinos, que ya estaban usufructuando; y tanto el Gobierno federal como el Estado de Veracruz contraían el compromiso de indemnizar a sus anteriores propietarios, si los hubiera, o de crear para nosotros fuentes de trabajo si no era posible restituirnos las tierras. Sin embargo, a los dos años (1992), Dante Delgado en contra de los dos Convenios, ordenó a los campesinos abandonar las tierras bajo pena de encarcelamiento.

– ¿Y cómo están ahora las cosas?

– Tal cual, advirtiendo que las amenazas de Dante se fueron cumpliendo hasta 1998. Se han abierto causas penales contra 103 campesinos, a los que se les privó de sus tierras y se les encarceló.

Nosotros seguimos en lucha y seguiremos hasta el final. En Diciembre de 2006 y en mayo de 2007 hemos vuelto a presentar en el Senado todos los datos. El senador Manlio Favio Beltrones se comprometió con nosotros a presentar a la Comisión de Justicia nuestro caso, para estudiarlo y darle solución. Aunque dicho senador nos obligó a manifestarnos con mayor presencia ante el Senado, la verdad es que no nos han recibido, siguen sin oírnos. La clave está en que el senador Dante Delgado es miembro de esa Comisión de Justicia y nadie quiere enfrentarse con él. Dicen: dejémosles, ya se cansarán y retirarán.

– ¿Y cuál es vuestra decisión de ahora?

– Seguir. Hoy, 24 de junio, es el 80 día de nuestra manifestación. Aquí estamos, sin casa, sin tierras, metidos en estas provisionales carpas, sin que el sol, ni el aire, ni la lluvia nos echen para atrás. La gente nos apoya con alimentos, con ropa, con dinero –hace unos días un norteamericano nos visitó y nos dio 350 $.

Esperamos que nuestro testimonio, pacífico pero firme, rompa la conciencia o la atraviese como una espina, de aquellos que se han hecho dueños de la patria y no sus servidores. La justicia es ley sustancial de toda democracia y creo que ley también de toda iglesia auténtica.

Benjamín Forcano

Sacerdote y teólogo

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