Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Jesús y su mensaje de hermandad

14-Julio-2007    Gonzalo Haya Prats
    Tras el post anterior, que hace referencia a toda una historia de cismas, excomuniones y guerras religiosas entre cristianos, bueno es acudir de la mano de un buen exegeta al mismo Jesús de lo evengelios para entender qué es lo que él proponía

.

La Historia está llena de guerras de religión, los cristianos hemos ofendido a los judíos incluso en las lecturas litúrgicas; ahora se habla de choque de civilizaciones. Sin embargo los mensajes de los fundadores de las religiones son de paz y fraternidad. Son las explicaciones teóricas -las teologías- las que separan a las diversas religiones; en cambio la espiritualidad y la acción humanitaria nos unen.

La vida de Jesús y su mensaje pueden ser compartidos por judíos, musulmanes, o hindúes como Gandhi –gran admirador de las bienaventuranzas- aunque no compartan la teología cristiana.

Vamos a procurar entender el mensaje de hermandad y paz de Jesús como lo entiende el cristiano sencillo: el mensaje es ante todo la vida de Jesús, que se explica con sus palabras. La verdad de todos nosotros está en nuestro comportamiento más que en nuestras palabras.

Creo que este mensaje se fundamenta en tres experiencias de Jesús:

    o Jesús siente a Dios como Padre universal (espiritualidad); por lo tanto todos somos hermanos.
    o La fuente de su relación con Dios y con los hombres es el corazón, (espiritualidad) antes que la religión (teología).
    o El Reino de Dios es un proyecto de justicia y solidaridad con los más desvalidos (praxis).
  • Jesús siente a Dios como Padre universal (espiritualidad)
  • La oración que nos enseñó Jesús es el Padre nuestro. La parábola más recordada es la del hijo pródigo. El padre sale cada día a esperarlo en el camino. Cuando regresa empobrecido, lo recibe con abrazos y fiestas a pesar de la envidia del hermano mayor.

    Jesús sabe que nos cuesta trabajo comprender que Dios, nuestro padre, nos ama no porque seamos justos sino porque somos hijos, aunque seamos juerguistas como el menor o envidiosos como el mayor. Por eso Jesús insiste y nos dice que el buen pastor deja las 99 ovejas en el redil y sale a buscar a la oveja perdida.

    Yo creo que Jesús se remonta al Dios de la creación, antes de la división en pueblos y religiones, antes de Caín y Abel. Al Dios que hace nacer el sol sobre buenos y malos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores.

      “Contemplad los cuervos. Ellos ni siembran, ni siegan ni tienen graneros, y Dios los alimenta” “Contemplad los lirios cómo crecen. Ni trabajan, ni hilan. Pero cierto que ni Salomón en toda su magnificencia se vistió como uno de éstos”.

    Esta presencia de Dios en la naturaleza es común a la mística universal y la encontramos tanto en los Salmos como en los haikus japoneses.

      En lo incesante/ del sonido del agua/¡está Buda!
      Oh, que divina! / La luz del sol / Entre las tiernas hojas verdes.
      El Buda es… /¡la luna de esta noche / en la flor del cerezo!

    Todos tenemos un mismo Dios y Padre. Todos, fieles o infieles, buenos o malos, tenemos un mismo Padre que nos ama; somos hermanos.

  • La fuente de su relación con Dios y con los hombres es el corazón (espiritualidad), antes que la religión (teología).
  • Jesús escuchó a su corazón antes que a su religión; por eso rebasó la Ley por arriba, exigiendo más que la Ley, y por abajo, permitiendo lo que la Ley prohibía y estimando la fe de los paganos.

    Podría aducir muchos textos de los evangelios, pero voy a concretar su exigencia, su flexibilidad y su apertura en el comportamiento de Jesús con tres mujeres:

      o La Ley permitía que el marido repudiara a la mujer. Jesús es más exigente: eso fue una concesión de Moisés “por la dureza de vuestros corazones… pero al principio no fue así”.

      o La Ley mandaba apedrear a la mujer adúltera. Jesús no puede negar ese derecho e incluso esa obligación, pero es flexible y defiende a la mujer con un argumento ad hominem: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. En otra ocasión fue al fondo de la cuestión: “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”.

      o Jesús se considera enviado para las ovejas perdidas de Israel pero encuentra a una mujer gentil con flujo de sangre, o a la hija de un funcionario extranjero, y reconoce que no ha encontrado una fe tan grande en todo Israel. La espiritualidad de Jesús no excluye a los paganos, a los de otra religión.

    Esta actitud de Jesús respecto a su religión está revelando algo en mi conciencia. Ni la Ley ni el culto son intangibles, son expresiones más o menos acertadas de lo único importante: el amor a Dios y al prójimo. A veces la Ley se queda corta y debemos ser más exigentes. A veces, aplicarles la Ley no ayuda a nuestros hermanos; y debemos ser flexibles. La Ley es una orientación para la conciencia; no es motivo de venganza, de castigo, ni de exclusión.

    La religión no es el fin sino un medio para expresar y socializar este amor.

    Yo soy cristiano y mi referente religioso y humano es Jesús; pero no reclamo ninguna superioridad para la religión cristiana. Jesús no fue un cristiano, ni fundó el cristianismo, ni le dijo a los apóstoles que lo fundaran. Los apóstoles continuaron la comunidad judía iniciada por Jesús y tuvieron que discutir mucho para ir separándose lentamente del judaísmo.

    Jesús era judío, su religión era la religión judía y nunca la abandonó. Jesús se alimentó con sus libros sagrados, sus ritos y sus preceptos. ¡Cómo voy yo a sentirme ajeno al judaísmo!

    Cristianismo, judaísmo, Budismo… son expresiones religiosas -más o menos adaptadas a pueblos y épocas- de la espiritualidad del corazón. Son expresiones válidas pero no excluyentes.

  • El Reino de Dios es un proyecto de justicia y solidaridad con los más desvalidos (praxis).
  • La misión de Jesús es anunciar la buena nueva a los pobres. Y la buena nueva es que ha llegado, que ha comenzado, el Reino de Dios.

    Reino es un término desprestigiado en nuestros tiempos; nos suena a poder autocrático. Habría que buscar cómo traducirlo más adecuadamente. El reino de Dios es su plan para la humanidad, su proyecto. Es el sistema de justicia y de solidaridad que Dios desea que se desarrolle entre los hombres. Por eso es una buena nueva para los pobres, para los que sufren las injusticias sociales.

    Jesús entiende el reino de Dios en dos dimensiones.

    Cuando le preguntaron a Jesús cuál es el primer mandato, respondió añadiendo un segundo mandato y sintetizando toda la Ley en dos preceptos: amar a Dios y al prójimo.

    Y como el amor al prójimo era más difícil de asimilar para sus oyentes –y para nosotros- porque es más comprometido, sintetiza la Ley y los Profetas en lo que es la regla de oro de toda religión “Todo lo que querríais que hicieran los demás con vosotros, hacedlo vosotros con ellos” (Mt 7,12). No es una revelación extraordinaria. Todos podemos leerla en nuestro corazón, porque estamos hechos “a imagen y semejanza de Dios”.

    Y para reforzar la importancia de la solidaridad escenifica esta regla en el juicio final: porque tuve hambre y me disteis de comer. Hoy podríamos decir: porque era inmigrante y me acogisteis.

    Ante la pregunta ¿eres tú el Mesías? Jesús responde con hechos “los ciegos ven y los cojos andan…y a los pobres se les anuncia la buena nueva”

    Sin embargo su predicación no es reglamentista; no concretó cómo o cuanto hay que ayudar al prójimo. Eso llevaría a la hipocresía y a sustituir el amor por el egoísmo de la propia salvación. El Reino de Dios tiene sus raíces en los corazones. Jesús propone los máximos ideales y pide erradicar los tres egoísmos que envenenan las relaciones humanas:

      • El orgullo: Si te hieren en una mejilla, ofrece la otra

      • El poder: En el reino de Dios, los últimos serán los primeros; los reyes de la tierra tiranizan… pero entre vosotros el mayor compórtese como el más pequeño

      • El dinero: No se puede servir a dos señores, a Dios y a la riqueza; por eso es más difícil que entre un rico en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja

    Es el egoísmo lo que rompe la hermandad y enciende la guerra. El egoísmo acumula el 80 % de la riqueza en pocos hombres y en pocos países –la mayoría cristianos- en detrimento del 80 % de la humanidad que vive en la pobreza, en la enfermedad, en el hambre, hasta el punto de que diariamente mueren 4.500 niños por falta de agua no contaminada.

    El Reino de Dios exige un giro de 180 grados de nuestra mente y de nuestro estilo de vida; pide que el amor supere a la lógica e incluso a la justicia. Las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que los sacerdotes; y los obreros de la última hora cobrarán lo mismo que los que trabajaron desde primera hora de la mañana.

    El reino de Dios es un ideal, una tensión por realizar en esta vida algo que supera nuestras posibilidades, porque es realizar la inmensidad del amor de Dios. El proyecto de Dios crece en los corazones, y en la sociedad, como un grano de mostaza que va creciendo hasta convertirse en un árbol.

    Creo que todos nos acercamos o nos alejamos del reino de Dios en la medida en que nos acercamos o nos alejamos de este ideal.

    Y quiero terminar en consonancia y fraternidad con Arabi, místico musulmán

      “Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora, mi corazón se ha convertido en receptáculo de todas las formas religiosas: es pradera de gacelas y claustro de monjes cristianos; templo de ídolos y Kaaba de peregrinos; tablas de la Ley y pliegos del Corán. Porque profeso la religión del amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe”.

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