El autor de este escrito acaba de publicar un libro que él mismo cita al final del artículo. Aunque los vientos eclesiásticos hoy se inclinan (¿con alguna posibilidad de éxito?) a hacer cruzada contra la secularización bueno es que se nos recuerde todo el pensamiento teológico sobre la aceptación de un mundo secularizado desde el que repensar el cristianismo, que orientó muchas decisiones del Vaticano II.

Aunque la teología se define por su relación a lo sagrado, como hablar de Dios la definió etimológicamente Ortega (Teo-logos), la nueva teología política europea surgida del Concilio Vaticano II no anhela el retorno de lo sacro a la sociedad actual, porque considera irreversible el proceso secularizador desencadenado en ella.

Es decir, ha optado y se identifica con la secularización y laicidad del mundo de hoy y se lo toma muy en serio, para cumplir el objetivo que persigue: formular el mensaje cristiano según los postulados de la sociedad moderna de modo que pueda ser captado por el hombre y mujer de hoy poco sensibles al lenguaje religioso metafísico y abstracto. He de advertir que la teología política de la que hablo no es la que los obispos europeos tratan de imponer ahora de manera uniforme en el continente. Aclaro asimismo que el término política, que ha sido muy polémico, aplicado a la teología emanada del Concilio y muy particularmente de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo actual (Gaudium Spes), obedece a su interés por incidir en la problemática y en la praxis de la polis, de la sociedad.

Los promotores de esta teología conciliar y ecuménica, el teólogo católico JB. Metz conjuntamente con el evangélico J. Moltmann y el baptista H. Cox, entienden la secularización como un fenómeno por el que la sociedad y la cultura son liberadas de la tutela del control religioso y de las cerradas concepciones metafísicas del mundo. Metz insiste en que “las tesis teológicas de la secularización y las de la teología política no se suprimen unas a otras, sino que se complementan y corrigen mutuamente”. La teología política nace, pues, en este torbellino secularizado que envuelve al mundo en la actualidad y lo asume serenamente, porque lo considera dentro del dinamismo encarnatorio del cristianismo. Un gran acierto puesto que la religión no forma parte de la civilización mayoritariamente como en tiempo de cristiandad. Refiriéndose a aquella época cada vez más lejana, escribía el teólogo francés y después cardenal Danielou: “La religión como tal es parte integrante del bien común temporal…La ciudad donde no hay iglesia al lado de la fábrica es inhumana…Dios forma parte de la civilización”.

La sociedad actual, en cambio, ha dicho adiós a la cristiandad y esto hay que tenerlo en cuenta, si queremos presentarle de manera adecuada el mensaje de Jesucristo, que es de hoy, de mañana y de todos los tiempos, al margen de la religiosidad imperante en cada momento. En sintonía con las tesis de la nueva teología, el franciscano H. Chaigne habla de politización de la fe como cristianismo vivido en la historia o “cristianismo secularizado”. Él ve en la secularización de la sociedad actual el trampolín que nos da la oportunidad de saltar del cristianismo platónico intemporal a un cristianismo vivido en la historia de los hombres. De otro modo “Dios, Jesucristo, la Iglesia, la salvación corren el riesgo de no ser más que palabras de una vieja tribu”. Es más, siente la imperiosa necesidad de que el cristiano sepa hacer la conjunción entre la acción política que le constituye como hombre y como ciudadano, con con los objetos de la fe, los cuales clarifican y corroboran lo que es verdaderamente según esta acción política.

PD.El lector puede ver las notas y la bibliografía en el libro Cristianismo y Secularidad.
Manual de Nueva Teología Política Europea, que me ha publicado recientemente, mayo de 2007, la Editorial Tirant lo Blanch de Valencia.