Comprender el lenguaje de Jesús
07-Agosto-2007 Gonzalo Haya PratsPor la mañana leemos el periódico; en nuestro trabajo consultamos un diccionario, una biografía, el Boletín Oficial del Estado o el Manual de Uso del electrodoméstico; a la noche meditamos sobre el evangelio. Las mismas palabras en los diversos contextos no tienen el mismo alcance, no pretenden decirnos lo mismo. ..
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Cuando el BOE publica las normas de un concurso, el que cumple los requisitos exigidos adquiere el derecho al premio. Cuando Jesús – más bien Marcos o el último redactor- dice “el que creyere y se bautizare se salvará; el que no creyere se condenará” ¿atribuyen un derecho y un veredicto de condena? ¿Es un texto jurídico? ¿Es un aforismo conceptual? ¿Cómo definiríamos creer? ¿Como Abraham, como Tomás, como la mujer fenicia que esperaba el milagro sólo con tocar el manto de Jesús?
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Jesús hablaba en parábolas de tal modo que quienes le escuchan con un corazón egoísta “oyendo no oigan”, que entendiendo todas sus palabras no entiendan su mensaje. Jesús no quiso emplear un lenguaje conceptual –claro y distincto- sino un lenguaje simbólico que cada uno interpretará según la generosidad de su corazón. ¿Qué quiso decir con lo de los ricos y el camello por el ojo de una aguja?
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Ya es difícil aclarar si la salvación es por la fe, por las buenas obras, por la fe que se manifiesta en las obras, o por pura gratuidad. En la parábola del juicio final parecería que es por las buenas obras.
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La parábola de los talentos, la de el criado fiel, y más claramente el mismo Jesús dice que cuando vuelva “pagará a cada uno según su conducta” (Mt 14,27). Lo mismo repiten Rom 2,6; 2Cor 5,10; 2 Jn 8; Apoc 20,12; 22,12.
¿Cómo conciliar estos textos con la parábola de los obreros de la viña. Los jornaleros que habían trabajado desde la primera hora se habían tomado al pié de la letra lo de “pagará a cada uno según su conducta”, pero el propietario les sorprende “¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso”. Y esta respuesta –que también a nosotros nos sorprende todavía- se coordina mejor con aquello de que los últimos serán los primeros y que las prostitutas entrarán antes que los sacerdotes.
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El Antiguo Testamento promete la retribución en esta vida –algunos autores no veían claramente otra vida-. Job y el Eclesiastés lo desmienten. Jesús rechaza la creencia de que las enfermedades sean castigos por los pecados, pero promete “el ciento por uno en esta vida”. ¿Se cumple esta promesa de Jesús?
¿Cómo interpretar el dilema retribución y gratuidad?
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Yo creo que el lenguaje de Jesús no es un lenguaje conceptual que se pueda analizar frase por frase y palabra por palabra, para discernir si son verdaderas o falsas; hay que percibir el conjunto del mensaje, de una manera holística, con el hemisferio derecho. Menos aún sería un lenguaje jurídico. El resto del Nuevo Testamento quizás tenga más pretensiones conceptuales, pero con intención pedagógica.
El lenguaje del NT –y sobre todo el de Jesús- va más al corazón que a la mente. La retribución –premio o castigo- es una concesión “por la dureza de nuestros corazones”, como la antigua concesión del repudio. Habrá ciertamente retribución porque la gratuidad rebasa cualquier exigencia de la justicia retributiva, como expresa la parábola de los jornaleros. Lo importante sin embargo, lo que enseña Jesús, es la respuesta amorosa y desinteresada a la gratuidad del amor de Dios. Y esto lo han comprendido los ateos leyendo su propia conciencia. Yo admiro a quienes no creen en Dios y sin embargo proceden honradamente sin esperar retribución ni en esta vida –que ciertamente es injusta- ni en ninguna otra.
El NT no ha encontrado –o no ha querido encontrar- una fórmula para expresar su pensamiento y acude a afirmaciones difícilmente conciliables que unas veces destacan el mérito y otras la gratuidad.
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El poeta anónimo comprendió el mensaje de Jesús y lo condensó en aquel soneto
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno, tan temido,
Para dejar por eso de ofenderte.
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