Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Decidir anteponer

18-Agosto-2007    Imanol Zubero
    En este momento en que rota la tregua no ha habido aún ningún atentado, en que ya Navarra tiene (bueno o malo) un gobierno, este artículo plantea a los que quieren “pensar” y no “crispar”, dónde se encuentra el nudo gordiano de la política en Euskadi, que tendrá que resolver desde dentro el PNV.

Según parece, Joseba Egibar considera un “esquema perverso” aquel que contempla anteponer la consecución de la paz al logro de nuevos acuerdos políticos que modifiquen el actual marco de autogobierno. Esta era una de las principales afirmaciones contenidas en el ya famoso artículo de Josu Jon Imaz. Esta era, también, la condición que el Gobierno tripartito se puso a sí mismo a la hora de plantear la no menos famosa consulta -en ausencia de violencia-, aunque la tentación de decir Diego donde dijeron digo es cada vez más fuerte tanto en Ibarretxe como en su Consejo político de dos. Pero a Egibar esta prelación no le gusta. Y aunque, según María San Gil, Imaz, Egibar y ETA “hablan de lo mismo”, analistas seguramente menos avisados creen ver en esta discusión por ahora meramente dialéctica un anticipo de la batalla que se librará en el PNV a finales de mes.

A diferencia de lo afirmado por Imaz y por el primer Ibarretxe, el presidente del PNV guipuzcoano considera “urgente” invertir lo que califica de “esquema perverso” para poner en primer plano el objetivo de alcanzar un acuerdo mayoritario en torno al “problema político de fondo” que según él tiene la sociedad vasca, y que no es otro que la falta de reconocimiento de la existencia del pueblo vasco y de su derecho a la autodeterminación. Aún cuando un acuerdo en estos términos sólo sea posible entre nacionalistas vascos, esto es lo que hay que plantear si más dilación. Es urgente poner esta cuestión “encima de la mesa”, enfatiza Egibar, sin que sepamos si utiliza esa expresión en su sentido más genérico y coloquial o en referencia a la anunciada iniciativa de calado que el lehendakari (cuya fijación por las mesas hasta ha sido objeto de un memorable sketch en Vaya semanita) se dispone a impulsar tras el verano.

Es pues urgente afrontar ya el problema político vasco. Lo contrario supone paralizar Euskadi. “Este pueblo no puede quedar paralizado, anestesiado”, advierte el líder del GBB, sin caer en la cuenta de lo raro que suena todo eso cuando, por otro lado, el Gobierno vasco no deja de recorrer el mundo mundial (y hace bien, aunque en ocasiones se les vaya la mano en los publi-reportajes) fardando de la Euskadi activa, emprendedora, solidaria y pacífica, que sube como la espuma en todos los rankings de competitividad, renta o bienestar. Este tipo de afirmaciones denotan un desprecio absoluto por la actividad política cotidiana y son más propias de un ludópata de la política (aquel que es capaz de jugárselo todo a una carta confiando en que el gran premio está a su alcance de manera segura e inmediata).

Lo cierto es que anteponer la consecución de un estado de normalidad democrática a cualquier modificación de nuestro estatus político actual es todo lo contrario de paralizar políticamente a Euskadi. Comprometerse con la conquista de una situación de paz y libertad como condición sine qua non para que la actividad política sea plenamente democrática es un ejercicio de responsabilidad y de inteligencia.

Pero, sobre todo, decidir anteponer es un acto tan político, tan soberanamente político, como anteponer el decidir. Otra cosa son las consecuencias probables de una u otra decisión, radicalmente distintas.

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