Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

EpC democrática. ¡No perdamos el tren!

21-Agosto-2007    Atrio
    Lo peor que puede pasar es que la nueva asignatura EpC, con tanto debate, quede a la defensiva y se implante vergonzantemente. Y que pierda todo el fuste ético que nuestra democracia necesita y que debieron apoyar desde el principio los cristianos. Ese es el enfoque que tiene el Manifiesto en Apoyo de la EpC como educación en valores, que ya ha recogido casi 1.800 firmas en ATRIO. Y esto es lo que pide el párroco y experto en pastoral educativa de Bilbao, Fernando Allende.

———————

    EpC democrática. ¡No perdamos el tren!
    EL CORREO, 21.08.07
    -
    FERNANDO ALLENDE BRAVO

Tengo la sensación de que en el reciente ‘debate’ en torno a la Educación para la Ciudadanía democrática muchos hemos/han perdido el norte, o dicho de otra manera el árbol no les ha dejado ver el bosque. ¿O ven el bosque y no les gusta? -esto sería más preocupante-. El ‘debate’ está teniendo dos graves deficiencias: 1) Es un debate que, a pesar del contenido que se discute, no ha llegado a los ciudadanos; ha sido una especie de tormenta en un pequeño recipiente que la mayoría de los padres con hijos en edad escolar han contemplado, si es que se han enterado, con bastante indiferencia. 2) Es un debate en el que, sobre todo una de las partes, se ha enroscado sobre sí misma, el diálogo brilla por su ausencia, a veces se tiene la sensación de que se busca la confrontación pura y dura a partir de la descalificación del otro. También habrá que decir que es un debate que en el País Vasco parece contemplado desde la lejanía. Sólo algún que otro artículo de opinión ha afrontado el problema.

Antes de nada habrá que recordar, a tanto desmemoriado, que esta ‘asignatura’ tiene sus precedentes en el sistema educativo, y no me refiero, desde luego, a aquella Educación para el Espíritu Nacional, impartida por gente del Movimiento como adoctrinamiento puro y duro -resulta vergonzante y de muy mala baba que algunos quieran identificarla con ella y a quienes van a impartirla con funcionarios del Movimiento-. En el momento de la Transición política, al desaparecer la FEN se estableció una materia -Educación para la Convivencia- que buscaba tanto erradicar los viejos vicios de la dictadura, como, en positivo, preparar a ciudadanos demócratas para vivir la nueva situación. También hay que recordar, y denunciar, que aquella materia que había de ofertarse en 6º,7º y 8º de EGB, con dos horas semanales de docencia, en la mayoría de los centros no se impartió. Algo tendrá que ver la situación actual de ‘despolitización’ con aquella laguna. También es verdad que entonces algunos pedagogos consideraron que no era apropiada una asignatura con aquella finalidad, que bastaba con una educación transversal en valores. Muchos de ellos hoy reconocen que fue un error y apoyan con entusiasmo la nueva asignatura.

Decía que en el debate se ha dado un cierto enroque de posturas. Me quiero referir a ciertas posturas que se han manifestado en un sector del episcopado español -la verdad es que numéricamente minoritario aunque con mucho efecto mediático, y sin que podamos olvidar las declaraciones conjuntas de la CEE, en general bastante más matizadas- y en determinadas organizaciones con las que caminaban de la mano sin saber muy bien quién llevaba a quién; me refiero a la Concapa, que ha llevado la voz cantante en este debate con la colaboración de los profesionales de la ética.

Al margen de debates más o menos ‘finos’ en torno a la legalidad y constitucionalidad de la norma que regula esta enseñanza, estos grupos han funcionado con la consigna del convencer a base de repetir. La verdad es que son tres las ideas básicas machaconamente repetidas: 1) Con esta materia se quiere adoctrinar de manera laicista. 2) Se hurta un derecho de los padres, se invaden sus competencias al establecer una educación moral o ética. 3) Se propicia una antropología sin referencia a Dios y se propaga una ideología de género que conduce al relativismo y se ataca a la familia, al matrimonio.

¿Por qué hablaba antes del árbol y el bosque -la revista RS21 ha hablado de la fábula de galgos y podencos-? Es que la cuestión básica es: Necesita o no nuestra sociedad una educación seria en ciudadanía democrática. ¿Está nuestra democracia tan consolidada gracias a que la democracia como forma de vida ha calado en nuestras vidas? ¿Hemos desarrollado las virtudes ciudadanas necesarias para que esta sociedad tenga futuro? ¿No es preocupante el desinterés por lo público que existe entre nosotros, y bastante más en la juventud? ¿No es la política lo menos valorado entre los ciudadanos de este país? ¿No estamos construyendo una cultura de los derechos sin el correlato correspondiente de los deberes? Una educación integral, ¿no implica también el desarrollo de esta dimensión pública (polis), ciudadana (cives) del niño? ¿No es éste su derecho básico a ser educado para una vida en sociedad?

Lo que a algunos nos preocupa es que con este follón lo que se está logrando es descafeinar, desactivar las potencialidades de este área de educación: al reducirla a una hora semanal se la está convirtiendo en algo marginal en el sistema educativo, en una ‘nueva maría’; aparte de que se corre el riesgo de que, dada su mala imagen, los centros no se la tomen en serio y no se preparen educadores para desarrollarla con dignidad.

No podemos perder de vista que una de las funciones sociales de la escuela es la de ‘preparar ciudadanos’. Y esto se puede hacer o bien de manera explícita y manifiesta o bien se hará de manera oculta, una función latente. En esto no hay ‘neutralidad’ que valga, pues o bien se configuran ciudadanos adecuados a la reproducción del sistema, o se trabaja en la educación de ciudadanos críticos capaces de modificar las relaciones dominantes existentes. Una educación para una ciudadanía democrática, que desarrolle las virtudes de la participación, la tolerancia activa, la preocupación o cuidado de lo de todos -la ‘CUIDADANÍA”‘ de que hablaba algún autor- es algo capital para nuestra sociedad. Esta tarea no se puede dejar exclusivamente en manos de la familia -¿De qué familia? ¿De la familia cerrada sobre sí misma y montada sobre el individualismo posesivo o la cultura de la satisfacción?-. Es una tarea ‘de toda la tribu’: la familia, la escuela, los medios de comunicación, si queremos que el niño disfrute de su derecho a ser educado.

Y hemos insistido en ‘ciudadanía democrática’, pues éste es el horizonte. Aquí el adoctrinamiento es más complicado, y más si los padres se implican en los centros escolares. Y queremos animarles a que lo hagan, que no dejen esta cuestión de lado, como si no fuese con ellos o sus hijos.

Decía que mi preocupación es que se siga descafeinando esta tarea y que haya muchos que piensen que serían mejor unas horas de inglés o de informática. Aquí sí que radica el problema: en no ver la importancia de una educación integral y no una educación funcional para el trabajo, para el tener y subir. Y no darse cuenta de que así sí que se está adoctrinando y manipulando a los educandos y robándoles el desarrollo de una dimensión fundamental de su vida: el aprender a convivir, el arte de vivir con los otros. Esa dimensión de la educación que tanto ha reivindicado la UNESCO en la ‘Educación es un tesoro’. Éste sí que es el reto del Siglo XXI en todas partes y desde luego en el País Vasco.

Bienvenida sea la Educación para una Ciudadanía democrática. Ojalá no perdamos la oportunidad. Es el tiempo oportuno. Y en este trabajo la tradición cristiana, más que jugar a la contra, sí que puede y debe jugar a favor. A la hora de educar a ciudadanos su aportación puede ser capital: la ética samaritana, la opción por los últimos, por ‘la nivelación’ que diría Pablo de Tarso, y luego la tradición mejor de la Iglesia. No se trata, creo, de buscar confrontación, sino de sumar en la búsqueda de una ciudad más humana. ¿No apuntó en esta dirección el presidente de la Conferencia Episcopal cuando el día 15 en la Basílica de Begoña, en Bilbao, decía que «unos y otros debemos, desde nuestra propia fuente, enriquecer el caudal de la ciudadanía»? ¿No es también ésta la postura de fondo de la FERE? Creo que esta es la postura de una tradición cristiana que se manifiesta públicamente en diversos pensadores que deberían ser más escuchados. Me refiero a Adela Cortina, José Antonio Marina, Carmen Pellicer, Rafael Díaz Salazar, Reyes Mate, Ximo García Roca, José Ignacio Calleja, entre otros. Escucharles nos oxigenaría y nos sacaría de un cierto autismo social.

———————

[Puede verse un escrito de uno de los pensadores cristianos que se citan al final:

Joaquín García Roca, Educación para la ciudadanía. Cristianisme i justicia, 2007]

Haz hoy mismo tu APORTACIÓN (Pinchar aquí)

Escriba su comentario

Identificarse preferentemente con nombre y apellido(s). Se acepta un nick pero con dirección de e-mail válida.

Emplear un lenguaje correcto, respetar a los demás, centrarse en el tema y, en todo caso, aceptar las decisiones del moderador