Rabinos por los Derechos Humanos
24-Agosto-2007 Joan Chittister- La Hna. Joan Chittister se ha tomado unos días de descanso. Esta quincena su revista NCR reproduce el siguiente artículo publicado con el título Inseguridad: cuando se pierde la democracia buscando la seguridad el 15 de mayo de 2006.
En primer lugar escuché una conversación en la que unos amigos japoneses hablaban sobre la detención de ciudadanos americano-japoneses durante la segunda guerra mundial* y el efecto que aquella experiencia tuvo en los inmigrantes americanos hasta el día de hoy.
Después escuché el reportaje de la CNN sobre la grabación de conversaciones telefónicas de “decenas de millones” de ciudadanos norteamericanos que habían sido entregadas al gobierno sin que el Congreso lo aprobara –el mayor ejemplo de espionaje doméstico en la historia de este país. Veía en las imágenes a un incrédulo senador Patrick Leahy (demócrata del estado de Vermont), con una copia del periódico “USA Today”, diciendo que, como senador, se había enterado de esta noticia por la prensa y no por el gobierno, y se preguntaba cómo se podría mantener la Constitución sin la presencia de la prensa en este país. Oí a otro senador lamentarse de estas filtraciones, como si la filtración de actividades sospechosas de ser anticonstitucionales fuera más peligrosa que las propias actividades. Escuché a la Senadora Dianne Feinstein (demócrata del estado de California) recalcar que por este camino llegaríamos a una “confrontación constitucional importante” sobre el abuso de la Cuarta Enmienda que garantiza a los americanos el “derecho a la intimidad”. Suspiré con alivio cuando le oí al Senador Arlen Specter –republicano, y uno de los miembros del Congreso menos partidistas– solicitar una interpelación pública para obtener los datos que la Casa Blanca no quiere proporcionar al Congreso.
Y finalmente, en Japón, asistí a la entrega del 23º Premio Anual de la Paz que el Comité del Premio Niwano de la Paz –del que soy miembro ejecutivo– entregó al grupo israelí de “Rabinos Por los Derechos Humanos” (20 millones de yenes, unos 200.000 dólares americanos). Mientras el mundo trata de encontrar una solución al polvorín de las relaciones mundiales desde la invasión de Iraq y el aumento de las tensiones en Oriente Medio, este grupo de 130 rabinos (ver página web ) conservadores, reformistas, ortodoxos y restauracionistas desafía a su propio gobierno para defender los derechos tanto de los Palestinos como de los israelitas.
Los japoneses son el único pueblo de la tierra que ha sido diezmado por las únicas bombas atómicas utilizadas jamás contra una población –indiscriminada y experimentalmente– no una vez, sino dos. Como consecuencia, saben muy bien lo que significa la paz y lo que la guerra moderna implica para el futuro del mundo. Fue casi como una experiencia extracorpórea estar allí y escuchar a los japoneses implorar a la especie humana que lo hiciéramos mejor –nosotros que torpemente utilizamos la fuerza, hablamos de paz pero hacemos la guerra. Intergaláctico. Enloquecedor. Alucinante. Totalmente absurdo. O, como decía el autor de aquella canción hace unos cuantos años. “¿Cuándo aprenderán…?”**
Sin embargo, en nuestro tiempo, los gritos pidiendo la paz vienen de todas las direcciones. Hubo quienes resistieron la opresión extranjera, como Mahatma Gandhi en sus intentos de liberar India del dominio británico. Hubo quienes resistieron la opresión nacional como Nelson Mandela cuando se enfrentó al gobierno del aparteid en Sudáfrica. Hubo quienes resistieron prejuicios sociales hechos leyes, como Martin Lutero King Jr en unos Estados Unidos segregados. Hubo quienes resistieron la discriminación de género como Wangari Maathai en Kenia ***. Otros han resistido la intolerancia religiosa como Hans Küng, en cualquier sitio y en todos los lugares. Y ahora tenemos este nuevo icono: un grupo de rabinos. En Jerusalén.
¿Pero por qué rabinos? La respuesta es fácil. Lo hacen por sus obligaciones religiosas para con “las viudas, los huérfanos y el extranjero”, como dicen las escrituras hebreas. Lo hacen también por el compromiso constitucional de su país con la democracia y la justicia. Y también porque, como judíos, saben lo que es estar oprimidos. Como consecuencia, han puesto en peligro su propio estatus público en Israel por todas estas razones: por la integridad del país, por la rectitud religiosa del judaísmo, como monumento a la memoria de sus propias familias cuyos nombres aparecen en la lista de víctimas de tensiones étnicas anteriores, e incluso como defensa de los derechos del “extraño”. Finalmente, persisten a pesar de las críticas de otros rabinos, uno de los cuales se presentó en la ceremonia de concesión del premio tratando de defender al gobierno de Israel por su política contra los palestinos. Pero los Rabinos Por los Derechos Humanos se mantuvieron fieles a sus principios. No aceptaron las posiciones políticas de este rabino sino que defendieron su derecho a disentir.
Ciertamente el hecho de que un grupo de estas características pueda existir en Israel, denunciar al gobierno, proteger a los palestinos y hablar con otra voz no deja de ser por sí mismo, irónicamente, una de las mejores pruebas de la democracia israelí. En medio de todas nuestras diferencias, y a pesar de la cacofonía de las noticias de la mañana y lo que implica sobre nuestra propia lucha por salir adelante, esta ceremonia renovaba esa esperanza que este mundo necesita.
Después de todo, como dijo el Obispo Gunnar Stalsett, obispo luterano emérito de Oslo y presidente del Comité del Premio Niwano de la Paz, los rabinos se las han arreglado para reconstruir los hogares de los palestinos que el ejército israelí destruyó, ayudaron a los palestinos a mantener sus tierras, a recoger la cosecha de aceitunas, a plantar, o a proporcionarles más de 10.000 árboles para las tierras palestinas, y se han unido a una coalición de otras organizaciones que se oponen al “Muro de Separación” que expropia tierras palestinas, separa a las personas de sus tierras y divide y rodea las ciudades y pueblos.
Desde mi punto de vista, creo que si un grupo de rabinos puede hacer tanto para pedir a su país que sea lo que dice que quiere ser, ciertamente nosotros podemos hacer lo mismo aquí. De lo contrario, si las noticias internacionales que los japoneses y yo veíamos juntos son ciertas, es muy posible que en nombre de la “seguridad”, los demócratas puedan ser los primeros que pierdan la democracia. Entonces realmente estaríamos totalmente inseguros. Y esto sí sería intergaláctico. Enloquecedor. Alucinante. Totalmente absurdo.
Notas de la traductora:
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*Cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor, 110.000 ciudadanos norteamericanos de origen japonés –hombres, mujeres y niños– fueron detenidos como sospechosos, sin pruebas ni juicios ni nada, y llevados a campos de concentración dentro de EEUU donde pasaron unos cuantos años. Uno de ellos es el Campo “Manzanar”, hoy convertido en lugar histórico, que se puede visitar en la turística carretera nacional 395, al pie de la Sierra Nevada Californiana, a la altura de Independence.
**Canción de los años 60 contra la guerra de Vietnam: “Where have all the flowers gone?” La letra en inglés está en la página de arlo.net.
*** Wangari Maathai, abogada keniata, recibió el premio Nobel de la Paz en 2004 “por su contribución al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz”. Ver noticia en NCR.
[La H. Joan Chittister, OSB, pertenece a las Hermanas Benedictinas de Erie, PA, USA. Ella es conferenciante y autora conocida internacionalmente. Directora ejecutiva de Benetvision (benetvision.org). Este artículo se publicó en ncronline.org para la revista National Catholic Reporter. Ha sido traducida por MR para Atrio.org con permiso de la autora]
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