Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Dos fincas y dos llaves

11-Octubre-2007    Juan Luis Herrero del Pozo
    Juan Luis ha escrito siempre con libertad y lo seguirá haciendo en ATRIO. Sus escritos han suscitado casi siempre animada polémica. En éste intenta aclarar más su posición y sus preferencias por un diálogo fructífero, no por la simple polémica. Esperamos que, como siempre, podamos aquí exponer nuestras opiniones, también con libertad, sobre lo que él dice, sin salirnos del tema, con la mayor brevedad posible y sin descalificaciones o ataques personales cruzados. Gracias a todos en nombre de ATRIO.

Persiste el diálogo de sordos en Atrio, el que se mantiene entre los dos extremos más opuestos del pensamiento religioso. Y me temo que no se pueden encontrar, cosa que pondría de relieve la esterilidad de tal debate. En mi opinión, siendo tan apremiante purificar y ahondar la vivencia religiosa válida para el mundo moderno no tenemos derecho a perder el tiempo con quienes lo tienen todo atado y bien atado con el Denzinger y el Catecismo. Nadie tiene por qué impedirles participar –su libertad es nuestra fuerza–. Pero tampoco es necesario entrar al trapo distrayéndonos de lo importante. No lo afirmo a la ligera, aunque me pueda equivocar. En cualquier caso el moderador –que para eso está- tiene la última palabra y, de entrada, la acato sin reticencias.

La imposibilidad de diálogo útil que señalo responde a la realidad, creo yo. Salvo en algún caso concreto, el punto de arranque más básico de cada uno de nosotros nos sitúa en caminos de dirección divergente. Y se impone respetar al divergente. Ni siquiera es productivo no sé qué afán proselitista y menos la intención de avasallamiento irrespetuoso. Al menos, a mi entender, por parte del pensamiento que me voy a permitir calificar de ‘liberado’ no cabe el desdén, propio de mentes estrechas, sino el respeto en sus posiciones que han manifestado bien inamovibles. No vamos a responder con el insulto ni con argumentos impertinentes. Centrémonos sencillamente en lo que consideremos de utilidad para el mundo moderno, conforme al proceso de constante renovación de fondo que parece consolidarse en Atrio. Este centramiento puede hacernos parcos aunque no por eso más ‘sabiondos’: caben, creo, diferentes niveles de reflexión y de experiencia, todos útiles y complementarios. Así evitaríamos ese tropel desaforado de entradas en cada post con más paja que enjundia que desaniman a bastantes eventuales visitantes poco interesados en penetrar en el patio de vecinos en que podríamos convertir este ya prestigioso foro. Importa caer en la cuenta de que no vale mezclar el agua y el aceite y de qué presupuestos arranca cada uno. Intentaré un símil que tal vez ayude a alguno.

1) Un símil malintencionado.

Imagino dos grandes fincas, contiguas aunque separadas por robustos muros. Una llave maestra abre hacia el interior de la primera: abigarrado complejo de construcciones y callejuelas sinuosas como de un laberinto sin aparente salida Resulta agobiante, uno se pierde por más que afanosos guías te guíen mediante consejos y explicaciones alambicadas que incrementan la sensación de haber caído prisionero de una madeja inextricable de complicadas construcciones. Es la teología ‘clásica’ (por evitar términos peyorativos) en la que muchos viven la sensación de constricción, pensamiento forzado, excesiva credulidad, escuálido espíritu crítico. ”Pensamiento siervo” llamaría yo a tal teología (válida en su tiempo). Es claro que la llave mencionada ni tan siquiera entra en la cerradura del portón vecino. La otra llave (¡clave!), robusta y escueta, desemboca en una finca de amplios horizontes, oxigenada, con frondosas choperas, sin apenas construcciones. No debió ser siempre así: se perciben a lo lejos algunas máquinas y camiones que acarrean hacia fuera montones de escombro de viejas construcciones inservibles. Ésta simbolizaría la teología ‘moderna’ (la heredera del pensamiento ‘ilustrado’, de la buena Ilustración). Me parece que su mejor denominación sería “pensamiento liberado”, por liberado y por liberador. ¿Pueden ambos sectores entenderse? Parece harto difícil y la actual coyuntura eclesial lo avala: la razón es que no disponen de la misma ‘clave hermenéutica’. Tampoco ocupan posiciones simétricas. Los del pensamiento liberado habitaron largo tiempo la otra finca y conocen al dedillo sus trampas y laberintos. Lo sorprendente es que ambos grupos humanos son vecinos y se aprecian sinceramente por reclamarse del mismo jefe de fila, Jesús. Se quieren pero no hablan un lenguaje común. Lamentablemente tampoco escasean excelentes teólogos, buenos profesionales que, por miedo al escándalo de los débiles, o a la autoridad o a la pérdida de su reconocida imagen intelectual, alimentan la ambigüedad.

Mi itinerario personal de casi cincuenta años me ha vuelto cauto, incluso desconfiado: de la filosofía escolástica de un seminario español ultraconservador caigo en un ambiente internacional liberal que quiebra mis seguridades. Descubro la “Nouvelle Théologie” pero Roma condena a los curas obreros. Se rehace la esperanza con el Concilio pero más de uno se pone en guardia ante el popurrí de textos –en aras de la unidad– que se dan de bofetadas. Concluido el Concilio la curia romana deglute la colegialidad episcopal. Permanece el entusiasmo, no obstante, hasta que aborta la esperanza del papa Luciani y llega Juan Pablo II. Sistemáticamente, como una apisonadora, va colocando obispos adictos en todo el mundo y se echa en los brazos de los movimientos más conservadores. Su mentor y gran inquisidor, Ratzinger, le sucede y se ocupa de los cabos sueltos… ¿Obra todo del Espíritu? La calle dice que el Padre eterno lo envía de vacaciones a Roma que aún no conoce.

Más de un amigo, en medio de tanta conmoción se deja escapar por el desagüe al bebé con el agua del baño. Yo tal vez me salvé por descubrir que el Espíritu no sopla donde quiere sino donde le dejan. ¡Ah! ¡dónde le dejamos! O sea que Dios ¡no maneja los hilos de la historia! Voy cayendo poco a poco que es preciso optar o por la magia o por la sensatez. Y pienso que eso ha salvado mi fe. Pero preciso es reconocer que cada una de las fincas, gracias a su particular llave, es fiel a su lógica interna y no parece fácil cambiar de mansión.

2). La ortodoxia ‘sierva’.

Se siente libre, no obstante, porque dice que ha optado libremente. Tiene muy claro que dispone de una fuente especial de conocimiento, la sabiduría de Dios. Él se ha revelado interviniendo en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, como señalan las Escrituras, y nos ha transmitido un paquete de conocimientos (el famoso ‘depósito’ de la dogmática), conocimientos que jamás habrían alcanzado las solas fuerzas humanas de la conciencia. Su presupuesto, el hecho de la revelación divina, aunque nunca asentado como plausible, les permite jugar con ventaja. Que es, al mismo tiempo, su debilidad. No porque hoy entiendan la revelación como un ‘dictado’ ya que aceptan que tiene lugar al interior de la experiencia religiosa del profeta. No obstante, con ello no se resuelve la inasibilidad del acontecimiento revelador sino que se aplaza: habrá que garantizar que la revelación no es invento de un falso profeta o mera experiencia subjetiva no superior a las que la iglesia ha llamado ‘revelaciones particulares’, sin la dimensión universalizable de la revelación ‘oficial’.

Esta intervención reveladora divina abre más interrogantes de los que aclara. Para empezar, antes de asentar el hecho, preguntemos descaradamente por el derecho: ¿Puede Dios revelar? ¿qué entendemos por revelar? ¿una aportación exógena en el sentido de añadida por no incluida en los procesos dinámicos naturales de la conciencia honesta? ¿puede Dios intervenir de tal guisa en la evolución cósmica? ¿o no implicaría tal intervención una primitiva y burda forma antropomorfa de entender la interrelación Transcendente/inmanente, Necesario/contingente, Increado/creado? La pregunta es decisiva y nuestros atavismos mentales se resisten a abordarla: es el problema de la concepción mágica en el modo de entender la relación Dios/criatura.


    (El grueso volumen de filosofía de la religión “Enigma y el Misterio” del eminente autor J. GÓMEZ CAFFARENA (Trotta 2007) es de muy útil lectura para quien sea lego en pensamiento metafísico que es insoslayable en filosofía seria y más concretamente en el tema que nos ocupa (otra cosa es el tratamiento pastoral que de todos modos habrá que hacer). Personalmente su rigor expositivo me cautiva. Simultáneamente constituye el mejor espaldarazo para mis tesis: ningún análisis del autor las invalida. No obstante, llegado al último capítulo “•Dios, Señor de la historia” (la Providencia en general), su discurso se asienta sobre la posibilidad de revelar de Dios todopoderoso (¿no parece algo obvio?). No es que carezca de atisbos particularmente perspicaces pero le encuentro un pequeño deficit: no considera todavía el concepto de magia; no extrae todas las consecuencias de su tan depurado concepto de creación de hondo sabor zubiriano que tanto puede ‘dar de sí’… No obstante me parece, salvo mejor aviso, que sólo nos separa el grosor de un pelo de conejo).

Una vez aceptada la revelación en la teología clásica sin suficiente depuración metafísica, todo lo demás viene por su pie. La Escritura consigna dicha revelación y así es, pues, Palabra de Dios, venerable, icónica, adorable, casi idolatrada. Sin embargo, supuesta su mezcla de elementos culturales (relativos y superables) humanos y divinos, ahí es nada la dificultad de discernimiento entre ambos. Tarea estrictamente humana (¿para garantizar la fe?) la de tal discernimiento gracias a los adelantos científicos de la crítica histórica en busca del sentido real del texto. Aun cuando éste quede bien establecido el tejido cultural de la Biblia permanecerá en su índole de reflexión histórica del pueblo de Israel, evolutiva, imperfecta, inacabada y no exenta de afirmaciones contradictorias respecto a acontecimientos, creencias, verdades y posturas morales. ¿Cómo aislar en la Biblia lo que es verdadera Palabra de Dios de lo que no lo es? La decisión será por demás humana y, por ello, discutible.

Mas no hay que preocuparse. Todo está bien atado ¿Cómo iba Dios a descuidar semejante callejón hermenéutico? Para eso previó una interpretación autorizada, la de la Iglesia. Antes de ninguna declaración explícita fue tomando cuerpo la conciencia de que la fe comunitaria interpretaba la Escritura, sin mostrar mayor reparo en reformular textos y tradiciones y producir interpolaciones (como reconocen tantos exegetas).

No todo era, sin embargo, pensamiento unánime. Desde el mismo siglo primero surgieron desavenencias que acarrearon condenas y exclusiones. Con mil matices el juego humano inevitable del poder producía banderíos y progresivamente se sintió la necesidad de buscar más la uniformidad que la pluralidad.

Uno de los principales esfuerzos de los dirigentes fue, como era natural, reclamarse del Maestro en sus orígenes. Hoy en día sólo un talante más plural y respetuoso ha llegado a poner en tela de juicio la fundación de la Iglesia por Jesús, y con más rotundidez aún la de un sacramento del Orden jerárquico y nada digamos la fundamentación bíblica del Primado de Pedro y de sus sucesores. Cada día se hace más dominante la convicción de que no entraba en el proyecto de Jesús la fundación de ninguna nueva religión. Su talante de fondo fue netamente desacralizador.

Cuanto más avanza el estudio científico de la Iglesia, de los dogmas y de las mismas Escrituras más retroceden los asertos tradicionales de la teología clásica. Lamentablemente tal reestructuración doctrinal no llega al pueblo cristiano, se suele quedar en círculos teológicos restringidos con decididas y fuertes discrepancias dentro de los mismos. A cuenta de lo cual reconozco que los debates en el portal ATRIO son, en la ocurrencia, serios pero nada estridentes. Y en este marco reconozco mi clara apuesta por el desmonte del constructo clásico porque las creencias tradicionales me parecen un insulto al pensamiento crítico y, sobre todo, porque han sido y siguen siendo un obstáculo para el descubrimiento y la prosecución del proyecto del Reino.

Ahora bien, dentro de la finca de la ortodoxia ‘sierva’ esto resulta provocador, escandaloso y repulsivo. Los patrones mentales están tan arraigados desde los pliegues más íntimos de nuestra infancia –o de una ‘conversión’ por contacto con medios conservadores- que resulta si no imposible, sí en extremo difícil dar el salto a la otra finca. A tal propósito hablo de diálogo de sordos o de diferentes galaxias… Dentro de los esquemas clásicos un cristiano medianamente culto es irrebatible: ¿cómo va a dejar de ser libre por aceptar, en última instancia, la palabra de Dios? Lo de que el Espíritu sea el principal agente de la elección papal tanto de la de Juan Pablo I como de la del II, como de la de Alejandro VI ¿cómo lo va a poner en duda? Es verdad que las realidades humanas se lo ponen harto difícil a veces, tanto al cristiano como al mismo Espíritu, pero siempre existe una salida: los caminos de Dios son insondables. Así, tal vez a Juan Palo I se lo llevaron de alguna manera por delante pero fue por el bien de la Iglesia que estaba operando una mala interpretación del Vaticano II. Juan Pablo II y el actual Pontífice están devolviendo las aguas a su cauce. Cierto que los templos se vacían pero en ello se manifiesta temporalmente la fuerza del Maligno a través del materialismo hedonista, el relativismo y pluralismo religioso, la secularización, la descristianización de Europa y la patética soledad de la Iglesia de Roma única verdadera. En cambio, el Espíritu se manifiesta en que los seminarios de los movimientos más conservadores (Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo, Focolares, etc. ) están a rebosar: La mejor prueba de la divinidad de la Iglesia es que ni ella misma ha sido capaz de autodestruirse en 20 siglos. Y así todo lo demás por el estilo. Nuestros hermanos más conservadores son irrebatibles dentro de su lógica y es tarea inútil pretender penetrar en su finca con la llave de la otra. ¡Osar entender la persona de Jesús en clave evolutiva, es decir, libre y potencialmente pecadora! Con lo cómodo que resulta esgrimir como ontología y no como metáfora que “el Logos se hizo humano”! ¿Quién se atreve a poner en tela de juicio el modo clásico de entender la revelación de Dios y su transmisión autoritativa por el Magisterio? Llegados a este punto hasta teólogos progresistas se encogen, temen escandalizar al pueblo sencillo y, en el mejor de los casos, prefieren la ambigüedad a poner en peligro la unidad. Ya lo hicieron los obispos yuxtaponiendo en el Concilio textos de teologías claramente opuestas para votarlos por casi unanimidad. Salvaron la unidad entonces y nos dejaron el ‘marrón’ a los de ahora: las dos tendencias eclesiales más enfrentadas se amparan en el Concilio, en lo que dijo o en lo que calló, en lo que es el espíritu o lo que es la literalidad… Interminable debate, sin embargo ¿no es el Concilio un acto magisterial de primer orden avalado por el Espíritu de Dios? Pero ¿cómo discernir el verdadero Concilio?. No existe el problema, en caso de dificultades hermenéuticas habrá que recurrir a los anteriores, el Vaticano I, el de Trento…Y prosigue el diálogo de sordos. Por cierto, no son los más ortodoxos quienes van a descubrir las contradicciones históricas del dogma manifiestas en el Denzinger ni van a subrayar que el Magisterio no ha dejado de condenar, en algún momento desde la Ilustración, ni una sola de las libertades modernas en que se asienta la democracia: libertad de religión, de pensamiento, de expresión, de asociación, de autonomía de lo temporal, igualdad de la mujer, etc. etc. Hasta los Estados Pontificios eran de derecho divino puesto que lo era la autoridad suprema del Pontífice sobre reyes y emperadores. Las contradicciones, incluso aceptada por hipótesis la lógica ‘sierva’, se multiplican y el desasosiego rayano en esquizofrenia acecha a los católicos: unos “buscan”, sí, buscamos (¿por que nos lo reprochan?) con espíritu crítico y buen sentido común, otros se encierran en sus seguridades y otros muchos, cansados y escandalizados, hacen mutis por el foro. Más de uno de estos últimos, en contacto con los nuevos horizontes que se abren descubren que no tienen que sacrificar la racionalidad y retoman en consideración el enigma de Dios. ¡Grave responsabilidad la de todos!

3). Pensamiento ‘liberado’.

Son muchos en este foro los habitantes de esta finca. Somos libres mas no ácratas : nada más exigente en la vida diaria que descubrir la autonomía de la conciencia y la propia responsabilidad. Y ésa es precisamente la clave de este pensamiento que comenzó a gestarse en la revolución copernicana de la Ilustración (sin ignorar los no pocos hijos espurios que amamantó, el materialismo capitalista como el más pernicioso de todos).

El Pensamiento ilustrado no es un monolito y se ha desplegado paulatinamente. Pero tiene una clave que se llama ‘autonomía’. De la visión teocrática de un mundo colgado mágicamente de Dios hasta la última parcela de realidad el pensamiento científico se independizó primero de la teología y luego provocó el despegue del resto: visión cosmológica, pensamiento filosófico, organización social y política, pensamiento religioso, crisis del dogmatismo y autoritarismo eclesial… Lo que finalmente fue reconocido -aunque a regañadientes y parcialmente- como autonomía de lo temporal. Pues bien, a mi modesto entender esta autonomía no alcanza lo mejor y más enjundioso de sus posibilidades mientras no se descubre cuál es la raíz profunda de todo el montaje mitológico de todas las religiones cual es la insidiosa carcoma del pensamiento mágico. Una intuición, en definitiva, tan sencilla como lo del huevo de Colón: cuando Dios crea el cosmos -por hablar humanamente-, lo hace en serio y no está luego retocándolo porque quiere completarlo (lo sobrenatural) o arreglar los desaguisados de sus criaturas inteligentes que se le han desmandado (la salvación). Es el nivel de lo sobre-natural, el que, como la misma palabra lo dice y así se ha entendido durante siglos, no va incluido en la naturaleza de las cosas creadas y es objeto de una gratuidad especial de Dios. No es que haya dos ‘momentos’ en la creación (la originaria y la ‘nueva creación’), nos advierten algunos, pero sí dos niveles de realidad intramundana, el de la Naturaleza y el de la Gracia salvadora no incluida constitutivamente en aquella sino ‘gratis data’. ¿Qué función específica, si no fuere así, se va a atribuir al proceso de ‘divinización’ de la figura de Jesús que culmina en la identidad Dios/Hombre? ¿Por qué Jesús tiene que ser Dios si no es porque el nivel de la Gracia salvadora desborda constitutivamente el de la Naturaleza? En el mejor de los casos la Gracia ‘emerge’ de la Naturaleza pero pudo no haber sido así y los seres inteligentes podrían haberse quedado cerrados en su simple ser natural. ¿Que los seres humanos pecan? Teóricamente ahí podría haberlos dejado Dios. Pero no lo hizo y envió a la segunda Persona de la Trinidad ¡Nada más diáfano que la doctrina tradicional!

Como si la propia creación ‘natural’ no fuese la gran encarnación de Dios, su emergencia, su kénosis y su prolepsis, el todo constituyendo el gran Don de Dios, sin más distinción entre tales ‘momentos’ que la concreción histórica de una libertad en construcción. En la creación emerge ya como no dentro de la evolución de las especies un ser inteligente y libre, llamado como no podía ser de otro modo a la Plenitud de Dios. Un ser libre, inevitablemente precario, dotado constitutivamente de la libertad de autocentración como de la de recuperación. ¿Dónde descubrir en esta realidad humana en evolución la necesidad de un Salvador añadido? Dios al mismo tiempo que crea está ya salvando porque crea en serio: “y vio que todo era bueno”. En el sugestivo pensamiento zubiriano la salvación es lo que la creación ‘da de sí’, la ‘natura naturans’ que “da de sí” toda la ‘natura naturata’.

Estas perspectivas metafísicas son tan naturalmente autosuficientes (siempre ‘Deo fundante’, claro está para el creyente) que todo lo demás que se añada como nueva intervención divina es simple mitologema, válido como símbolo, supérfluo como historia de Dios.

No cabe duda que todo esto provoca un seísmo en la doctrina tradicional porque la carcoma de la magia que hace de Dios agente causal manipulador de la historia está infectando el pensamiento religioso en su misma raíz. Y así parece que no somos capaces de entender a un Dios amorosamente providente si no es imaginándolo como manipulador de los hilos de la historia, como actor que interviene en el mundo, que es como funcionan todos los agentes eficaces que conocemos de tejas abajo. Precisamente porque Dios es tan infinitamente diferente de los referentes habituales de nuestro pensamiento es por lo que es inevitable recurrir al nivel metafísico para decir de Él que es Fundamento óntico más bien que causa (es una satisfacción coincidir una vez más con Caffarena en esto). Hay quien se niega a basar su espiritualidad en algo tan abstracto sin percatarse que, en el discurso humano, cada nivel desempeña una función: el metafísico busca soslayar algo tan burdo como el pensamiento mágico. Luego está la función de la metáfora, el símbolo, la poesía y, sobre todo la experiencia del silencio contemplativo para alimentar el corazón. Aunque siempre la reflexión seria y la misma vivencia interior acabarán dando razón a la metafísica (la mística que es la metafísica del corazón) expresando el misterio en términos dialécticos: Dios Presente-Ausente, ‘lo más íntimo de mi mayor intimidad’ aunque ‘dónde te escondiste, amado’.

Desde que escribo y hablo sobre este tema, la experiencia es muy significativa. Algunos se ofuscan y bajan la persiana porque les incomoda un visitante que desestabiliza sus seguridades dogmáticas. A la mayoría se les esponja el alma, se les llena de gozo y de un sentimiento de liberación que les ayuda a avanzar espiritualmente (como testifican algunas contemplativas). De ellos, algunos “caen en la cuenta” del contenido metafísico de lo que llamo superación del pensamiento mágico. Otros, con menor entrenamiento filosófico, “caen en la cuenta” al estilo de una intuición y se produce en su mente un giro religioso copernicano.

Por mucho que he solicitado insistentemente la crítica de estos planteamientos mis interlocutores me han dado la impresión como de que se quedan suspensos y sin respiración. Sigo esperando alguna evaluación rigurosa que no se limite a pedir que sea más benigno con personas e instituciones. Tengo la casi total certeza de que la intuición básica se abrirá camino aunque sea con matices. No puedo desarrollarla en este breve escrito. Está hecho en “Religión sin magia” y otros múltiples escritos. No obstante…

4) ¿Tan difícil es de entender lo del pensamiento mágico?

Substancialmente se trata de algo muy simple:

La que llamamos acción creadora (concepto que sigue exigiendo ser depurado) consiste por parte de Dios en hacer surgir un cosmos dinámico, es decir, en construcción (‘in fieri’, en devenir, en su ‘dar-de-sí’ intrínseco) en el cual, por su propio dinamismo interno y, por consiguiente, sin necesidad de recurrir a un accionar divino añadido (sobrenatural), van emergiendo nuevas configuraciones de la materia/energía y, ya dentro del despliegue de las especies vivas, emerge la conciencia inteligente y libre. En la misma dinámica, la conciencia dispone de todas las capacidades para crecer y avanzar hacia una Plenitud (el Ser trascendente. Dios-a) que no puede no serle asignada, salvo que reduzcamos la tal conciencia a ‘pasión inútil’, pulmón sin oxigeno, estómago sin alimento, sed sin agua, en una palabra, realidad sin sentido.

¿Cómo descubre esta conciencia el Misterio de lo divino? Al interior mismo de sus propias posibilidades, de la que denominamos experiencia religiosa subjetiva y ¿cómo no? con el aporte de la riqueza intersubjetiva, de las experiencias y testimonios de los demás. Pero, sobre todo, esta experiencia tan sólo está validada y se alza al nivel de fe religiosa viva, en la apertura y entrega al prójimo. Hasta el punto –y esto es decisivo- que tal entrega (en justicia y amor) vehicula e implica la afirmación vital de Dios incluso cuando se le niega conceptualmente (Mat.25). Esta experiencia de conciencia no reviste, por tanto, necesariamente ningún carácter extraordinario. Si se da es dentro del marco y en razón de los propios condicionantes humanos.

Así el descubrimiento (desvelamiento) de Dios, que siempre fungirá como fundamento óntico de todo, es una realidad estrictamente natural. La ‘autonomía’ de lo natural –visión no mágica de la creación en todos los órdenes- excluye cualquier modalidad de intervención divina propiamente tal como revelación, iluminación, aporte de conocimientos (verdades), inspiración, etc. No existe el nivel de lo sobrenatural porque lo natural, fundado en Dios, se basta. Quien tacha esta concepción de neo-pelagianismo no sabe lo que se dice: es puro anacronismo religioso y cultural trasladar a la actualidad la crisis y planteamientos pelagianos..

La magia, en este sentido religioso-metafísico, se traduce, pues, y se encarna en un intervencionismo divino al margen o más allá de las causas naturales para sustituirlas, modificarlas o complementarlas.

Con lo dicho, o al menos con los otros desarrollos de los escritos aludidos, cualquiera es capaz de deconstruir el resto del edificio mitológico-dogmático y disponer de un terreno despejado para ir al encuentro del Maestro de Nazaret y con él de los hermanos para la construcción de ese ‘otro mundo alternativo posible’ (el Reino).

Logroño 9 octubre 2007-10-09

Al Che Guevara, maestro en humanidad, en el 40º aniversario de su tránsito.
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