Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Una oportunidad perdida

14-Octubre-2007    Joan Chittister
    ¿Cómo se defiende la democracia y la libertad de expesión? ¿Cómo se consigue la distensión? El cambio profundo que se está experimentando en Estados Unidos respecto del talante democrático que estuvo en vigor incluso durante la guerra fría es analizado en este lúcido artículo de la hija periodista de San Benito, el de la hospitalidad como pimer deber.

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La visita del Presidente Ahmadinejad a Estados Unidos: una oportunidad perdida.

Mahmoud Ahmadinejad, presidente de Irán, parte del “Imperio del Mal” del presidente George Bush, vino a Nueva York la semana pasada. Nos preguntamos quién sabe algo y a quién le importa y quién sabe lo suficiente para que, en cualquier caso, le importe algo racionalmente?. Buenas preguntas.

Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Pew sobre “religión y vida pública”, 59% de más de 3000 personas que respondieron sabían muy poco, o nada, sobre las prácticas islámicas. Pero 70% de los no musulmanes dijeron que sabían que el Islam era muy distinto de sus propias creencias religiosas (Los Angeles Times, miércoles, Sept 26, 2007). Simultáneamente, va en aumento el número de ciudadanos americanos cuyas actitudes hacia los musulmanes no son favorables. Lo que es más desconcertante es que muchos americanos no conocen personalmente a ningún musulmán. La encuesta descubrió que aquellos que conocen a algún musulmán tienen más probabilidades de tener una actitud positiva hacia el Islam que aquellos que no conocen a ninguna persona musulmana.

El problema está claro: si los sentimientos entre los dos grupos se endurecen –uno teme la violencia y el otro los prejuicios– el mercurio de la animosidad hacia el otro grupo también sube en los dos grupos. Y, a la vez, sube la probabilidad de que haya una polarización civil y, eventualmente, se declare una guerra global. Está claro que cada uno tenemos un interés personal en la paz, tenemos la responsabilidad de no permitir que nuestros gobiernos elijan por nosotros a nuestros enemigos. Está claro que los prejuicios son la base de la guerra, en lo que se apoyan los gobiernos en guerra para conseguir apoyos, son la estrategia de la amenaza nacional que los gobiernos utilizan para conseguir que un pueblo se aleje de la paz. Y todos hemos visto que se ha utilizado. Es “las armas de destrucción masiva” que estaban sólo a 12 minutos de distancia de nuestras costas, según el presidente Bush y el primer ministro Tony Blair. Sabemos que esta estrategia funciona. Ya hemos estado allí. Y miles de personas ahora están pagando por este subterfugio.

Pero durante todo el tiempo hablamos de “libertad de expresión”. Es la bandera debajo de la cual nos mantenemos, es el americanismo del que estamos muy orgullosos. Durante mucho tiempo, los diplomáticos americanos mantuvieron contactos con diplomáticos soviéticos en los años de la peor amenaza que el mundo ha conocido. En el punto de mira de las armas nucleares de cada uno había un teléfono rojo en una mesa del Kremlin y otro en la Oficina Oval en Estados Unidos, para asegurarse de que los prejuicios o temores no conducían a ningún oficial de rango inferior a causar un accidente, a hacer un cálculo erróneo, o una mala reacción que pudiera empezar el final del mundo.

En nuestra propia época, nos dijeron que una nación asolada por las sanciones estaba preparada para destruir a occidente de un plumazo. Y nos lo creímos a pesar del escepticismo con conocimiento de causa de la mayoría de los otros países del mundo. Ahora nos dicen que otro país, otro hombre, el mismísimo Mahmoud Ahmadinejad, también tiene el poder –tiene la intención– de destruirnos. Como si fuéramos gatos husmeando el queso de una ratonera, algunos piensan que nos estamos preparando para otra invasión. Esta vez es Irán.

Y en el centro de este asunto, ciertamente, están tanto la comprensión como la libertad de expresión. Los participantes en la encuesta dicen que nos falta compresión. Dicen que tenemos libertad de expresión. Pero una depende de la otra. En cuyo caso, olvidémonos de las debilidades de Irán: podemos haber fallado miserablemente a nuestros propios principios.

En la actual estructura de gobierno de Irán, según la Iran Chamber Society*, una decisión –toda decisión– es legal y efectiva sólo después de ser aprobada por el Jefe Supremo, que es un clérigo. En este caso es el Ayatollah Ali Khameini. Incluso las elecciones nacionales deben ser aprobadas por escrito por el Jefe Supremo para ser legales. El Jefe Supremo controla también las fuerzas armadas y todas las operaciones de seguridad e inteligencia. Sólo él puede declarar la guerra o la paz. Él nombra a todos los jueces, las cadenas de radio y televisión y el Consejo de Guardias.

El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, tiene un alto perfil público, pero está subordinado al Jefe Supremo en todos los aspectos. Según la Iran Chamber Society, “Iran es el único estado en el que el ejecutivo no controla las fuerzas armadas”. Moraleja: si tenemos que temer a alguien en Irán, ese no es Ahmadinejad. Por mucho que nos parezca extraño, impredecible, errático o amenazador, él no puede pulsar ningún botón, enviarnos tropas o construir ninguna bomba. Nosotros le hemos convertido en algo mucho mayor de lo que es en realidad.

Esto debe ser lo primero que tenemos que entender.

Después, quizá debiéramos mirar a nuestra propia historia y al uso actual de “libertad de expresión”. Este es un país que en 1960 recibió a Nikita Khruschev** con 21 salvas en la Base Aérea Andrews en Washington, le condujo junto con el Presidente Eisenhower en una cabalgata presidencial de 13 km por Washington hasta su residencia, le hizo partícipe en conversaciones con una representación de oficiales de alto rango, le paseó por Manhattan, San Francisco y Los Ángeles, terminando su estancia con una visita a Camp David. Este país empleó toda la cortesía para reunirse con sus adversarios, hablando y escuchando al líder soviético de turno durante 30 años, hasta acabar así con la guerra fría.

Esto era “libertad de expresión” para nosotros y para ellos.

En la actualidad, nuestra administración no quiere hablar con los que llama nuestros enemigos. Un rector de una de nuestras universidades más ilustres, el rector de la Univesidad de Columbia Lee Bollinger, presentó en el aula a Mahmoud Ahmadinejad, un dignatario extranjero, con una sarta de insultos y la policía municipal se negó a permitirle a un líder extranjero –que, se dice, no tiene más poder que el Príncipe de Gales– visitar la Zona Cero para depositar una corona de flores.

Nos debemos preguntar qué habríamos podido aprender si le hubiéramos dejado presentarse a él mismo sin tener que ponerle etiquetas nosotros antes. Debemos pensar que tal vez estaría realmente tratando de acercarse un poco, lo contrario que sucedió al negarnos a darle la mano. Debemos pensar qué habría podido pasar si hubiéramos aprovechado la oportunidad para hablar con él con normalidad. ¿Qué habría pasado si ambas partes hubiéramos visto a la persona humana en la otra parte? Y más importante que eso, ¿qué habría pasado si hubiéramos estado nosotros mismos en su lugar?

Nos tenemos que preguntar qué queremos decir realmente con “libertad de expresión” y para quién.
Sin embargo, hubo un punto bueno en toda esta debacle. Un grupo de ciudadanos americanos confió en que merecía la pena arriesgarse con el proceso de libertad de expresión. En una capilla al otro lado de la calle de las Naciones Unidas, en una reunión que se llevó a cabo sin publicidad, un grupo de líderes cristianos de EEUU y Canadá –un cuáquero, un católico, un anglicano, un bautista y un representante del Consejo Mundial de las Iglesias– ante un auditorio de 140 líderes religiosos, mantuvo una sesión de 2 horas de preguntas y respuestas con el Presidente Ahmadinejad, que se mostró sencillo, respetuoso y honesto. No se evitó ningún tema. No se rehusó la contestación a ninguna pregunta. No se profirió ningún insulto (The New York Times, Goodstein, “Ahmadinejad Meets Clerics,” September 27, 2007 ).

¿Sucedió algo? En el ámbito de las posturas políticas inmediatas, probablemente no. Pero sí indicó a las dos partes que era posible retirarse un poco de la parte más visible –si realmente crees en la libertad de expresión. Y ha podido indicar al resto del mundo que eso de “ser cristiano” existe.

Desde mi punto de vista, aquel momento era una llamada a la madurez tanto espiritual como política. Se nos escapó una. Gracias al coraje de unos pocos, quizá hemos podido salvar la otra.

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Nota del Editor del National Catholic Reporter: el editor Tom Roberts asistió a la reunión entre Ahmadinejad y los líderes cristianos. Puedes leer su artículo en el número del 12 de Octubre del National Catholic Reporter.

Notas de la traductora: *Esta es una sociedad sin ánimo de lucro, apolítica, no religiosa, para el estudio de la historia y la cultura de Iran. Su página web: www.iranchamber.com

** Fue el primer secretario de Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1953 y 1964 y Presidente del Consejo de Ministros de 1958 a 1964, fecha en la que su partido le retiró del poder. En su haber tiene, entre otras acciones, la brutal represión de la revuelta húngara en 1956 y la construcción del muro de Berlín. Fue también el responsable de la crisis de los misiles cubanos (Bahía de Cochinos).

[La H. Joan Chittister, OSB, pertenece a las Hermanas Benedictinas de Erie, PA, USA. Ella es conferenciante y autora conocida internacionalmente. Directora ejecutiva de Benetvision (benetvision.org). Este artículo se publicó en ncronline.org para la revista National Catholic Reporter. Ha sido traducida por MR para Atrio.org con permiso de la autora]

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