Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

CRISTIANOS HOMOSEXUALES DE MADRID

DECLARACIÓN SOBRE LA INSTRUCCIÓN «LOS CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL EN RELACIÓN CON LAS PERSONAS DE TENDENCIAS HOMOSEXUALES ANTES DE SU ADMISIÓN AL SEMINARIO Y A LAS ÓRDENES SAGRADAS»

Las Cristianas y Cristianos de Madrid Homosexuales queremos hacer pública nuestra disconformidad con esta Instrucción promulgada por la Congregación para la Educación Católica y aprobada por el Papa Benedicto XVI con fecha de 31 de agosto de 2005. Esta Instrucción atenta gravemente contra nuestra dignidad humana y cristiana por las siguientes razones:

1. La jerarquía de la Iglesia Católica pretende «aplicar la doctrina Conciliar sobre este tema y hacerla más explícita y adecuada al mundo contemporáneo». No existe en el Concilio Vaticano II, en el Decreto Optatam totius sobre la formación sacerdotal, ninguna referencia a la realidad de personas homosexuales; por tanto, consideramos una manipulación del texto Conciliar la presunta adaptación al mundo contemporáneo de la presente Instrucción que no está guiada por la renovación de la Iglesia a la luz de los «signos de los tiempos».

2. Con respecto a la madurez humana, el Concilio habla de «cierta estabilidad de ánimo, la facultad de tomar decisiones ponderadas y el recto modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres». ¿Realmente cree la jerarquía de la Iglesia que las personas homosexuales carecemos de estas aptitudes? Cuando se habla de las personas homosexuales como carentes de madurez, ¿se está diciendo que somos enfermos mentales, que no tenemos control sobre nuestra vida, pensamientos, sentimientos, decisiones? ¿Se está diciendo que carecemos de valores y no podemos guiarnos por un proyecto de vida? Afirmar estas consideraciones atenta contra la dignidad y derechos humanos de homosexuales; derechos reconocidos por la sociedad en países democráticos. La postura de la jerarquía de la Iglesia sólo es equiparable a la de naciones donde no se respetan los derechos y la dignidad de los homosexuales; países victimas de fanatismos religiosos o de dictaduras.

La Jerarquía de la Iglesia pide que se respete a las personas homosexuales sin discriminación, pero, con su actitud y sus palabras, está fomentando la homofobia: esta conducta es grave y responsabiliza a la jerarquía de las injusticias y marginaciones que puedan sufrir las personas homosexuales. Su paternalismo es equivoco; no queremos ni debemos ser tratados como menores o incapacitados que cuidar: somos una parte de la sociedad y de la Iglesia con los mismos derechos y deberes que los heterosexuales.

3. La Iglesia jerárquica no es imparcial en el uso de la ciencia psicológica. La comunidad científica internacional no ha incluido la homosexualidad entre las enfermedades, desordenes o desajustes psicológicos. Los desajustes que la Iglesia atribuye a los homosexuales se deben a la presión social y eclesial a las que han sido sometidos durante siglos. Esta presión les ha hecho vivir ocultando su sexualidad y afectividad, así como la expresión en libertad de su personalidad. No es un problema de la homosexualidad, sino de marginación y culpabilidad de la que la Iglesia jerárquica es responsable.

Por lo que respecta a la distinción entre actos y tendencias profundamente arraigadas, es sólo demagogia. La persona es una única realidad; el acto es la forma de expresión de la tendencia. El acto homosexual puede ser pecado, como el heterosexual, cuando no está orientado por el amor. La pareja homosexual vive el amor, la fidelidad, la mutua entrega y el compromiso de una manera realizadora y personalizante. La promiscuidad, la pedofilia y otras prácticas sexuales consideradas pecaminosas las compartimos homosexuales y heterosexuales, sin ser patrimonio ni exclusividad de la orientación sexual. Igualmente, resulta manipulador y erróneo pensar en la homosexualidad como un problema transitorio: ¿es la heterosexualidad un problema transitorio? Este tipo de afirmaciones puede justificar la aplicación a homosexuales de terapias aversivas hacia su sexualidad que causen verdaderos desajustes de la personalidad. La homosexualidad no se «cura» porque, sencillamente, no es una enfermedad; y no puede reconducirse la conducta, pues no se elige ser homosexual: sencillamente, se es.

4. Manifestamos también la disconformidad con la teología de la vocación que aparece en la Instrucción. La vocación es un don gratuito de Dios: «llama a los que Él quiere». Evidentemente, la vocación se asienta sobre una persona con aptitudes, actitudes, valores, experiencias: sobre un ser humano concreto; por ello, la Instrucción viene a decir, por lógica consecuencia de sus planteamientos, que los homosexuales no son receptores de la vocación divina al sacerdocio ministerial, lo cual equivale a afirmar –fuera o no prevista esta consecuencia de las premisas– que Dios hace acepción de personas, dejando a un lado una categoría entera de seres humanos por lo que son. Esto es una afirmación muy grave, y esperamos que la jerarquía caiga en la atención de esta consecuencia, que, como hemos dicho, se sigue en la perfecta lógica de los planteamientos de la Instrucción.

La Iglesia invita a las personas homosexuales a vivir en la castidad para no cometer pecado; sin embargo, no reconoce que esta castidad pueda ser un don dado por Dios a la persona homosexual para vivir su ministerio ordenado. Es un contrasentido, fomentador de incongruencia en su propio discurso, asentado sólo en la ley natural, pero poco en la ley divina. Unido a esto, denunciamos la escasa, por no decir nula, referencia en esta Instrucción al Evangelio. ¿No será que la jerarquía tiene miedo de la gracia?

5. Por último, queremos denunciar la falta de sinceridad de este documento: es obvia la existencia de numerosos homosexuales dentro del presbiterio y la jerarquía de la Iglesia –unos viviendo intensamente su apostolado y otros, una doble vida–. Nosotros no queremos juzgar, pero ¿no se está protegiendo la jerarquía contra sus propios miedos?

Nosotras y nosotros nos sentimos miembros de la Iglesia y creemos que es deber nuestro expresar todo lo expuesto anteriormente. Pedimos a la Iglesia un cambio de actitud, pensamiento y expresión hacia las personas homosexuales. Nosotros alcanzamos nuestra realización y somos felices siendo homosexuales y algunos de nosotros podemos hacer felices a otras muchas personas ejerciendo el ministerio ordenado. La exclusión de la ordenación por razón de sexo u orientación sexual forma parte de la larga historia de errores de los que la Iglesia debe pedir perdón.

COMUNIDAD DE CRISTIANAS Y CRISTIANOS DE MADRID HOMOSEXUALES
(C.A.R.-CRISMHOM DE COGAM)

Madrid 9 diciembre 2005