Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El caso Martínez vs. Martínez

15-Noviembre-2007    -
    La foto del arzobispo de Granada (F.J.Martínez) en el banquillo de los acusados y el relato del caso de la querella “por acoso moral” interpuesta por el antiguo canónigo archivero de la catedral (F.J.Martínez) está en muchos otros medios. Pero nos interesa resaltar cómo cuenta la vista de ayer la redactora de Ideal Rocío Mendoza, se diría que con estupor al ver el choque entre el derecho civil y el canónico. Es el tema al que se refería José María Castillo en un caso concreto.

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    «Me humilló, castigó y atacó mi dignidad»

    El arzobispo se defiende de la acusación de acoso del cura Medina en un juicio histórico. Monseñor negó amenazas o presiones; el cura dice estar enfermo por la vejación sufrida

    Por ROCÍO MENDOZA. Ideal de Granada, 15.11.2007.

Hechos idénticos. Distintas interpretaciones. Martínez y Martínez, el arzobispo de Granada y el cura que lo ha llevado al banquillo en una escena inédita en la historia española, se vieron ayer las caras en el juzgado para explicar sus razones -pero con mucho sentimiento- de un desencuentro vivido en el seno de la Iglesia, de tal envergadura, que tendrá que ser la Justicia de los hombres quien diga la última palabra.

Francisco Javier Martínez Medina fue apartado de su cargo como archivero y responsable del patrimonio de la Catedral, expulsado de su despacho, suspendido de sueldo temporalmente, se le atribuyó una apropiación indebida de bienes y extorsión a la Iglesia en un decreto y hasta se le prohibió ejercer el sacerdocio como castigo por haber denunciado el caso ante un juez. Decisiones todas ellas tomadas por Francisco Javier Martínez Fernández, el arzobispo de Granada.

Estos fueron los hechos que se debatieron ayer. Pero cada parte se mantuvo en su postura de contradicción sobre lo que significaron. No hubo sorpresas. Para monseñor Martínez la cadena de decisiones tomadas fueron fruto de sus obligaciones al frente de la gestión de la diócesis. Pero nunca tuvo intención de dañar a nadie, dijo. Por contra, para Martínez Medina supuso un auténtico acoso más allá de las normas católicas que motivó su querella en los tribunales.

Serio y compungido

El arzobispo fue el primero en explicarse. Lo hizo durante tres largas horas de interrogatorio. Se mostró serio y mantuvo el gesto compungido. Pero comenzó con una advertencia: no iba a contestar a las cuestiones de «naturaleza sagrada» relacionadas con su gestión en la Iglesia y lanzó un símil con el secreto profesional concedido a médicos o periodistas. Y así lo hizo. Hasta el punto de responder al abogado en varias ocasiones: «No es de su incumbencia». Expresiones que arrancó un reproche en pro de la cordialidad del juzgador. Sí explicó que cesó a Martínez Medina, archivero y conservador del patrimonio eclesiástico, porque «perdió la confianza» en él y en su gestión. ¿Por qué? Las explicaciones no se las dio a Martínez Medina cuando tomó esta decisión. «No tengo por qué darla», dijo. En el juicio, sólo la bosquejó.

Irregularidades difusas

Habló de que «sabía por numerosas fuentes» de irregularidades en su gestión, tales como la pérdida de unas fotografías de la Catedral de gran valor, la no entrega de un inventario que hizo y, por último, su negativa a entregarle unos texos para un libro cuya publicación había ordenado paralizar. Acusaciones todas ellas que negó el sacerdote y a las que dio una explicación. Sobre la expulsión del despacho y el cambio de cerradura, atribuyó al deán la decisión.

El origen del delito de calumnias e injurias se encuentra en un decreto en el que se le atribuye apropiación indebida de bienes de la Iglesia y extorsión. «Tenía que motivar mi decisión en el escrito y no lo tomé como un término jurídico», dijo el arzobispo. Por último, para él la suspensión de sueldo temporal y la suspensión ‘ad divinis’ del ejercicio público del sacerdocio «no fueron represalias sino pasos dentro de la disciplina católica». Nunca dijo haber presionado ni amenazado a Martínez Medina. «Fui firme, no amenazante», dijo. Y añadió: «Si de algo puedo presumir es de no haber dicho nunca una mala palabra en su contra».

El cura fue muy claro y dijo todo lo contrario. Para él, la actuación del arzobispo le ha supuesto «un daño personal y profesional muy grande». Me he sentido «humillado» y «atacado en mi dignidad» porque le llamó en una conversación telefónica «desobediente y mal sacerdote».

La acusación de apropiación indebida le «hundió profesionalmente» y dijo nunca haberse llevado nada que no fuese suyo. Sobre su negativa a entregarle los textos del libro que paró, dijo no poder porque la propiedad intelectual era de los autores. El resto del material estaba en posesión de la imprenta y Caja Sur que financiaba la obra. Esta situación vivida, según Martínez Medina, que mantuvo un verbo rápido, claro y satisfecho en la declaración, le provocaron daños psicológicos. Nunca se dio de baja, reconoció. Pero aportó unos documentos relacionados con tratamientos psiquiátricos y con una próxima operación de corazón a la que se someterá. Una situación que vivió su madre, lo que supuso «un agravamiento en su estado de salud» hasta su fallecimiento. El desencuentro sólo tuvo un instante de respiro al final de la intensa sesión de ayer -sigue el miércoles-.

Al final del día, monseñor se acercó al cura y se estrecharon la mano. Martínez habló del dolor que estaba generando la situación. Pero el encuentro fue un intento, un gesto. Al final, discutieron sobre quién sufría el mayor agravio.

rociomendoza@ideal.es

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