Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Migraciones, ¿la revolución pacífica?

26-Diciembre-2007    Honorio Cadarso
    Hace unos días el autor publicó este artículo como un comentario al tema del verdadero sentido de unas navidades sin brillo. Creemos que bien vale la pena destacarlo como entrada a parte e invitar a todos a comentar la original y revolucionaria visión que expresa sobre los emigrantes como fermento de un nuevo mundo.

Quizá la historia nunca se repite, pero no está de más recordar que el agotamiento del Imperio romano dió lugar a la migracion de los bárbaros y al nacimiento de una nueva Europa. Algo parecido ocurrió con los árabes… El problema fue que los receptores se opusieron a los inmigrantes y la violencia qne esto engendró malogró los resultados de estos cruces de civilizaciones.

Tenemos quizá un caso positivo en el que la migración se ha producido sin choques violentos. En la década de los 60, un millón de españoles emigraron a la Europa del Mercado Común, aprendieron (aprendimos) a vivir en democracia, inyectaron divisas en la economía española y se produjo la transición democrática. Quizá nadie hasta ahora se ha parado a pensar en el impacto que produjo la emigración en la transición española. Pero no sería demasiado arriesgado aventurar que fue uno de los hechos determinantes de esa transición, y de la forma pacífica en que se produjo.

Hoy, la inmigración adquiere dimensiones planetarias. El tercer mundo emigra al primer mundo. En nuestro caso, Africa, América del Sur, Pakistán, China, están viniendo hacia nosotros.

¿Se trata del agotamiento de un modelo de civilización? ¿Se trata simplemente de que estamos bajo mínimos en natalidad y el mercado de trabajo no se autoabastece con nuevos trabajadores europeos-españoles?

La estrategia de Europa, de España, frente al fenómeno migratorio, tiene mucho de la que intentaron los del Imperio Romano: de momento estamos amurallando el territorio. Pero la migración sigue, no se puede poner puertas al campo.

Es evidente, la ley de la oferta y la demanda se impone a todas las medidas correctoras: Europa necesita mano de obra, el tercer mundo la tiene de sobra, el trasiego se produce por sí solo. Los parados de Africa y América buscan trabajo aún a riesgo de sus vidas, los empleadores europeos acomodan las leyes y la política para poder disponer de una reserva de mano de obra abundante y barata. Es la ley de la oferta y de la demanda.

Como maniobra de distracción, para la galería, se montan ongs de apoyo a los emigrantes, centros de acogida, empadronamientos, leyes, debates en el parlamento… Todo para dar la impresión de que controlamos el fenómeno, de que intentamos racionalizarlo. Pero la verdad es la otra: la pura ley de la oferta y la demanda dentro del más puro y duro liberalismo económico…

Nos quedan dos salidas: un enfrentamiento violento, al estilo del Imperio Romano; o una política honesta de los gobiernos intentando, en la medida de lo posible, racionalizar el fenómeno.

Es decir, facilitar la incorporación de los inmigrantes a esta sociedad y a este mercado laboral, garantizar a todos los trabajadores el derecho al trabajo en unas condiciones humanas… Dejarse de una vez de parches, caridades y paternalismos y tomar en serio los derechos humanos.

En todo caso, contra viento y marea la emigración-inmigración sigue sus curso. Nuestras ciudades se llenan de chilabas y mezquitas, nuestros colegios de alumnos rumanos, marroquíes, chinos, sudamericanos.
Y en dirección contraria, las economías de Senegal, Bolivia, Pakistán, Rumanía reciben una remesas constantes de euros que dan solidez, fluidez y peso a esos países. La emigración está produciendo poco a poco, por el sistema de vasos comunicantes, un acercamiento de las economías del primer mundo y del tercer mundo.

Hemos señalado la tarea que incumbe a los estados en este proceso. Bueno será también reflexionar sobre el papel de los ciudadanos de a pie.

El inmigrante que llega tiene reservados los peores puestos de trabajo; no es una ley escrita, es un imperativo intocable. Sin embargo, muchos de ellos llegan con títulos universitarios bajo el brazo, con un curriculum de experto en laboratorios de enfermedades tropicales, de arquitectos, de abogados…

A todos nos toca exigir que se les de la oportunidad de trabajar en aquello en lo que están preparados, especializados o vocacionados, en competir en el mercado laboral en igualdad de condiciones con todos los demás.

Algo más: el comercio Africa-Europa está maleado radicalmente por un viejísimo sistema colonial que continúa el espolio sistemático de sus riquezas. Y el de Europa-América del Sur es algo parecido.
Hay inmigrantes que están promoviendo iniciativas de inversiones españolas en países africanos, e intercambios comerciales en las dos direcciones. Inversores españoles compran terrenos en Rumanía, empresas constructoras construyen complejos turísticos allí, el mosaico valenciano está empezando a invadir el mercado rumano.

A nosotros nos toca animar y empujar a los inmigrantes a convertirse en agentes comerciales y promotores de inversiones en sus países de origen. No podemos dejarlos que se pudran de por vida en fundiciones de metales donde se trabaja en condiciones infrahumanas, porque están ellos para soportarlas.

Esas son las Ongs que necesitamos, que nec3esitan los emigrantes. Esas, y unas leyes que lejos de poner el acento en medidas represivas y de freno sistemático a la inmigración, regulen el flujo de emigrantes acompasándolo a los niveles de demanda, y que partan del supuesto de que la tierra está hecha para el disfrute de todos los que venimos a ella y vivimos en ella.

Fracasó la revolución francesa, la de Lenin, muchas más. Tal vez la emigración es el otro camino hacia un nundo nuevo, hacia un mundo mejor?

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