Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Familias, democracia y cristianismo

22-Enero-2008    Uxe Losada
    Aunque trata de un tema sobre el qu estamos ya publicando muchas cosas, sobre todo desde la famosa Manifestación-Liturgia del 30 de diciembre, merece la pena prestar atención a este conciso y claro artículo de un antiguo colaborador de ATRIO, Eusebio Losada `Uxe´, educador y sacerdote.

Todavía resuenan algunas expresiones vertidas en la concentración que tuvo lugar en Madrid el 30 de diciembre que rompieron, a mi modo de ver, el espíritu de paz y concordia que caracterizan a las fechas navideñas y afectaron también a la comunión eclesial. Por eso, respetando las legítimas opiniones y convicciones de quienes no compartan esta sensibilidad, quisiera aportar en clave positiva y propositiva algunos criterios que se refieren a la conjunción de estos tres elementos: familias, democracia y cristianismo. Los enumero así no por casualidad, sino por orden de aparición histórica: primero fueron los clanes y las familias, después las experiencias democráticas y más tarde la fe cristiana. Familia y democracia no son creaciones cristianas, sino que vivimos nuestro cristianismo en las familias y en la democracia.

  • El cristianismo crece y se desarrolla mejor en la laicidad de una democracia que en regímenes autoritarios y confesionales. La experiencia de una dilatada historia de inmoral maridaje me dice que cuando Iglesia y poder político han ido de la mano y se han retroalimentado, se han echado a perder la libertad, la conciencia autónoma de la persona y la fraternidad entre iguales; es decir, han perdido tanto el Evangelio de Jesús como la Democracia. Y han ganado la esclavitud o la infantil dependencia, la alienación de la propia conciencia y la distinción jerárquica entre las personas; es decir, han triunfado la negación del Evangelio y el Absolutismo.
  • La democracia se asienta en el respeto a la pluralidad de cosmovisiones, convicciones, creencias y religiones. Los códigos sobre costumbres y moralidad son diversos en las actuales sociedades. Por ello las leyes, que han de ser garantía de una sana convivencia y cohesión social, han de estar hechas para la totalidad de la ciudadanía y no sólo para quienes defienden un determinado código ético o político, sean una institución social, política o religiosa. El genuino espíritu cristiano nos anima a respetar y a dialogar de igual a igual y a convivir en fraternidad universal con todas las personas, con todas las cosmovisiones, con todas las religiones. Y esto no es relativismo ético, político o religioso, sino condición necesaria para la construcción de una sociedad auténticamente humana; en lenguaje cristiano, del Reino de Dios.
  • La democracia tiene el deber de garantizar la dignidad de todas las personas, reconociendo y desarrollando sus derechos civiles. En lo que a las familias se refiere, ha de regular las uniones de personas del mismo sexo si quiere defender y no discriminar a las personas homosexuales. Lo mismo sobre la igualdad de derechos de la mujer respecto al hombre o sobre el hecho de facilitar los procedimientos burocráticos y jurídicos para que se respete la voluntad de hombres o mujeres que decidan separarse o divorciarse.
  • Ninguna de las formas en que se vive la familia puede adjudicarse en exclusiva el calificativo de cristiana. Es cristiana cada persona que sigue a Jesús de Nazaret y quiere vivir su estilo de vida, su amor a Dios y al hermano, especialmente al más pobre, en su familia, en la comunidad cristiana y en la sociedad. Desde mi punto de vista, no hay un único modelo o forma de familia humana ni cristiana. Esto tampoco es relativismo familiar, sino defensa de todas las familias, comprensión y reconocimiento de las diversas situaciones personales y familiares.
  • Son los valores que se viven en cada familia los que pueden calificarla de auténticamente humana y es la fe de las personas en el Evangelio de Jesús la que hace que sea cristiana. Es decir, es verdaderamente humana cuando sus miembros colaboran en que sea una célula social y un espacio privilegiado para el amor, el respeto, la escucha, el perdón y la recíproca comprensión; para la educación, la libertad y la responsabilidad, para la solidaridad con otras personas y familias. Es cristiana cuando se vive en ella el Evangelio, que incluye, en concordancia con la fe, esos mismos valores, radicalmente vividos desde el espíritu de las Bienaventuranzas. En todas las formas familiares pueden vivirse esos valores o sus contravalores. Y considero que ésta es también una verdad universal, no relativismo. Resulta, pues, más que conveniente el desarrollo de una buena educación para la ciudadanía que ayude a nuestros niños y jóvenes a asumir los valores democráticos y familiares.
  • Si plural es la sociedad en que vivimos, plural es también la Iglesia. Es legítimo expresar opiniones y convicciones, como lo estoy haciendo yo mismo, pero no me parece lícito ni moral pretender hablar en nombre toda la Iglesia descalificando a nuestro régimen democrático y al estado de derecho por aprobar leyes que a nadie obligan a ir contra su propio código moral o su religión. Somos muchos los católicos que no compartimos esa visión de las cosas ni esas formas que parece que anhelan un nacionalcatolicismo gracias a Dios superado en nuestra historia.
  • Finalmente, tanto la democracia como el cristianismo se juegan su buen nombre en su aportación a la solución a los problemas de nuestras familias, que se derivan del deterioro o pérdida del amor, de las dificultades para encontrar trabajo y vivienda dignos, de la condición de inmigrantes, de enfermos o dependientes, de la violencia de género, de la desigualdad de la mujer, de la conciliación de la vida laboral y familiar, de la soledad, de la pobreza, la marginación y la exclusión social. En esto podemos darnos la mano todos, ese es el espacio común donde ha de incidir una buena ética social y hacia donde deben orientarse las leyes, los programas y las acciones de la democracia y de los demócratas. Este es también lugar donde Dios se encarna en el Señor Jesús y ámbito de acción para los cristianos.
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