Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La contaminación ideológica

07-Abril-2008    José Mª Castillo

Nos quejamos de la sequía, del cambio climático, del calentamiento de la tierra que, según dicen los expertos, es irreversible. Sabemos las consecuencias que todo esto está teniendo. Lo que no sabemos es lo que va a ocurrir dentro de algunos años.

Como es lógico, todo esto plantea preguntas muy preocupantes. Pero no se toman las medidas necesarias para evitar el desastre. ¿Quién es el responsable de que todo esto ocurra? Y por tanto, ¿quién tendría que adoptar las decisiones eficaces para que la situación cambie de forma radical?

Si este problema tan grave –seguramente el más grave que tenemos que afrontar ahora mismo– se piensa en serio, enseguida se da uno cuenta de que, si existe “contaminación ambiental” en la atmósfera, en los ríos, en los mares, en el suelo…., todo eso se debe a que existe una contaminación previa, que es la verdadera responsable de que las cosas estén como de hecho se han puesto. Me refiero a la “contaminación ideológica”. Quiero decir que el ambiente no estaría tan contaminado si no estuvieran más contaminadas aún nuestras ideas. Con lo cual estoy afirmando que la atmósfera, los mares, los ríos, los campos… dejarán de estar contaminados el día que se limpien nuestros criterios, nuestras convicciones y nuestras formas actuales de vida, que están más sucias que todas las cloacas de esta tierra en la que no paramos de echar toneladas y toneladas de suciedad y porquerías repugnantes.

No es cuestión de maldad o de pereza. El problema está en la inercia y el silencio. Como es lógico, si el planeta tierra está tan sucio y amenazado, la cosa se debe a que el sistema económico que manda en el mundo, para seguir funcionando, no tiene más remedio que seguir contaminando. Desde hace unos meses, andamos preocupados por la crisis económica mundial. Y nos da miedo pensar en que la crisis llegue a ser una seria amenaza para la pervivencia del sistema y para el crecimiento económico. Pero no nos paramos a pensar que el crecimiento económico no es posible sino a costa de un crecimiento paralelo de la contaminación. En eso no queremos ni pensar. Y no se nos ocurre otra solución que echar los residuos de plástico en el contenedor amarillo y los de papel en el contenedor azul. Cuando la pura verdad es que las grandes empresas contaminantes prosiguen incansables en su tarea porque no están dispuestas a dejar de ganar lo que ganan. De la misma manera que los gobiernos hacen la vista gorda ante el desastre porque no quieren perder votos en las urnas. Unos y otros, empresarios y políticos se reúnen de vez en cuando para nada. Porque saben que cuentan con el silencio de la población. Mientras la gente viva bien, no corren peligro los genocidas de la tierra. Porque el genocidio, al que estamos asistiendo, nos proporciona todavía una calidad de vida bastante satisfactoria, al tiempo que evitamos pensar en lo que les espera a los chiquillos que, dentro de cincuenta años, no sabemos cómo van a poder subsistir.

La conocida autora canadiense, Naomí Klein, en su provocativo estudio sobre “La doctrina del Shock”, un estudio a fondo sobre “el auge del capitalismo del desastre”, analiza cómo este capitalismo del desastre, aunque no conspire deliberadamente para crear cataclismos de los cuales luego se alimenta, existen pruebas de que las industrias capitalistas trabajan muy duro para asegurarse de que las actuales tendencias desastrosas no van a cambiar. Grandes compañías petroleras han financiado durante años el movimiento ideológico que niega el cambio climático. Por ejemplo, Exxon Mobil ha gastado aproximadamente 16 millones de dólares en eta propaganda de ideas torpes y turbias en la última década. Influyentes instituciones de Washington –incluidos el Instituto Nacional para las Políticas Públicas y el Centro para la Política de Seguridad– están fuertemente financiados por contratistas del ámbito de la seguridad nacional y del negocio armamentístico, cuyos beneficios provienen directamente de esos institutos. En 2004, el gigante de la comunicación digital, LexisNexis, pagó 775 millones de dólares por Seisint, una compañía de análisis de recopilación de datos que trabaja muy de cerca en el sector de la vigilancia con agencias federales y del Estado. Ese mismo año, General Electric, propietaria de NBC, compró In Vision, el productor más importante de los controvertidos aparatos para la detección de bombas de alta tecnología utilizados en aeropuertos y otros espacios públicos. In Vision recibió la enorme cantidad de 15.000 millones de dólares en contratos de seguridad interna entre 2001 y 2006, para que todo esto nos trascendiera a la opinión pública.

Los que mandan sobre nosotros, en economía y en política, contaminan. Y nosotros nos dejamos contaminar. Más que en el aire, las temperaturas y las aguas, en nuestras ideas. Nos han metido en la cabeza que esta carrera hacia el desastre no depende principalmente de nosotros, sino de ellos. Y ellos aseguran que no se puede hacer otra cosa, si es que queremos seguir viviendo bien, cada año mejor. En eso consiste la contaminación ideológica. Y podemos estar seguros que mientras la contaminación ideológica siga funcionando, seguiremos viviendo soportablemente bien. Pero eso será posible a costa de dejar a nuestros chiquillos y a los chiquillos de nuestros chiquillos quizá un buen cementerio para que los entierren, pero no mucho más.

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