Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Apostasías reflexionadas

09-Abril-2008    Atrio
    Al publicar estas dos declaraciones que Rosa y Bea nos envían para su difusión, somos conscientes de que alguien lo interpretará como un gesto tan provocador como el bautizo de la vigilia pascual en San Pedro que tanto debate ha suscitado en ATRIO. Sí, no hace falta que nos lo digan. Desde este modesto lugar de encuentro de lo sagrado y lo profano, espacio de frontera y no confesional, queremos muy conscientemente provocar a cada persona adulta para que se libere interiormente, reflxione y tome sus decisiones, expresando con respeto a todos sus razones para salir o quedarse en la ICAR, como lo hizo en su día Juan Luis Herrero y hoy lo hacen estas dos mujeres de Bizkaia.

1. Reflexionando ante la solicitud de apostasía.

Haciendo historia: De mi paso por las comunidades y grupos cristianos diocesanos cuento con innumerables y valiosos aprendizajes y experiencias vividas desde la adolescencia. Sin duda, esto me ha formado y configurado mi actual pensamiento y forma de vida. También es cierto que la relación con la jerarquía durante estos años, era inexistente, o mínima, hasta que comenzamos a participar en el Consejo Parroquial, en la Diócesis, momento en que empezamos a detectar las graves incoherencias con lo que enseña el Evangelio, tanto en las formas como en las ideas. La rebelión ante éstas se resumía en una discusión con el cura de turno y afines. Sin transcendencia.

En el empleo que desarrollé en la Diócesis no fui una pasto-crata, creé una forma de trabajo intentando contar con todo el mundo, una red nutritiva y participativa, contagié y realicé trabajos sobre una lucha que mantengo y mantendré por la dignidad de las mujeres dentro de la Iglesia y fuera. Y no les gustó. También me dio la posibilidad de conocer y sufrir la estructura eclesial y sus formas enfermizas de comportarse y organizarse, los abusos de poder, chantajes, manipulaciones,… .

He conocido y participado en los movimientos de mujeres católicas, se conforman con poco. Reconozco que son importantes los espacios alternativos que crean y suponen una bombona de oxígeno para las personas que insisten en lo imposible: reconvertir a la Iglesia en ekklesia.

De la misma manera he participado en el trabajo con Eliza gara con la idea de hacer patente, visualizar las desigualdades, la falta de fraternidad en la Iglesia, de mostrar a la jerarquía su propio desastre. Realmente es bastante fácil dejarles en evidencia. En esa experiencia he constatado que se puede molestar, y mucho, pero no cambiar nada, la inmovilidad está garantizada. Reconozco el valor del trabajo en la frontera, pero no es mi sitio.

Tengo la convicción de que fuera de la Iglesia Católica no solo no está el negro abismo, sino que las creencias inspiradas en Jesús de Nazaret, y los espacios y vivencias evangélicos tienen la posibilidad de crecer en abundancia, libres de la contaminación y la hipocresía eclesial. Creo en mi capacidad de crear, de compartir y de hacer con otras y otros, espacios de espiritualidad, de hermandad y seguiré creciendo. Creo que, afortunadamente, el Espíritu no se circunscribe a la bendición de ningún jerarca y quiero disfrutar de ello.

El último gesto insultante de esta Iglesia lo he encontrado en la definición de apostasía recogida en el Derecho Canónico (canon 751): “Apostasía es el rechazo total a la fe cristiana” donde perversamente equiparan la pertenencia a la Iglesia Católica con la aceptación de la fe cristiana, y de esta manera ellos se adueñan, sin vergüenza, del Cristianismo.

Con la solicitud de apostasía retiro la autoridad a la Iglesia Católica sobre mi nombre, renuncio a formar parte de la Iglesia Católica, y solicito darme de baja en esta organización porque sus valores entran en insostenible confrontación con los míos.

Finalmente declaro mi adhesión a la campaña promovida por la Asamblea de Mujeres de Bizkaia a favor de la apostasía con quienes comparto justificación.

Fdo. Beatriz Uriarte Riaño Bilbao, 8 de marzo de 2008.

  • 2, No hay poder sin sometimiento
  • Hace tiempo que me siento en éxodo respecto a la Iglesia Católica. Desde la entrañable parroquia del barrio obrero donde me crié, con Dolores Ibarruri y Jesús compartiendo pared en el despacho del cura, abrí los sentidos a las primeras utopías, fui pasando por movimientos diocesanos, comunidades cristianas… Espacios desde los que me ayudaron a abrir los ojos y ver la injusticia, personas laicas, aquellos queridos catequistas de la infancia, acompañantes después, sacerdotes con una gran humanidad, los “curas rojos”… Sin embargo, también fui descubriendo las miserias, incluso de la cacareada “diócesis progresista” de Bizkaia, diócesis que “promueve” el laicado mientras baile al son del sacerdote de turno, actitudes caciques consecuencia de un sistema feudalista. La ekklesia, palabra griega que describe la “asamblea democrática de ciudadanos plenos” según nos recuerda E. S. Fiorenza, nunca podrá ser impulsada por jerarcas. Un bien establecido imperio basado en la obediencia, y cuyo emperador, el “Santo Padre”, se arroga en El Representante de Dios en la Tierra, y ambiciona nada menos que dominar los sentimientos, sueños, deseos más íntimos de las personas, bajo amenaza de un infierno del que Ratzinger parece haber recuperado recientemente la llave. Después de todo, somos un pueblo, un “rebaño” que no puede caminar sin “pastor” ya que nos precipitaríamos al vacío, y la curia eclesiástica tiene la “servil” tarea de alumbrarnos el camino.

    Ese Jesús que se cuela por gestos y palabras a través del tiempo, a través de tantas personas, que hablan de una Humanidad portadora de una llama profundamente solidaria, generadora de un mundo nuevo de personas hermanadas, esa esperanza que encuentra la luz, las ganas y la fuerza para seguir caminando cuando la noche es más oscura…

    La jerarquía eclesiástica me ha usurpado, ME HA ROBADO la profunda fuente de inspiración que es el cristianismo, y la utiliza e interpreta a su antojo para ordenar las vidas de las personas. Aún más grave, la jerarquía eclesiástica es la máxima responsable de atrocidades atribuidas a toda la Iglesia Católica a lo largo de la Historia, como por ejemplo haber promovido las dictaduras de Argentina o España en pleno siglo XX, y los asesinatos de adversarios políticos. Siento rabia porque hayan manchado el cristianismo de esta manera, vergüenza porque yo también me siento sucia, y lo que es peor, siento impotencia.

    Desde el Jesús que rompía los cimientos del poder establecido, junto a mujeres y hombres por una sociedad igualitaria y libre, han transcurrido dos mil años de obediencia y sometimiento crecientes, hasta provocar una ruptura clara con los movimientos más liberadores de la sociedad, y cobrar pleno sentido las acusaciones que formula la Asamblea de Mujeres de Bizkaia en la presente campaña de apostasía, acusaciones que comparto plenamente.

    Me he sentido en un largo éxodo hasta la frontera. Hay quienes dicen que es más efectivo no traspasarla y transformar “desde dentro”, cruzarla no tiene apenas impacto. Quizás tengan razón, el imperio de la Iglesia Católica no temblará porque una mujer se vaya, “hay más ovejas”. Sin embargo, confío más en la estrategia “no hay poder sin sometimiento”. La asamblea puede comenzar cuando ninguna persona tiene atribuido ningún poder sobre el resto, y subiendo el peldaño que supera el patriarcado, todas las personas comienzan a construir la posible ekklesia. Con esta mirada, doy la vuelta a esa frase tan recurrida “¿a dónde va una oveja sin pastor?” que la jerarquía ha interpretado con tanta habilidad para justificar su histórica dominación, y encuentro un instrumento de esperanza: “¡Pues a ver qué hace el pastorcito sin ovejas!”.

    Con la duda siempre, necesito encontrar mi lugar desde el que seguir creciendo espiritualmente, lo cual requiere confianza en ese espacio, amarlo, sentirlo como habitación propia, respirar general satisfacción al contemplarlo… es un lugar personal en primera instancia, con esfera privada y pública, y este espacio se sitúa al otro lado de la frontera. La apostasía es el único instrumento que tengo para no figurar más entre los miembros de la Iglesia Católica.

    Deseo que el cristianismo siga formando parte de mis fuentes de inspiración. Desde el otro lado de la frontera, pretendo mantener una relación dialéctica, combativa, denunciante y transformadora de la Iglesia Católica, ya que ésta ha sido mi cuna y su jerarquía pretende haberse adueñado del cristianismo y su interpretación. Deseo hacer todo esto junto a personas, grupos o comunidades que compartan estos objetivos y acepten mi nuevo lugar personal, cercano pero externo a la Iglesia oficial.

    Rosa Lago Aurrekoetxea Bilbao, 8 de marzo de 2008

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