Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Un cura de Entrevías por anticipado

21-Abril-2008    Atrio
    La diócesis de Valencia es más conocida por faustosos eventos y soflamas cardenalicias. Pero está aflorando también la historia oculta. Hace unas semanas presentábamos el libro ¿Por qué nos salimos? Uno de sus autores es Luis Marco de quien ATRIO publicó Nuevos Paradigmas con el pseudónimo de Dico Lebin. Hoy presentamos su novela-memorias “Don Dico, Cura de Barrio. La Iglesia de los pobres”.

Memorias de un cura rojo

    La vida de Lluís F. Marco es un repaso a la historia reciente del clero en Valencia. Fue profesor en el seminario de Antoni Llidó (el sacerdote de Xàbia desaparecido en Chile en 1974), vicario del que luego sería cardenal Carles y, sobre todo, cura obrero. Basta un dato para retratarlo: renunció a su salario de párroco porque era dinero de Franco.

Alfons Garcia. Levante, 20-4-2008

«Señor alcalde, esta es la iglesia de los pobres y no está con el régimen de Franco. Si usted no se va, se suprime la procesión». Lluís F. Marco, un cura joven que entonces empezaba en el negocio de las almas, se puso una vez más, aquel día de 1967, fiesta de la Virgen del Rosario, del lado de los inmigrantes -la mayoría de Andalucía- que poblaban el barrio de la Magdalena de Massamagrell, más conocido como Las Cuevas. Fue la última ocasión. Hacía cuatro años que había llegado por decisión propia a aquel lugar inhóspito, dejando una prometedora carrera de latinista en el seminario y renunciando a una atractiva beca en el Colegio Español de Roma. Por aquel entonces había conseguido que ya no hubiera cuevas y había puesto en marcha varias iniciativas sociales en aquel suburbio, donde por las noches, recuerda, tenía que ir con un cuchillo en el bolsillo.

Unos días después del encontronazo -uno más- con la autoridad local, fue llamado por Rafael González Moralejo, obispo residencial de Valencia entre 1966 y 1969. «Te has equivocado conmigo. Te voy a tirar y voy a mandar a un cura más inteligente y humilde, que deshaga lo que has hecho». Y lo hizo. Fue el inicio de un periodo de dificultades, de «persecución», que acabó con el joven cura rojo -renunció a las 2.800 pesetas de salario porque era dinero de Franco- fuera de la Iglesia, marcado en fichas policiales y señalado en los distintos trabajos por los que pasó.

Marco (Borriol, 1936) ha vertido ahora todas estas experiencias y recuerdos en una novela sobre su vida: Don Dico, cura de barrio: la Iglesia de los pobres (Editorial Área), que presentó el pasado jueves en el Aula Magna de la Universitat de València.

«He escrito por higiene mental y espiritual. Lo necesitaba. Para aclararme», explicó a Levante-EMV. Si estas memorias noveladas salen de la privacidad ha sido por el empuje del teólogo y ex formador del seminario Agustín Andreu y del editor Germán Gil, «un niño de Las Cuevas» que pasó por la academia gratuita que el entonces sacerdote montó en aquel barrio, donde cuando llegó él «era el único que sabía leer».

La vida de Lluís Marco (Don Dico, porque Dico Lebin es el pseudónimo con el que ha firmado sus escritos hasta ahora) es un repaso a la historia reciente del clero en Valencia. El arzobispo Marcelino Olaechea lo hizo profesor de latín y griego antes de acabar la carrera y el joven enseñante tuvo entre sus alumnos a Antoni Llidó, que años más tarde engrosaría la lista de desaparecidos del régimen de Augusto Pinochet en Chile. «Era un corazón con patas», cuenta del cura de Xàbia. Y confiesa que guarda un pesar por si fue él quien lo entusiasmó por la cosa obrera.

Vicario con el cardenal Carles. Marco, tras la expulsión de Massamagrell, fue segundo vicario en Valencia de la parroquia de San Fernando. Coincidió allí con el actual cardenal Ricard Maria Carles, a quien califica de «inteligente», aunque sus ideas sobre la Iglesia eran muy diferentes. «Hice apostolado entre mecánicos y porteras y él me decía: “No predique eso”».
Ante este panorama, el sacerdote pidió al obispo Moralejo que lo enviara a Chile («he de darle las gracias, porque habría caído con Llidó») o la secularización, colgar el alzacuellos. El prelado le dio a firmar un papel en el que tenía que declarar que no era capaz de soportar la castidad y era un pecador y lo rechazó con cajas destempladas. Resultado: apartado del clero y sin secularización.

Cargó camiones en una fábrica, hizo de representante de libros y muebles, intentó estudiar Medicina, pero sus inquietudes solidarias y reivindicativas y los informes del obispo hacían que los trabajos fueran efímeros.

Lo mejor de aquella época, confiesa con una sonrisa, fue el encuentro con aquella chica que llevaba un libro de Hans Küng bajo el brazo. Era una ex novicia, a la que habían tirado por su mentalidad, demasiado avanzada. Ella es su mujer. Hasta hoy.

Se fueron juntos a Granada, que para Marco es sinónimo de hambre. Tanta que escribió al obispo Moralejo. Le respondió con 5.000 pesetas. Pese a diferencias y enfrentamientos, «me quería mucho», afirma. Aunque no tanto como Olaechea, precisa: «Yo le entendía más».
A la vuelta de Granada, gracias a contactos en Roma y medidas de presión, consiguió la secularización y casarse. Estuvieron solos los novios en el Palacio arzobispal. «¿Usted no sabe que estas bodas todas salen mal?», le descerrajó sin suerte el oficiante a la prometida.
En aquella época fue jefe de estudios de un colegio mayor a cambio de casa y comida y trabajó en una academia -habla más de media docena de idiomas- hasta que, no sin dificultades, logró plaza de educador en Marines, donde lleva 34 años. Hoy, con 72 primaveras, se ocupa de un taller de literatura en Llíria.

El cura que creó una comuna. Hace unos años descubrió su ficha policial y entendió por qué las fuerzas vivas de algunos pueblos tenían tanto interés en qué se marchara. El informe lo retrataba como un cura de «poca moralidad y poca vergüenza», que había dejado embarazada a una mujer y se había fugado, creador de una comuna -«lo único cierto», dice- con unos tipos de apariencia peligrosa. Ácratas, ateos, cuenta con una sonrisa, «más santos que los obispos que había conocido».

De los prelados, pese a las penurias sufridas, habla con comprensión. «Son un mal de inercia», dice. También de los compañeros de sotana: «No he conocido más buenas personas que las que encontré en la Iglesia». El problema está en las estructuras: «La Iglesia oficial se empeña en usar los paradigmas más antiguos en un mundo que ha cambiado mucho».

Eso sí, «Franco elegía mejores obispos», comenta con humor. Entre sus alumnos ha tenido cuatro que luego se han encasquetado la mitra. «Ninguno pasaba del 8», desvela.

Hace ya cuarenta años que dejó las sacristías, pero Marco -un cura de Entrevías por anticipado- continúa considerándose sacerdote y yendo regularmente a misa. Los párrocos, no obstante, prefieren que no se implique demasiado. ¿Y si semilla el veneno de la liberación?

———————————-

Intervenciones en la presentación del libro, en la Universidad de Valencia, el 18-4-2008:

  • Reflexión teológica sobre el libro de DICO, por Agustín Andreu Rodrigo
  • Presentación de mi libro, por Luis Marco.
  • Comentario al libro de mi marido, por Mª Dulce Pérez Oliag
  • ————————

    PARA PEDIR EL LIBRO: Dirigirse a pedidos@lyralibros.com (15 €)

    Haz hoy mismo tu APORTACIÓN (Pinchar aquí)

    Los comentarios están cerrados.