Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Eclipse de tierra

22-Abril-2008    Mario Cervera
    “Vino a este mundo la Luz verdadera, que ilumina a todo hombre y los suyos (los cristianos, su Iglesia) no lo recibieron” (Cf Jn 1, 9)

Cuando la tierra se interpone entre el sol y la luna, ocultando parte de la luna (dejándola en penumbra), decimos que tenemos un eclipse de luna. Cuando, en cambio, la luna se interpone entre el sol y la tierra, tapando parte de la tierra, decimos que es un eclipse de sol. ¡Pero no!, técnicamente es un eclipse de tierra, y no de sol, ya que es la tierra la que deja de recibir la luz del sol y se queda en penumbra, al interponerse la luna. Como es lógico, el sol sigue emitiendo luz. Es la tierra la que no la recibe en ese punto concreto, por causa de la luna. La luna ha producido un eclipse de tierra.

Me basaré en esta imagen para realizar mis reflexiones.

EL “EGOCENTRISMO” (TAN HUMANO)

En primer lugar, el uso “erróneo” del término eclipse de sol, me hace reflexionar en lo siguiente:

  • El término indica una visión “geocéntrica” del fenómeno, que responde a la misma visión de absolutizar el criterio del “observador”. Es otra manifestación más de nuestro egocentrismo, que se refleja en nuestras instituciones e ideologías, ¿también eclesiales y teológicas?
  • Hace falta “caer en la cuenta”, “des-eclipsarnos mentalmente”, para descubrir las tendencias egocéntricas que hacen del observador el centro. Tenemos que descubrir esos eclipses, cada uno, pero también en nuestras “formulaciones colectivas” y paradigmas, en nuestra manera de situarnos ante la vida, ante el mundo. Muchas veces estamos inmersos en un modelo que eclipsa nuestra misma capacidad autocrítica, pensando que no cabe otra visión que la que tenemos y “arrastramos” desde hace tiempo.
  • Ese tipo de razonamiento egocentrico puede llevar a conclusiones erróneas: “el sol está tapado”, cuando más bien debería ser un “nosotros no vemos bien y no NOS vemos bien”

EXPLICACIÓN DE LA METÁFORA DEL “ECLIPSE DE TIERRA”

    El sol es Dios.

    La tierra es la tierra (y el ser humano en ella).

    La luna es todo aquello que impide que llegue bien la luz a la tierra, dificultando la visión de la misma (y del hombre en ella), dejándola en la penumbra

Analicemos por separado los elementos, con sus sugerentes aplicaciones:

EL SOL (DIOS)

  • - Ambos son fuente de luz. Ni el sol ni Dios se eclipsan. Tampoco se pueden ver “directamente”. Pero se siente su calor y nos permiten ver, nos permite contemplar la Tierra y los seres humanos. Su luz, por tanto, está relacionada con la visión y la vida con sentido.
  • - “Impedir” que su luz llegue es en el fondo ser obstáculo para recibir su y poder ver a los seres humanos. Y “tapar” al ser humano y sus necesidades es en el fondo “anular” la acción iluminadora de Dios, desaprovechar su luz. Éste es el verdadero problema.
  • - Tenemos que pasar de la insistencia: “los hombres en la actualidad ven cada vez menos a Dios” a la convicción: “nosotros no siempre vemos a los hombres, aunque hablemos mucho de Dios”. Es un paso de la crítica a la autocrítica. Y de la teoría a la acción.
  • - El sol ilumina, pero no está como protagonista en la tierra. De igual manera, Dios está iluminando, dando sentido y llenando todo con su presencia. Pero está “ausente” en la misma tierra, no absorbe ni anula a la creación, sino que la ilumina. Está presente en su ausencia. Y está ausente en su presencia. No absorbe a la creación, ni la manipula, pero la creación sí absorbe su luz y la refleja, permitiendo la visibilidad.

LA TIERRA (EL SER HUMANO, LA CREACIÓN)

  • - Como la tierra necesita del sol, nosotros necesitamos de Dios. Es nuestro fundamento. Tenemos que reconocer su luz vivificante, amarla y darla a conocer.
  • - Toda criatura absorbe y refleja la luz del sol (por eso vemos los colores, por la luz absorbida y reflejada). De igual manera, cada critatura habla de Dios, refleja su gloria, desde el regalo de la diversidad, la multiformidad, la pluralidad, la riqueza multicultural y multireligiosa. Desde el ser humano y la creación iluminados podemos descubrir la luz (Dios). Cada elemento de la creación multiforme nos hace descubrir “una parte del espectro de la luz”. Todos los reflejos y sensibilidades luminosas son importantes y nos hablan de la luz.
  • - La luz se reconoce al ver al ser humano (y al ver la luz del ser humano) y no sólo de un modo explícito.
  • - La “visión” del hombre necesitado no pasa tanto por reconocer de dónde viene la luz, sino que se sirve de la luz para VER, para amar de forma práctica y de manera concreta al necesitado. La luz es importante “para” ver al semejante, al necesitado.
  • - No todos los que no reconocen de dónde viene la luz se alejan de la luz. No todos los que no adoran la luz de forma explícita, están lejos de la luz. Y no todos los que están cerca de la luz del sagrario o del altar, la reflejan de manera plena o la potencian.

LA LUNA / OBSTÁCULOS que impiden la visión de la tierra

  • - La luna es la responsable del eclipse de tierra. Simboliza cualquier elemento que impide la visión de la realidad de los seres humanos y la creación. ¿Somos a veces los seres humanos obstáculos que eclipsan la visión de la tierra y del prójimo? ¿Lo es nuestro sistema capitalista? A parte de las causas externas o internas de nuestro sistema, de nuestras tendencias, ¿somos a veces los cristianos, la propia Iglesia institucional productores de eclipses? ¿Qué podemos hacer cada uno para no eclipsar? ¿Y nuestra Iglesia? ¿El paradigma que manejamos (¿ideología?) tiende a reflejar o a eclipsar?
  • - No tenemos que olvidar que la misma luna que eclipsa la tierra, también refleja la luz del sol por la noche. Es positiva la acción de reflejar la luz, y dañina la de eclipsar. Probablemente los elementos positivos y negativos se entremezclan en toda realidad. Pero tenemos que mejorar para evitar eclipses. De eso se trata.

¿NO ESTAREMOS LOS MISMOS CRISTIANOS, LA IGLESIA, SIENDO UNA LUNA QUE EN OCASIONES PUEDE ECLIPSAR?

Estoy convencido de que el cristianismo favorece la “visión” del hombre y del necesitado, nos hace ser agradecidos, reconociendo el sol que ilumina nuestras vidas.

Pero tenemos que dejar la tendencia apologética y nuestro instinto de autodefensa, de autoconservación (no evangélica sino eclesial), para ver, una vez más, si vamos por buen camino. Todo ello sabiendo que la revisión y conversión personal es clave, pero ¿suficiente?

“Y LOS SUYOS NO LO RECIBIERON” (Jn 1, 11)

“Los suyos”, su gente, los cristianos, su Iglesia… no lo reconocemos. ¿No estaremos con frecuencia potenciando eclipses personales, de la comunidad, de la institución eclesial? Creo que somos rápidos para ver los peligros de la sociedad, para “luchar” contra “una sociedad que no recibe a Cristo”, pero somos muy lentos para preguntarnos si no le habremos dado un “giro” al mensaje del de Nazaret. ¿De verdad no habrá nada de eclipse en nuestra institución, en nuestra teología, en nuestro estilo? ¿No será el mismo eclipse “ideológico” el que nos impide ver que estamos eclipsados? ¿No puede ser la especial manera de “meter a Dios” y de “captarlo” la base del eclipse que hace “inamovible” la deseclipsación, a no ser que cambie la base? ¿Cuánto puede haber de ideología eclipsadora en el modelo eclesial? ¿Y en mi ideología y estilo personal?

DE LA LUZ EN TODAS LAS DIRECCIONES A LA LUZ “UNIDIRECCIONAL”

¿Puede ser una de las tentaciones de la Iglesia la de convertir una luz gratuita que se difunde por todas partes, en una luz “unidireccional”? ¿No tendrá la tendencia a controlar y definir la luz, o a reflejarla de una manera dogmatizada, ritualizada, sacralizada, jerarquizada? ¿Puede este estilo eclipsar la tierra y deformar la luz fresca, multidireccional, que se difunde sin captarla? ¿Son verdaderamente importantes e iluminadoras (o potenciadoras de luz) esas mediaciones que reflejan una manera peculiar de entender y “gestionar” la misma luz del Evangelio? Evidentemente hay muchas cosas buenas, pero ¿no falta todavía mucho camino que tiene que ver, no ya con los “adornos”, sino con el propio enfoque o campo visual?

VINO LA LUZ VERDADERA A ILUMINAR A CADA HOMBRE (Jn 1, 9)

Quizá esta cita leída junto al mensaje evangélico en su conjunto (sin gafas dogmáticas) sería una clave de lectura de una revelación que no es otra cosa que una desvelación y una deseclipsación, en la que podemos decir que Dios es el papá-mamá-sol que ilumina a los hombres, y que debemos construir ese Reino de la luz, con Jesús a la cabeza, con atención especial a los necesitados.

La des-velación de Dios es, en definitiva, reconocer la iluminación de los hombres que llevan dentro la luz, que de Dios proceden y en Dios descansarán. Eso nos ha mostrado el de Nazaret.

PODEMOS ECLIPSAR, AL HACER ABSOLUTO LO RELATIVO

Es curiosa la cruzada de la Iglesia contra el relativismo, ya que a veces ella misma es relativista, porque no hay mayor relativismo que aquél que hace de lo relativo un absoluto, que eleva elementos relativos y circunstanciales a rango de absoluto. ¿No nos está pasando eso hoy a muchos católicos? ¿No puede eclipsarnos esta tendencia de elevar lo relativo al rango de absoluto? ¿No somos con frecuencia fundamentalistas y nos cuesta reconocerlo?

¿No necesitaremos como institución una “sana sospecha” para que nunca eclipsemos la tierra, ni tapemos el Evangelio con estructuras e insistencias relativas? ¿No tendríamos que dar más peso a la fe que a la religión? ¿No deberíamos convencernos de que la fe cristiana ilumina, pero la religión puede eclipsar?

SI APAGAS LAS FAROLAS, SE ENCIENDEN LAS ESTRELLAS

“Si apagas las farolas se encienden las estrellas”, dice una canción de Paco Bello. Creo que la Iglesia podríamos compararla como una farola, que está conectada a una central de energía solar. Está “bebiendo de Dios”, pero no es la única que lo hace. Y no se da cuenta de que si se apaga, la verdadera luz sigue estando, incluso permite que muchos dejen de mirar la farola y empiecen a mirar la tierra iluminada.

¿No verá la Iglesia, en ocasiones, como falta de luz en el mundo lo que simplemente es falta de la influencia de ella misma, de la luz de su farola? Dios sigue estando, la luz es multidireccional, y hay varias bandas del espectro de la luz divina.

Quizá si se apaga de vez en cuando, los hombres verán más la luz de Dios y verán mejor a los hermanos. Entre ellos los mismos creyentes, muchos de los cuales nos solemos proteger al abrigo de la farola, sin darnos cuenta de mirar alrededor, de pensar por nosotros mismos. Y alrededor hay mucha luz. La tierra está llena de luz. Pero para verlo, a veces tenemos que apagar la luz de nuestras farolas. ¿Suelo apagar (también yo) mis farolas personales, mis insistencias y manías?

¿No debería la Iglesia apagarse un poco, o al menos no considerarse como la farola clave, como puente privilegiado entre Dios y los hombres, al “divinizarse” a sí misma? ¿Puede ser este “apagarse” de la Iglesia institucional una manera de ser seguidora auténtica del crucificado, que se apagó para dar luz?

EL ECLESIOCENTRISMO Y EL CENTRALISMO ECLESIAL PUEDEN SER EL CENTRO DEL ECLIPSE

El eclesiocentrismo es una tentación en la Iglesia. Ésta habla de una manera insistente de sí misma. Está continuamente en su boca ese “yo, yo, yo” (”Iglesia, Iglesia, Iglesia…”). Lo hace en nombre de Cristo, pero ¿es lo que quiere Cristo? La Iglesia parece, con frecuencia, anunciarse más a sí misma que la buena noticia del Reino, del Evangelio descalzo (y sin moqueta artificial), como creemos que el de Nazaret anunció.

Por otro lado, dentro de ese eclesiocentrismo, a su vez existe un “centralismo eclesial” en su manera de organizarse. Por tanto aún es peor: eclesio-centrismo-centralista. Se olvida a veces que la luz se dispersa, llega a todos, que la luz es femenina, es laical, es joven, es loca y arriesgada, es evangélica, es “periferia”. ¿Cuánto de eclesiocentrismo centralista tenemos? ¿Cuánto puede haber de eclipse en este modelo que a veces “divinizamos”?

LA LUZ UNE PERO NO UNIFORMA.

La luz permite ver la multi-formidad de las cosas. Y en esa multiformidad existe una profunda unidad, que descansa en Dios, en la procedencia de la luz.

Los colores nos hablan de luz (unidad), pero con determinadas maneras de absorberla y reflejarla. ¿No tendrá a veces la Iglesia la tentación de confundir la unidad con la uniformidad, en temas litúrgicos, sacramentales, canónicos, dogmáticos?

Es más cómodo para ella gestionar la uniformidad que la multiformidad. Pero ¿es mejor? ¿es más evangélico? También es más cómodo ver el sol directamente cuando hay un eclipse parcial, pero en realidad daña la vista. ¿No estaremos confundidos y cegados en ocasiones por nuestro propio eclipse? ¿No nos faltará creer en la unidad multiforme?

Creo que esto es clave para ver la unidad con los protestantes (sin “peros”), con otras religiones. ¿No queda pendiente el camino hacia una Iglesia más laical y femenina, más plural (sin censuras) en todos los niveles?

MIRAR MUCHO EL SOL PUEDE CEGAR, IMPIDIENDO VER A LOS HOMBRES

Cuando miramos el sol, después nos cuesta un rato “recuperar la vista de la realidad”. Además, no acabamos de “captarlo”, de entenderlo, de describirlo.

Es cierto que cada persona y comunidad tiene que dedicar tiempo a recibir esos rayos del sol, con una espiritualidad profunda, pero ¿no estará nuestra dedicación eclesial a hablar del sol (un determinado sol) desproporcionada en relación con el tiempo que empleamos a sanar a los seres humanos, a ver sus necesidades, a encontrarnos con la Luz en ellos? Os invito a analizar las comunidades y su estructura, las parroquias, las diócesis, y por supuesto, mi horario personal y el tiempo dedicado a esto que digo. ¿Hay algo de verdad en esto?

¿Podemos tener tortícolis por mirar demasiado al sol o quedar cegados? ¿Puede la insistencia en mirar el sol, despistar de ver a los seres humanos y sus necesidades? ¿Suelo ver las necesidades de los seres humanos o me quedo a veces mirando al sol o la luz de la farola eclesial?

EL SOL ESTÁ DESOLADO Y DIOS ES ATEO

En su apuesta por la visión del ser humano, podemos decir que Dios es ateo, es anti-religioso, pero animador de la fe que ilumina el misterio del hombre.

Creo que hoy en día tenemos muchos eclipses similares a “la ley del sábado” que eclipsaba en tiempo de Jesús la auténtica y evangélica comprensión de Dios y del ser humano. Para esa concepción de Dios, Jesús era ateo, además de profundamente laico. Muchos ateos actuales van también por ahí, al ver que la ley del sábado (tan religiosa) continua siendo actual. Desgraciadamente, el fariseismo es un triste “patrimonio de la humanidad”.

El sol se da a la tierra (la kenosis del sol), dando la luz, desgastándose, para dar luz y calor al ser humano. En ese sentido, el sol se va “desolando”, se va agotando al darse, de algún modo está presente en la tierra pero sin estar en ella. El sol ilumina pero no ve, su luz llega a todas partes, permitiendo ver, pero no “observa”, inunda todo pero no controla nada.

Por la misma razón, Dios es “ateo”. Vive “desviviéndose” y “anulándose”, estando sin estar. Dios se abaja, visitándonos (”nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas”), se anula, está sin estar (el presente-ausente) iluminando el misterio del ser humano, trayendo el reino de la luz.

Nadie dice que el sol está en la tierra, sino que “se ve bien” o “no se ve bien”. ¿No ocurre lo mismo con Dios?

¿No estaremos, manteniendo, a veces, en lugar de ese abajamiento, una posición de inmovilismo, de falta de autocrítica, de control episcopal que ve “desde arriba” (episcopos), de falta de reconocimiento de que está eclipsando y bloqueando un reflejo evangélico sin tanto adorno? ¿No tendremos los cristianos, la Iglesia, que aprender de ese estilo de abajamiento, reconociendo que meter a Dios en “todo” (desde un eclesiocentrismo que se mete a sí misma en “todo”) puede llevar a sacar a los hombres de “mucho”? ¿Cuál es mi actitud al respecto?

VOLVER A CRISTO PARA IMPEDIR ECLIPSES

La clave es volver al de Nazaret, al evangelio, como la misma Iglesia reconoce, pero no se atreve a hacerlo del todo (porque pone demasiadas condiciones, intenta “volver a Él” con demasiado equipaje, y así no se puede, pesa demasiado. Pero si pesa, ¿será evangélico?)

¿No tendremos que quitarnos de vez en cuando “las gafas” que nos hacen leer el evangelio con el eclipse dogmático, magisterial y tradicional, para recuperar la frescura evangélica y samaritana?

¿Estamos convencidos de que el sol sale sobre buenos y malos, justos e injustos, casados por la Iglesia o no, divorciados, homosexuales…? ¿No tendremos que quitar, desde Cristo, las lunas de la Iglesia que la eclipsan y contribuyen a que ésta, a su vez, pueda eclipsar? ¿No tendré que quitar también aquellas lunas personales que no tienen que ver con el de Nazaret?

POTENCIAR LA “VISIÓN” DEL HAMBRIENTO, DESNUDO, ENFERMO…

Para encontrarnos con el de Nazaret es por tanto necesaria esa “visión” del hambriento, sediento, desnudo, enfermo, el que está en la cárcel. En el necesitado, en el necesitado está la misma luz (”a mí me lo hicístieis”, “yo soy la luz del mundo”).

Creo que es necesario ese “giro” real de los cristianos en la acción por los necesitados, donde está la luz. En nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en nuestra pastoral.¿Lo estamos haciendo? ¿Lo estoy haciendo?

Por otro lado, creo que hemos olvidado el destino universal de los bienes y que la legitimidad de la propiedad privada está condicionada al compartir. De eso hemos dejado de hablar (pero seguimos insistiendo eclesialmente en el problema del laxismo moral en relación con la sexualidad y otros temas del género). ¿Qué hago yo en este sentido?

¿No nos estará preocupando más la luz de la capilla que la que de los pobres, el altar de la iglesia que la mesa de los hambrientos, llenar los templos que llenar los estómagos? ¿No es eso eclipsar o hablar de la luz de manera eclipsadora?¿Qué hago yo para no eclipsar?

SER HOMBRE ES VIVIR ECLIPSADO, PERO LLENO DE LUZ

En el ser humano iluminado se descubre la luz de Dios. Pero nos tenemos que reconocer limitados, eclipsados, en camino, con avances y retrocesos, con caídas y puestas en marcha, pero muy llenos de luz, inundados por ella. Es el “ya pero todavía no” del Reino de la Luz. Esa es la limitación humana, la contradicción del hombre, la tensión de contrarios que tenemos que aceptar y amar. Es la tensión positiva hacia algo que nos des-tensionará definitivamente, es un vivir eclipsado por esa tensión luz-penumbra, pero dirigida a la luz, que descansará en la luz.

Tenemos que contar con esta tensión. Dios ya lo hace. En esta tensión hay mucho de muerte, de “apagar la farola ideológica”, personal e institucional. ¿Cuándo morirá la Iglesia en una cruz? ¿Cuándo lo haré yo?

Tenemos que vivir desde la convicción de que en la tierra sigue habiendo mucha luz. Siempre la ha habido y siempre la habrá, porque Dios está presente, porque el ser humano la recibe y refleja. También lo hace la Iglesia, pero nos hace falta a todos aprender a mirar, saber enfocar y potenciar esa luz todo lo posible, con mucha autocrítica y ligeros de equipaje, desde el maravilloso regalo de ser hombre, eclipsado y lleno de luz al mismo tiempo. Ojalá descubramos y amemos la luz de Dios: una luz multidireccional, de espectro mestizo en sexo, raza, religión, edad, cultura… que nos hace ver que ¡tenemos hermanos y me necesitan!

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