Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La asignatura de Educación para la Filosofía

07-Mayo-2008    José Mª Castillo

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha anulado las referencias relativas a la llamada “ideología de género”, recogidas en las normativa aprobada por la Junta de Andalucía, para la nueva y controvertida asignatura de “Educación para la Ciudadanía”.

Como es bien sabido, las modificaciones que el TSJA ha impuesto han sido promovidas por magistrados de los que se sabe que son personas vinculadas a los sectores más conservadores de la Iglesia. Lo cual resulta comprensible si se tiene en cuenta que la expresión “de género” equivale, en definitiva, a la expresión “de sexo”. Un tema que suele ser motivo de preocupación y hasta de crispación para no pocas personas en la Iglesia.
Insisto en que quienes se oponen a que, en la educación de los jóvenes, se hable de “ideología de género” (y “de sexo”), están en su derecho de hacerlo. Y que el Tribunal Supremo dirima la cuestión. Todo esto es perfectamente comprensible. Sin embargo, lo que no comprendo, ni puedo comprender, es que haya personas educadas de acuerdo con una mentalidad religiosa fuera de duda, que apelan a tribunales y magistrados para oponerse a una asignatura que, a juicio de ellos, puede enseñar en la escuela cuestiones relacionadas con la “ideología de género”, pero llevan años, muchos años, sin decir ni pío sobre cosas mucho más serias y determinantes que se les enseñan a nuestros jóvenes en colegios e institutos. Me refiero, por ejemplo, a la asignatura de Filosofía. En muchos casos, el pensamiento filosófico se suele enseñar de forma que, a fin de cuentas, termina siendo una sólida apología del ateísmo y una seria argumentación contra el hecho religioso y su presencia en la sociedad. Hace más de veinte años, me invitaron a participar junto a tres profesores, en el instituto de un pueblo de nuestra provincia de Granada, en una mesa redonda, en la que delante de un centenar de alumnos, se iba a debatir el tema de la existencia de Dios. Además de los profesores que había en la mesa, entre el alumnado se habían sentado profesores de filosofía de otros institutos de la provincia. Pues bien, a lo largo del debate que allí mantuvimos durante más de dos horas, me impresionó constatar que todos los que intervinieron (profesores y alumnos), menos uno, eran ateos. Y ateos militantes, que defendían y propagaban sus ideas con firmeza y, en algunos casos, con ribetes de fanatismo.

No sé si el ateísmo generalizado que yo palpé en aquella ocasión fue un fenómeno aislado que se daba entonces, pero del que ya no queda ni rastro. No lo sé. Pero me sospecho fundadamente que ateísmo, agnosticismo e indiferencia religiosa son cosas que se siguen enseñando en centros educativos de casi todos los niveles en Andalucía y fuera de Andalucía. Además, quien enseñe esas cosas tiene constitucionalmente perfecto derecho a enseñarlas, como consta en el artículo 20 de nuestra Constitución, que reconoce el derecho de todos los españoles a expresar y difundir libremente sus pensamientos, idea y opiniones. Como reconoce igualmente la libertad de cátedra, sin más limitación que el respeto al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de jóvenes y niños.

Así las cosas, yo me pregunto cómo se explica que haya personas tan religiosas que adoptan toda clase de precauciones y montan campañas de órdago a la grande ante lo que se refiere a la “ideología de género” (y “de sexo”), al tiempo que, según parece, esas mismas personas no dan la impresión de que pierden el sueño por el ateísmo militante que circula a sus anchas por centros de enseñanza de todos los colores y de todo pelaje. Por supuesto, yo sé muy bien que, dado que existe el artículo 20 de nuestra Constitución, las medidas que las personas religiosas quieran tomar contra el ateísmo militante no pueden ser de orden legal, mientras que frente a los decretos que establecen la asignatura de Educación para la Ciudadanía pueden ser modificados legalmente por el TSJA. Esto es cierto. Pero tan cierto como esto es que quienes han removido Roma con Santiago por quitar lo de la “ideología de género” producen la impresión de que les preocupan más los peligros del sexo que los peligros del ateísmo. Es decir, se puede sospechar que hay personas religiosas cuya religión (según parece) les enseña que el sexo es más importante que Dios.

Si efectivamente esto es así, las consecuencias que inevitablemente se siguen de ello resultan preocupantes. La asignatura de Filosofía educa para pensar. La asignatura de Educación para la Ciudadanía pretende educar para convivir. Por lo visto hay gentes de mucha religión a quienes les interesa más que los jóvenes, de cintura para abajo, vivan y convivan “como Dios manda”, aunque, de cintura para arriba, ni siquiera crean en Dios. Si es que esto es así (no estoy seguro de ello), pienso que quienes tenemos creencias religiosas, tenemos también motivos para preocuparnos. Y preocuparnos mucho.

Pero, sobre todo, si es que de verdad hay políticos, magistrados y dirigentes religiosos que no toleran que a los jóvenes se les hable de la “ideología de género”, ¿cómo nos sorprendemos de que haya tanta “violencia de género”? ¿No se dan cuenta los más piadosos puritanos de que con tanto puritanismo lo que en realidad hacen es fomentar el más violento machismo? En definitiva, el problema está en que el “machismo de la religión” se desplaza a otros ámbitos de la vida hasta convertirse en “machismo de la educación”.

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