Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

En Mayo el verde Espíritu de vida

08-Mayo-2008    José Arregi

Hola, amig@s:
Es bello Mayo, entre Ascensión y Pentecostés. La vida verde lo inunda todo. El Espíritu verde creador de la vida alienta en cuanto vive. El Dios verde amigo/a de la vida se regala en todos los seres. Y la vida es una inmensa explosión de posibilidades. Es la explosión del Espíritu Infinito de Dios, ¿y quién sabe decir qué es lo imposible? El Espíritu de Dios es un poeta infinito, y la creación es su poemario abierto e inagotable.

Cada año tiene su Mayo, pero no todos los Mayos son iguales. Hace 40 años era 1968, y aquel año fue un Mayo especial. Decimos “Mayo del 68″ y algo se nos remueve dentro todavía. Yo tenía entonces 15 años y estaba a las puertas del noviciado franciscano y, la verdad, no me enteré de mucho. El aire de aquel Mayo me llegó bastantes años después, no sé si sólo con retraso o ya demasiado tarde.

Pero aquel aire de mayo puede aún inspirar, no por lo que trajo, sino por lo que soñó y prometió. Fue una gran contestación mundial, de París a México, de Varsovia a Praga, de Roma a Berlín, de Tokyo a Berkeley. Sobre todo París, el barrio latino, entre la Sorbona y el Sena. Fue una revuelta contra toda autoridad establecida, contra todo sistema cerrado, contra todo orden vigente. Y las calles de París se llenaron de graffitis y de consignas que valen por tratados de subversión y utopía: “Prohibido prohibir”, “Corre, camarada, el mundo viejo te persigue”, “Tomad vuestros deseos por la realidad”, “Gozad sin trabas”. Y por encima de todas ésta, la más certera, la más contundente: “Seamos realistas: pidamos lo imposible”. Y vieron que había hermosas playas de arena y de mar bajo los adoquines del Boulevard St. Michel.

Luego, la historia puso a Mayo del 68 en su sitio, como la vida nos pone sin cesar a cada uno en nuestro sitio, pero es una forma de decir, pues nunca sabemos cuál es de verdad nuestro sitio, y es que nunca tenemos un sitio cerrado y marcado. Y sin embargo, tantas veces -por fortuna- la vida nos pone en nuestro sitio, y el Espíritu dador de vida nos dice: “Oh viviente maravilloso y frágil, que no sabes de dónde vienes y a dónde vas, ¿por qué te empeñas en dominar la fuente de la vida, si la fuente te regala sin cesar?, ¿por qué te empeñas en conquistar el mundo, si el mundo es tuyo?, ¿por qué aspiras a poseerlo todo, si todo se te da?, ¿por qué te esfuerzas en apresar el río, si el río nunca es el mismo?, ¿por qué te obcecas en ser sólo tú el centro único de todo, si eres herman@ y vivirás mejor en el corro en que danzan todos los vivientes?”

Pues a lo que iba: la historia pronto puso a Mayo del 68 en su sitio. Pero ¿qué historia? No el Espíritu que regala y reverdece, sino el implacable principio que parece regir el mundo, el principio que llamamos “realismo”, y que no es otro que la dura ley de Mamón con sus tentáculos crecientemente globales. Bastó que faltara gasolina en París, para que se borraran todos los hermosos graffitis y se vinieran abajo tantos sueños. ¿Por qué cayeron? No porque sólo fueran sueños, sino porque no lo eran bastante. Y la derecha ganó las elecciones en Francia, y en Estados Unidos ganó Nixon, y el mundo se volvió de nuevo muy realista, hasta hoy.

¿Y todos aquellos graffitis de París? Siguen vivos en la memoria o el Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios los vuelve a gritar hoy más alto que hace 40 años en las calles de París, hasta que se graben en nuestra memoria. Conformarse con lo que hay, resignarse a lo que ya es, someterse al realismo global vigente: he ahí lo que no es razonable. Tuvieron razón los que siguieron creyendo a pesar de perder, a pesar del fracaso. Tienen razón los “utópicos ilusos” que formaron Amnistía International y fundaron Partidos Verdes y lamentaron la capa rota del ozono y se manifestaron por la igualdad de género y denunciaron el cambio climático y organizaron Foros alternativos y protestan por la carrera de los biocombustibles.

El Espíritu de Dios sigue inventando. Dios te dice: “Vive, compañero, compañera de la vida. Corre más que el mundo viejo que quiere imponeros fronteras cerradas. Yo corro contigo, con vosotros todos. Yo soy la vida que corre y se regala sin medida. Yo soy vuestro futuro inimaginable”.

Dios te dice: “Eres criatura de mis sueños y de mi deseo infinito, como todas las criaturas. Sueña, desea. Y sean fuertes tus sueños. Sean eficaces tus deseos. Transformad la tierra en eso que llamáis ‘cielo’. No desistáis de llegar a la isla Utopía, llena de paz y rodeada de mares”.

Dios te dice: “Gozad, sí, gozad sin trabas. Pero advierte que el empeño por gozar siempre y por gozar solos puede ser la mayor traba para el goce. Aprended a gozar. Yo quiero gozar en vosotros”.
Dios te dice: “¡Oh criatura de mis sueños! Sobre todo y siempre, siempre a pesar de todo, sé realista: pide lo imposible, cree en lo imposible. ¿Cómo sabrás, si no, de lo que eres capaz? ¿Cómo sabrás de lo que es capaz esta historia, esta humanidad, esta realidad en su conjunto, si no crees que todo está abierto y que otro mundo es posible? Vuestras pequeñas manos están ocultamente animadas por mi Espíritu creador. Hay otro futuro para este planeta. El universo no ha dicho aún la última palabra. No es el fin de la historia”.

Entre Ascensión y Pentecostés, Mayo nos invita a crear y cambiar. La Ascensión es Jesús que encarnó un buen trozo de Dios y de utopía, aunque fracasó y muy poquitos le siguieron. Pentecostés es el verde Espíritu de la vida que gime en nosotros y sigue esperando contra toda esperanza hasta que la creación sea enteramente libre, desde las neuronas (¡ah, las neuronas!) hasta las galaxias en expansión.

Amig@, ¡que el Espíritu de Dios te haga reverdecer!

PD.
Os adjunto la homilía del día de la Ascensión, por si a alguien le pudiera servir.

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