Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Suscitaré un pueblo de sacerdotes

25-Mayo-2008    Gabriel Sánchez
    Hoy, día del Corpus Christi, se paseará por España y por todo el mundo, encerrada en custodias de oro y piedras preciosas, llevada por sacerdotes y obispos con riquísimos ornamentos, escoltada por soldados presentando las armas, la oblea “Cuerpo de Cristo”. Es un día apropiado para reflexionar sobre las verdaderas cuidadoras y cuidadores del verdadero cuerpo de Cristo.

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    SUSCITARÉ UN PUEBLO DE SACERDOTES (Exo.19, 6- Ap. 5,9-10)

El otro día me relataron que en el entierro de una persona muy querida del barrio, no se pidió asistencia religiosa porque parte de la familia no era creyente. Sin embargo le pidieron a una mujer, trabajadora ella, inserta en el barrio, militante social y miembro de una comunidad eclesial de base, que dijera unas palabras, que en realidad fueron una oración…que trajo consuelo y paz, a creyentes y no creyentes…

Leo, “el homosexual amigo de mi hija, cuando se enteró que tenia sida, se fue a España. Allí murió y, en la última carta, le escribe a mi hija: ‘Rosario, me doy cuenta que me muero… ¡Cómo quisiera que existiera ese Dios perdonador del que tanto me hablabas!”.

Estos dos acontecimientos me hicieron pensar de nuevo en el significado profundo del ser sacerdotal. En esas dos mujeres se me visualizó claramente el sacerdocio del Pueblo de Dios y entonces recordé aquello de pueblo sacerdotal: “Cristo Señor.. a su nuevo pueblo lo hizo Reino de sacerdotes”. (L.G. Nº 10)

Es claro que Yhavhe ha suscitado un pueblo de sacerdotes. ¿Qué significan?, ¿cuál es su misión?, ¿qué los diferencia de los demás?

Una anciana, hecha en el fragor de mil batallas, era muy visitada por mucha gente del barrio, especialmente por aquellos que sufrían tragedias personales…”Porque lo que te dice te da fuerza para seguir” decían todos y ella contenta porque podía conversar…

Estamos rodeados de sacerdotes… pero no de sacerdotes en el sentido de alguien con gestos y palabras rituales para hacer presente la realidad de Dios, poder este que lo pone por encima de los otros. Porque un sacerdocio concebido así es un sacerdocio pagano. Aquél del que hablo, está presente en hombres y mujeres muchas veces anónimos, capaces de curar, consolar, sostener, animar…compartir el dolor de tal manera, que Dios se hace presente en esa persona y ella nos trasunta su inefable cercanía, su profunda ternura.

Este sacerdocio, es muchas veces ejercido por mujeres. Esa forma de unir la vida, los hermanos y la historia a Dios y su ternura, fue el sacerdocio “según el orden de Melquisedec” que nos mostró el carpintero del caserío de la Flor… (Cfr. Sal 110,4)

Y no había en ello otro privilegio que donarse a los hermanos en ese servicio de ternura, consolación, animación y acompañamiento que caracterizó el accionar de Jesús de Nazareth…

Hemos convertido tantas cosas en ritos litúrgicos… Sin embargo esa capacidad de trasmitir la ternura, la fuerza y el cariño entrañable de Jesús de Nazareth… es misión sacerdotal y se concretiza desde la vida: desde donde se expulsa el mal, el odio y el egoísmo con un gesto de calidez, cercanía y ternura se ahuyentan todos nuestros demonios (Cfr.Lc.11,20)

Por eso el sacramento de la Eucarística tiene tanta fuerza y hace presente en la comunidad el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque recuerda (corda-corazón) el gesto de entrega, al que somos llamados. El único privilegio de esa nación sacerdotal será el de lavar los pies de sus hermanos, el de preparar la mesa y servirla para toda la humanidad…será el ser esclavo de todos (Cfr. Mc.10, 44). Pero en ese visible sacerdocio de Pueblo de Dios, digamos que son las mujeres las que nos descubren, con mayor diafanidad y hondura, el rostro materno de Dios (Cfr.Is. 66,13).

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