Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Desratizar los barrios

29-Mayo-2008    Atrio
    Los obispos italianos y el papa están contentos de la victoria de la derecha en toda Italia y sobre todo en Roma. Se han librado del ogro: el “zapaterismo a la italiana” como definían la moderada coalición de Veltroni. Y ahora callan ante los síntomas de xenofobia… Recogemos del número 42 del excelente servicio ADISTA este artículo de Ettore Masina. Lo traducimos pues nos recuerda cosas parecidas que pasan en España…

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    Desratizar

¡Ah!, no molestéis al Santo Padre, que es viejo y está cansado.

Decidle que se ha roto uno de los repetidores de Puente Galeria y que por eso en los palacios Vaticano, por algún día, la radio y los televisores están en apagón. Decidle que hay una huelga de periodistas de todo el mundo y que por lo tanto no llegan noticias. Haced que no se entere de lo que sucede en Italia al pueblo romaní [”a los Rom” en italiano. También se dice Rom en el español de otros lugares]: es decir que, como muchos no-Papas y no-Vips saben, desde hace meses los gitanos en Italia, están viendo (y no sólo en Ponticelli sino en muchas ciudades y pueblos) que sus campamentos son asaltados por delincuentes o destruidos, casi sin previo aviso, por “las fuerzas del orden”. Es una especie de limpieza étnica, sin muertos, por fortuna, pero con avalanchas del odio, exacerbación de una miseria ya de para sí oprimente y cargada de traumas terribles para centenares de niños. La comunidad europea ya había sancionado Italia como el País menos acogedor para el pueblo Romaní la novedad es que el gobierno ahora ha decidido implantar una solución radical. Racista. El Papa, todo esto, no lo sabe. Si lo supiera, ciertamente Benedicto XVI, “Vicario de Jesucristo, el Patriarca de Occidente y el Primado de Italia”, dejaría sus caras doradas vestiduras y sus rojos mocasines para afrontar el barro de los “campos” contra que los que se ensañan los cócteles Molotov de las personas bien; iría allí a chillarles en esas devastaciones la palabra del Cristo: “Lo que hacéis al pobre es a mí a quien lo hacéis”. Papa alemán, seguramente Ratzinger no puede olvidarse del genocidio de los gitanos realizado por la Alemania nazi en Auschwitz, con cientos de niños espantosamente torturados por el doctor Mengele; y este recuerdo, si él supiera lo que sucede a pocos kilómetros de su ventana dominical, le empujaría a levantarle alta la voz para defender a los miembros de una etnia de las verdaderas y actuales persecuciones. Tan atento como está a las leyes italianas que “violan los derechos del feto”, él mostraría que no es menos sensible a las medidas gubernamentales que violan los derechos humanos de miles de personas atacadas por su nacionalidad.

¿Realmente querríais pedirle que se uniera a los obispos que han acudido a los campamentos gitanos quemados por gente “guapa”, para presentar una petición de perdón para la ofensa hecha a Dios? El Señor deseó que las gentes “de un extremo a otro de la Tierra” llegaran a ser un solo pueblo, reunido en el amor. Para eso quien odia una raza peca gravemente contra Dios. Esto están diciendo con su presencia los obispos peregrinos italianos entre las ruinas húmedas de las casuchas devastadas de los Rom… ¿Cómo dice? ¿Que ningún obispo está allí, entre esas roulottes destartaladas, entre esos motocarros cargados de enseres pobres que se dirigen quien sabe a qué destino, entre esos policías militares que con sus pesadas escavadoras acaban de derribar las barracas quemadas por los cóctel Molotov?

Ay de mí! Los obispos se quedan en sus palacios y callan o (como su presidente Bagnasco) condenan con voz débil y palabras heladas lo que con un bello eufemismo definen como “extremismos”. ¿Cristo se ha detenido en la plaza de San Pietro?

¿Nada que decir?

    [El artículo se extiende en cómo ha reaccionado la opinión pública ante los hechos presentados por los medios y cómo los ciudadanos se han dejado engañar por la campaña de criminalización de los gitanos, un pueblo nómada al que no se les permite ni seguir siéndolo ni estabilizarse en una población]

Entre la imágenes (demasiado raras y prudentes) que la televisión nos proporciona, las que impactan más, aparte de las caras llorosas de algunos niños, son la de ese lavabo instalado en una de las chavolas derribada o la del libro y el cuaderno caídos en el barro; y, de las palabras de las personas, junto a las palabras del odio, la tristeza de un maestro que buscaba a dónde habían ido a parar “sus” alumnos.

He entrado alguna vez en la prisión juvenil de Casal del Mármol, en Roma y he visto (no digo conocido) a jóvenes gitanos atentísimos en el aprendizaje de un oficio. ¿La cárcel como única escuela para ellos?

El verdugo de barrio

Diablo significa “el que divide”. Maldito el sembrador de odio. Maldito el sembrador de mentira.

Mentira es la ligereza con que confunden Romanís y Rumanos (también éstos, por otra parte, objeto de una grave desinformación); mentira es la diferente importancia atribuida a las noticias de crónica. Por ejemplo: todos recuerdan, con razón, la pobre chica romana que durante una riña con una prostituta rumana, murió porque la punta del paraguas de la adversaria penetró en su ojo, pero ¿quién recuerda que pocos meses más tarde una chica rumana fue empujada por una desequilibrada bajo el convoy del metro, en Roma, y desde hace ocho meses está en la coma profundo?

La historia ya no es “maestra de la vida” cómo opinan muchos, pero hay ciertas memorias de verdad muy preocupantes. Leí que algunos comerciantes del distrito de Puente Milvio, en Roma, han constituido una asociación para financiar un grupo de antiguos policías asignados a la vigilancia del distrito. Lo hicieron (y lo hacen) también muchos comerciantes de Río de Janeiro y de São Paulo. De estas policía mercenarias, encargadas de “limpia las calles” y “dar una lección” a los pequeños criminales, han nacido, poco a poco, los “escuadrones de la muerte”. Garantizaban rapidez operativa y certeza de la pena. El hecho es que queremos vivir tranquilamente, a cualquier precio. La tira humorística de Altan del 16 de mayo en “la República” muestra a un valiente burgués, bien vestido y bien alimentado, que dice: “Basta con las medias medidas. Es necesario un “verdugo de barrio”.

También los poetas ven lejos. Escribió David Turoldo hace quince años: “Tengo miedo del nazismo que acecha tras las puertas. Me aterrorizan estos nacionalismos, de estos arrebatos de política negativa. Siempre luché contra todo esto. Ya lo hemos pagado con guerras que parecía que no terminaban nunca.

Tengo miedo de la vulgaridad de esta clase dirigente”. El director de la Radio Padania, uno de los órganos del nuevo gobierno, dijo que es más fácil dearatizar una zona que liberarse de los gitanos.

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