Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Llamadas perdidas

14-Junio-2008    Gonzalo Haya Prats

Esta mañana repasaba yo lo que había hecho el día anterior.
Había ido al tanatorio para acompañar a unos amigos; su padre falleció tras larga enfermedad y prolongada agonía. Después de un responso bastante rutinario, un amigo senegalés cantó, a plena voz ante el grupito de amigos, el Ave María.

En este ambiente de emociones y de fe, comenté con estos amigos algunas de mis recientes lecturas de teología. La resurrección no se producirá “en el último día”; para el difunto “el último día” es el de su muerte. Entra en otra dimensión que no es espaciotemporal. La resurrección no es la revivificación del cuerpo, aunque nos hayamos quedado con la imaginería del resurgir de los huesos convocados para el juicio final.

Decimos que Jesús resucitó, como Lázaro, “al tercer día”, pero este número quiere ser una garantía de verdadera muerte. Muerte, Resurrección y “Ascensión” –imaginando que el cielo fuese un lugar más arriba, sobre la tierra- serían simultáneos.

Por primera vez pensé ante un cadáver que éste no estaba esperando a resucitar, porque ya había entrado a gozar de la plenitud en Dios Padre.

Por la tarde asistí a una Jornada organizada por el Proyecto de Sensibilización Intercultural de Cruz Roja de Madrid. El objetivo era sensibilizar a los técnicos y voluntarios que trabajan con personas marginadas y entregarles un Argumentario con datos y reflexiones sobre la inmigración.

El plato fuerte de la Jornada consistió en la dramatización de un monólogo en el que una actriz representaba la vida de una inmigrante. En realidad la vida de cinco inmigrantes condensada poéticamente en un solo personaje. Resultó especialmente impactante la referencia al agua como hilo conductor: poéticamente en las alusiones al juego de niña con el agua, y dramáticamente al sumergir la cabeza en agua como en un intento de suicidio. Puedo asegurar que no resultó ningún melodrama de comedia. La representación produjo gran emoción, perceptible en el silencio sobrecogido de los más de cuarenta espectadores.

A partir de esta breve representación, la misma actriz abrió un diálogo preguntando qué nos sugería esta escena. Los comentarios reflejaron las diversas sensibilidades, que la moderadora procuró conducir hacia una sensibilización que, a diferencia de la sensiblería, desembocara en una actitud y unas acciones concretas. Ya en la calle, expresamos en corrillos nuestros sentimientos y sugerimos nuevos proyectos.

Esta mañana, al recordar, tuve la impresión de que abría el buzón de llamadas perdidas; de que allá, en mi interior, se habían ido depositando llamadas de Dios que yo no había abierto porque sólo estaba atento a dar mis opiniones sobre esto y aquello. No las había abierto conscientemente, pero algo de aquellos mensajes había logrado atravesar la verbosidad humana y se habían hecho oír a través de la palidez del difunto, de los libros de teología, de la dramatización de la actriz, de los comentarios, y de mis propios sentimientos.

Hoy, en el silencio, he recuperado la voz cálida de aquellas llamadas perdidas de Dios.

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