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¿Qué encandilaba de Marcuse a los jóvenes del 68?

14-Julio-2008    Eloy Isorna
    Este artículo se añade a los que hemos dedicado al 40º Aniversario de Mayo del 68. Hay situaciones que se repiten. Quienes hacemos ATRIO hemos recordado frecuentemente un consejo de Marcuse en “El final de la Utopía”: “Aprovechemos al menos las rendijas de libertad que muy a su pesar deja abiertas el sitema”. La rendija de Internet ni la podíamos imaginar entonces…

El 19 de julio del año en curso se cumple el ciento diez aniversario del nacimiento de Marcuse.

Herbert Marcuse, de familia judía, nació en Berlín el 19 de julio de 1898.

Su pensamiento a juicio de José María Castellet (”Lectura de Marcuse”. Editorial Seix Barral. Barcelona 1969) debe englobarse inicialmente en la corriente centroeuropea en la que confluyen autores como Bloch, Lukács, Benjamin, y Adorno, entre otros.

Contaba Marcuse 70 años cuando sus ideas revoloteaban de una u otra forma sobre los movimientos estudiantiles de 1968, alcanzando sus obras una notoriedad significativa.

Se han señalado en Marcuse dos líneas de pensamiento: la primera y mas explicita, la derivada del marxismo, repensando y revisando a Marx y a Hegel. La segunda, mas subterránea, constituida por “el componente hebraico”, es decir, en palabras de J.M. Castellet “la incidencia del mesianismo sobre el pensamiento de tradición racionalista, la persistencia de cierto espíritu mesiánico-escatológico que proviene de la filosofía hebraica y quedó asimilado y transformado en el utopismo dialéctico de Marx” (citado pág. 16)

A Juicio de J.M. Castellet este componente hebraico se manifiesta, mas que en los temas, en “una tintura utopistica” que puede derivar en pesimismo ante la imposibilidad de realizar el proyecto utópico: La transformación revolucionaria del mundo.

Así la utopía, es decir el futuro, es el ángulo desde el que es preciso juzgar y valorar el presente y la fidelidad a la utopía se explica como un ejercicio crítico continuo a través del cual la realidad actual se proyecta hacia el futuro.

Marcuse contempla y destaca como la humanidad posee, como en ningún otro momento de la historia, los instrumentos para cambiar el mundo a mejor.

Dice Marcuse: “(…) Apenas hay hoy, ni en la misma economía burguesa, un científico o investigador digno de ser tomado en serio que se atreva a negar que con la fuerzas productivas técnicamente disponibles ya hoy es posible la eliminación material e intelectual del hambre y de la miseria y que lo que hoy ocurre ha de atribuirse a la organización socio-política de la tierra (…)” (El Final de la Utopía).

Por eso,en un dialogo con Lowenthal, dirá que “cada vez importa mas la cuestión de quienes son los especialistas, si los son de la guerra o de la Paz. Si son especialistas de la explotación intensiva o especialistas que desean lo contrario. Y creo que la intelectualidad tiene, en este punto, la tarea de hacer que los especialistas sean distintos de los de hoy, que sean especialistas de la liberación. pues hay realmente una técnica de la liberación; y hay que aprenderla”.

¿No nos suenan muy actuales también hoy estas palabras?.

¿Como será ese nuevo estadio de la historia que ha de surgir si se alcanzasen los citados objetivos?. Sin que estén clara las consecuencias, supondría alcanzar un objetivo soñado, supondría alcanzar el final de una utopía y entraríamos en un nuevo tiempo de la historia.

No obstante el pesimismo razonado que albergaba Marcuse sobre la capacidad de las sociedades (socialistas o capitalistas) para evolucionar ,le hace decir, en primer lugar, que, como proceso histórico, el proceso dialéctico comprende también a la conciencia, es decir el reconocimiento y el dominio de las potencialidades liberadoras y, en este sentido, también comprende la libertad. Y, por consiguiente, en segundo lugar, que “”En el grado en que la conciencia esté determinada por las exigencias e intereses de la sociedad establecida “”carece de libertad”"; en el grado en que la sociedad establecida es irracional, la conciencia llega a ser libre para la mas alta racionalidad histórica sólo en la lucha contra la sociedad establecida” (H.Marcuse: “El Hombre Unidimensional”. Editorial. Seix Barral. Barcelona 1969, págs. 250 y 251).

Repitamos su última idea: sólo en la lucha contra la sociedad establecida la conciencia llega a ser libre.

Ya antes, en la misma obra (página 132) nos había advertido: “El lenguaje ritual autoritario se extiende sobre el mundo contemporáneo, a través de los países democráticos y no democráticos, capitalistas y no capitalistas”.

Y sobre el consumismo y la configuración unidimensional del hombre nos había también advertido: “Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. “”Falsas” son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. Su satisfacción puede ser de los mas grata para el individuo, pero esta felicidad no es un condición que deba ser mantenida y protegida si sirve para impedir el el desarrollo de la capacidad (la suya otra y la de otros) de reconocer la enfermedad del todo y aprovechar las posibilidades de curarla. El resultado es, en este caso, la euforia dentro de la infelicidad. La mayor parte de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esta categoría de falsas necesidades” (citado pág. 35).

Y nos dirá también: “(…) Es así como el discurso de Sócrates es un discurso político en tanto que contradice las instituciones políticas establecidas. La búsqueda de la definición correcta del “”concepto”" de virtud, justicia respeto y conocimiento se convierte en una labor subversiva, porque el concepto supone una nueva polis” (c itado pág. 162).

Sin embargo la conclusión de Marcuse es negativa: “La teoría critica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y el futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito , sigue siendo negativa. Así quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida por el Gran Rechazo. Y concluye su libro “El Hombre Unidimensional” con una cita de Benjamin: “En los comienzos de la era fascista, Walter Benjamin escribió (…) Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza.” (cit. pág. 286).

OTROS MIMBRES

Junto a Marcuse otros autores y corrientes de pensamiento (los textos del concilio Vaticano II, Miguel Benzo, Enrique Miret, Togliatti, los textos marxistas en general y de modo especial los manuscritos del joven Marx, los textos de editorial ZYX, etc. etc. ) conformaron la acción de muchos jovenes españoles de aquellos años.

Quizá como referente - esperanza y critica - de aquel tiempo quepa citar algunos textos de José María González Ruiz. Así, a modo de ejemplo su librito (137 páginas) “Creer es Comprometerse”.

Allí podemos leer “Nuestro Dios es un Dios sorprendente: nos sorprende cuando o estamos preparados. Dios es irreductible a una edición de bolsillo, a un manual. Dios resiste a ser domesticado” (”Creer es Comprometerse”, Editorial Fontanella. Barcelona 1967, pág. 22).

Y también: “Comprometer a Dios con la reacción es sacrilegio. Nosotros los viejos cristianos, los que de nuestra fe y de nuestra creencia hemos hecho una institución, y una institución a veces no religiosa sino civil, social, política económica inclusive, nos resistimos a esto, porque a Dios lo tenemos tan bien metido en todo nuestro tinglado vital, tan bien colocado , que eso de que cada día haya que hacer un replanteamiento es algo que nos sorprende, es algo a lo que nos resistimos, sobre todo los viejos creyentes, los que pertenecemos a sociedades en donde son identificados excesivamente Dios y los perfiles sociológicos de nuestro contexto individual, social, político, económico…”

“A Dios lo tenemos demasiado comprometido, demasiado identificado; lo utilizamos demasiado (…). Hay una utilización de Dios por ejemplo para bautizar ciertas estructuras políticas, económicas y sociales, que no pueden ser bautizadas, que resisten al agua bautismal , porque están intrínsecamente corrompidas (…). (citado pág. 28) .

Y advierte: “El amor al prójimo no es una solución social, ni económica, ni política. El amor cristiano está mas allá de todos los presupuestos humanos, sin hacerlos inútiles por eso. El prójimo desborda los lazos geográficos, culturales, políticos. El prójimo irrumpe en la vida de cada uno al margen de todas las previsiones y por encima de toda planificación (cit. pág. 37) .

Y también: “(…) los grandes silencios de la Iglesia ante los despotismos de toda clase - políticos, económicos, sociales, culturales serán juzgados ante los ojos del único Señor como gravisimos pecados de idolatría. Y no basta acudir a una prudencia de este siglo, aludiendo a los equilibrios que hay que hacer para no perder privilegios, para continuar alimentando tinglados mastodónticos, difícilmente reconocibles como signos puramente religiosos o para no poner en peligro las grandes inversiones económicas que ligan a ciertas instituciones eclesiásticas con las cumbres de la oligarquía financiera; las exigencias de nuestra condición de adoradores del único Dios siempre mayor, son enormemente drásticas y no admiten excusa de ninguna clase”. (citado pág. 77).

Concluye su libro José María González Ruiz con un aviso a navegantes:

“Pero ¡ay del profeta que, como Balam, profiera los oráculos que Dios pone en su boca!. Inmediatamente se le retirarán las fuertes subvenciones con que se habían dotado los nuevos laboratorios teológicos. Se le acusará de haber traspasado la holgada frontera de la nueva izquierda, internándose por eriales peligrosos y desconocidos. se le discutirá su misma competencia teológica, y se le echará en cara haber abandonado su campo específico (…). Este sería el gran pecado contra la fe: el pecado de la adaptación, de la renuncia a este veloz ritmo que ha tomado la Historia y que nos exige una mayor atención a esta grandeza inconmensurable del Dios siempre mayor, del Dios siempre viniendo , del Dios ladrón y sorprendente, que es el único Dios al cual puede referirse nuestra fe” (citado. pág. 137).

Con estos y otros mimbres se tejió el pensamiento de parte de la juventud del 68.

Ellos nos sugestionaron y encandilaron ¿quizá para siempre?.

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