Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El fanatismo intrínseco de las religiones reveladas

29-Agosto-2008    Juan Luis Herrero del Pozo

Desaconsejo las siguientes líneas a conservadores satisfechos con su doctrina tradicional. Las aconsejo, en cambio, a agnósticos y ateos, demasiadas veces tratados como humanistas de poco pelo; a cristianos desengañados; a quienes van camino de serlo y arriesgan tirar al niño con el agua del baño, etc., etc. Casi todos éstos estaríamos de acuerdo, pienso, en que es preciso respetar y amar a los intolerantes pero ser intolerantes con su intolerancia doctrinal.

Hace tres o cuatro días en la televisión Localia vi un reportaje alucinante. Un vasto caserío de una secta rebelde en Estados Unidos era asediada por el FBI (no juzgo el caso). Al cabo de 50 o 60 días de rabiosa negociación un incendio (¿provocado por quién?) acababa con la mayoría de los 150 ‘davidianos’ resistentes. Hablaron dos o tres supervivientes que nadie hubiera supuesto fuera de su sano juicio. Gente sencilla aunque no inculta que seguía ciega y fanáticamente a un tal David, jóven de 31 años al que Dios había hablado e insistido en que no se rindiesen a la autoridad. Parece claro que ninguno de nuestros conservadores se reconocería en semejante comportamiento. Sin embargo ¿cuál es la diferencia objetiva con tales mártires de su fe religiosa? Sustancialmente, en mi modesto entender, ninguna: unos y otros creen que DIOS LES HA HABLADO.

Es el denominador común de cualquier religión revelada. Y semejante creencia encierra sustancialmente, aunque sólo sea en germen, una intolerancia fanática insuperable.

Si por revelación se entiende lo que han entendido siempre las tres religiones del Libro no hay vuelta de hoja. Si Dios ha comunicado, por ejemplo, un depósito de verdades inaccesibles a la simple conciencia humana, todos los contenidos de su mensaje están avalados por su Verdad y son absolutamente IRRENUNCIABLES.

Así en el cristianismo:

  • Dios ha agraciado de un modo especialísimo sólo a esta porción humana, a lo largo y ancho del tiempo y del espacio, con la revelación total. Es una elección privilegiada. Por la que además Dios irrumpe en la historia haciéndose ser humano en Jesús de Nazaret que es el único ungido, el enviado definitivo. Y así es el único salvador universal. Él funda una religión fuera de la cual no hay salvación, salvo que se haya reservado algún otro medio especial como pudiera ser algún modo de pertenencia a dicha Religión. Y, dado que el ser humano es capaz de tergiversar el contenido revelado, Dios mismo ha dotado a su iglesia de un instrumento, infalible dentro de ciertos supuestos (según los católicos), el Magisterio jerárquico. Todo queda atado y bien atado. De este modo la revelación de Dios es la percha de la que está colgado todo el entramado doctrinal, moral, sacramental y organizativo de la institución eclesial. Más aún, la revelación de Dios se identifica con la segunda persona de la Trinidad hecha carne y está avalada en su integridad por la tercera persona de la misma, el Espíritu Santo.
  • Por muy abiertos que sean algunos seguidores de esta religión, objetivamente no caben componendas, ni ecumenismo intereclesial serio (congelado desde casi sus comienzos) ni pensamiento religioso pluralista, tal como se ha evidenciado en Atrio por varios en su rechazo frontal a las reflexiones de J.M. VIGIL. Como mucho cabe un pluralismo ‘asimétrico’, hábil finta para no salir del llamado ‘inclusivismo’ oficial: cualquier contenido de verdad de otras religiones o es secundario o está incluido en la verdad católica.
  • En tales condiciones es inútil buscar un terreno común de encuentro de toda la humanidad (por ejemplo, una ética universal) porque la fe cristiana exige lo que exige que, por lo visto, es algo más que Mateo 25 que resulta tan escuálido que hasta cabrían los ateos.

Salvo el no haber pasado por el crisol de la Ilustración que le inhabilita para una auténtica hermenéutica del Corán, ni siquiera el Islam, sin más creencias que Dios, parece doctrinalmente tan intolerante. Y contra la intolerancia no hay cuartel. Los debates de ATRIO son un significativo exponente.
No dudo que existiría un lugar de encuentro entre cristianos como sería el retorno al conocimiento y seguimiento del Jesús histórico en el marco de las limitaciones de su conocimiento (que he llamado ‘jesuanismo’). Pero, al menos de momento, ni siquiera esto parece factible (somos acusados de desertores) porque al Jesús histórico se fue progresivamente superponiendo el llamado ‘Cristo de la fe’ que ha sido una interpretación subjetiva más ¡muy respetable, por cierto! al amparo de una especial supuesta asistencia del Espíritu Santo. ¿No valen entonces nada unas creencias milenarias? Valen tanto como la creencia ‘de fe’ de que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ tal como fue realmente entendida por Cipriano de Cartago, por Francisco Javier y por todos los que nos fuimos a misiones para salvar a los ‘pobres infieles’.

Sugeriría que ATRIO volviese a su proyecto inicial de encuentro entre lo sagrado y lo profano abandonando la deriva hacia el debate estéril entre facciones cristianas de momento, al parecer, irreconciliables.

Logroño 28/8/2008

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