Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El cristianismo como religión revelada: esquizofrenia entre fanatismo y fidelidad

09-Septiembre-2008    Juan Luis Herrero del Pozo

En los comentarios que se opusieron a la tesis del post “fanatismo intrínseco de las religiones reveladas” (Atrio 29/8), creo que subyace una defectuosa utilización del binomio tradicional ‘sagrado/profano’. Creo que lo sagrado tiende a fanatizar cuando se lo identifica con la Verdad de Dios. En el cristianismo tradicional ese fanatismo es resultado de la esquizofrenia provocada por el conflicto entre obediencia a esa verdad pretendidamente recibida de lo alto y la invitación evangélica a la humildad, tolerancia, apertura a otras doctrinas como fruto del amor universal. Ésta es la llamada básica de Dios y su única indudable revelación en las conciencias de todos los humanos. Cuando a la conciencia humana autónoma (lo profano) se superpone alguna verdad objetiva exógena (lo sagrado revelado) que desborda la capacidad de los procesos de conciencia subjetiva… el conflicto esquizofrénico está servido y sembrada la semilla del fanatismo.

Por claridad voy a perfilar los dos polos entre los que se incuba la dolorosa tensión esquizofrénica y apuntaré cómo zafarse de este callejón sin salida:

•1. Obediencia ciega a una revelación privilegiada.

Muchos cristianos tradicionales se creen privilegiados por una especial revelación de Dios que, por eso mismo, entienden ser irrenunciable. Me parece que de esta convicción resultan hoy dos efectos lamentables:

    a) el complejo doctrinal tradicional es extraño, ininteligible y, peor aún, irrelevante para otros cristianos. Es una explicación indudable (no única) de la sangría eclesial: las iglesias se vacían y casi sólo quedan canas.

    b) el contenido de semejante revelación privilegiada incapacita para el gran ecumenismo que es el pluralismo religioso.

Tal como se ha entendido durante siglos, la revelación es comunicación por parte de Dios de unos contenidos de verdad que ninguna conciencia humana habría descubierto por sí misma. Aunque no se es capaz ya de establecer el HECHO de tal revelación (previo racional a la fe) se cree que ha existido y que directa o indirectamente interpela a toda la humanidad. De ahí la necesidad de la misión en sentido fuerte, es decir, tendente a convertir a todos (para que conozcan las verdades más decisivas para la salvación).

Aunque existan otros caminos de acceso a Dios (concesión muy reciente de la teología) el cristianismo es irrenunciable, válido para todos en todas las culturas, de modo que las otras religiones sólo valen objetivamente si no contradicen al cristianismo en sus ‘verdades de fe’. Piénsese qué ecumenismo cabe aquí y qué espacio queda para una plataforma de encuentro ideológico, doctrinal o ético con otros no católicos y, más aún, con otros creyentes o increyentes. ¿No propician estos planteos posturas fanáticas porque el concepto de religión revelada es objetiva e intrínsecamente fanatizante? En siglos pasados se mataba a los herejes. En los tiempos modernos las autoridades religiosas censuran, condenan y quitan cátedras. El reflejo excluyente es el mismo, cambia el poder para aplicarlo. El ecumenismo interno o intereclesial está congelado casi desde sus inicios porque, en realidad, la jerarquía católica no comprende más unión que el retorno al redil de los disidentes.

Al hablar de ‘verdades reveladas’ o derivadas de y conexas con la revelación estamos hablando de…: (los contenidos del muestreo siguiente son de desigual importancia, claro está. Y perdóneseme una formulación al alcance de cualquiera):

  • - Jesús no sólo es Cristo (ungido, enviado) sino que es el único y universal Ungido.
  • - Jesús no sólo des-vela y transparenta a Dios sino que se identifica con él.
  • - Jesús no es que haya resucitado “como todos” (cf. Religión sin magia) sino que es el único resucitado ya, sin cuya resurrección nadie resucitaría.
  • - El pecado original hereditario es un hecho histórico de Adán y Eva.
  • - Las células iniciales del feto de María no heredaron, por su previa santificación (¿?), dicho pecado original hereditario (Inmaculada Concepción)
  • - La preservación perpetua del himen de María (antes, en y después de parir a Jesús) se explica como concreción (de suyo observable) de que Jesús es obra especial del Espíritu (Virginidad perpetua).
  • - María es madre de Dios, ‘theotokos‘ o engendradora de Dios
  • - María fue ascendida al cielo en cuerpo y alma (Asunción).
  • - Jesús fundó la Institución llamada Iglesia con su organigrama tradicional: jerarquía episcopal, 7 sacramentos, papado, verdades de fe y costumbres, etc.
  • - El Bautismo borra el pecado original e infunde la gracia santificante en un bebé, obviamente sin ninguna cooperación.
  • - En la Eucaristía, después de la consagración, vemos y gustamos pan y vino pero en realidad es Jesucristo (cuerpo, alma y divinidad), en cualquier circunstancia, y así… entra en nuestro estómago, se hace presente en una misa sin más participantes que sólo un celebrante incluso sin fe, se mantiene presente en el tabernáculo o en una hostia perdida o en la que paseamos por las calles en la procesión del Corpus, etc. Sin un celebrante válidamente ordenado nada de esto ocurre.
  • - Sólo el Papa es infalible en el mundo dentro de ciertas circunstancias.
  • - La contracepción se mantiene rechazada de forma irrevocable porque el magisterio entiende que es de derecho natural.
  • - Un matrimonio, o no ha existido realmente o es intrínsecamente indisoluble.

Sin duda, no es ésta toda la revelación pero sí parte integrante de ella.

Realmente, alguien con mínimo espíritu crítico ¿puede creer que este conjunto de verdades ha sido comunicado en su sustancia por Dios, es irrenunciable y, en principio, destinado a todos los seres humanos? ¿No es semejante fe intrínsecamente fanatizante? Pero la tensión esquizofrénica surge cuando a este polo fanatizante se opone otro contrario por fortuna muy presente y actuante en el pueblo cristiano…

•2. Fidelidad a la esencia del mensaje evangélico de Jesús, el amor universal.

Sobra citar los millones de ejemplos de seguidores de Jesús, sencillos o heroicos creyentes. Esta constatación de apertura y tolerancia en razón del amor de Dios a toda la humanidad -que por lo demás está presente en el Judaísmo y en el Islam- constituye un denominador común de quienes se opusieron en el post antes aludido sobre el ‘fanatismo intrínseco de las religiones reveladas’. La comparto. Ahora bien, esta invitación evangélica al amor universal de talante sin duda profundo y entrañable coexiste con comportamientos ajenos y contrarios, los del apartado 1., a los que Mariano ha llamado ‘indisponibilidad estructural’ que derivada del carácter irrenunciable de una determinada doctrina garantizada por el propio Dios. La tensión vivida, si es consciente, entre ambos polos de tanta trascendencia, reviste, a mi entender, características esquizofrénicas y la historia de la iglesia discurre por ello en medio de una grave contradicción existencial. Nada de extrañar que en ciertos casos se evidencie el contraste entre intolerancia fanática y sincera buena fe. No me extrañan los casos de santos fanáticos: los hubo sin duda entre los mismos inquisidores o lo han sido, por ejemplo, ‘san’ Pío X (martillo de la modernidad) o Juan Pablo II. Posiblemente sean ‘santos’ (Dios lo sabe) pero sin duda también personajes nefastos para el mundo y la iglesia. Ninguno de ellos creía ni podía creer en el ecumenismo ni en el pluralismo religioso, por ejemplo. Quien está seguro de SU verdad porque es la de Dios difícilmente puede estar abierto a la verdad no coincidente de otros. Difícil aunque posible, reitero. Pero parece difícil que escapen, si son conscientes, a una indudable vivencia esquizofrénica mientras se aferren a ambos polos a la vez, el de la única Verdad total revelada y el de la multiplicidad de otras verdades religiosas. Muchas serán conciliables y podrán interactuar. Algunas (las del muestreo de arriba) ciertamente no. ¿Qué hacer?

•3. Superación de la esquizofrenia y del fanatismo.

Sospecho que nos encontramos en un callejón sin salida ¡Salvo que entendamos la revelación de Dios de manera diferente de la tradicional, retomando intuiciones de la crisis modernista que sigue viva bajo las cenizas.

Si el cosmos es autónomo y, sobre todo, la conciencia humana, no existe el mundo de lo alto desde el que nos pueden llegar conocimientos inaccesibles sin ello a dicha conciencia. Ésta ha sido dotada por Dios de la capacidad de buscarle y encontrarle. Por supuesto, en el ámbito de la praxis de la regla de oro, pero también en cuanto a acceder a un conocimiento de Dios, más que de su realidad (apofatismo) de cómo relacionarnos correctamente con él. Es la función de los profetas, de los místicos, de todos los hombres de Dios en todas las religiones y en todos los tiempos: esta revelación no está cerrada, como dice la iglesia, con el último de los apóstoles.

No existe revelación exógena de Dios en tanto transmisión de un contenido de verdades llovidas del cielo por ser inasequibles a la conciencia. Las mismas Escrituras no lo son. No son una recopilación de oráculos sino la trascripción escrita de las experiencias interiores subjetivas de cientos de seres humanos. Ahora bien en tanto experiencias subjetivas corren el mismo riesgo de las revelaciones llamadas ‘particulares’: se pueden contradecir, equivocar, desviar… (véase el muestrario de arriba) ¿Cuál podrá ser su tratamiento para disponer de ciertas garantías de que, en algún grado, algo des-velan sobre nuestra relación con Dios? Ésta es la verdadera hermenéutica pendiente, la que hace sentir su necesidad cuando escarbamos en el verdadero aspecto subjetivo de las vivencias de las comunidades que dieron lugar al Nuevo Testamento.

Los criterios de plausibilidad de tales experiencias des-veladoras serían: santidad y razonabilidad de tales contenidos de conciencia, su complementariedad, contraste de verdades de segundo orden con las de primero, discernimiento comunitario, connaturalidad de vida del testigo con el mensaje de Jesús, compromiso con la justicia, y todo género de efectos benéficos para todos los humanos (”por sus frutos los conoceréis”). La autenticidad de la praxis juzga la verdad de la doctrina.

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Soy consciente de que la propuesta es revolucionaria: sólo la conciencia des-vela a Dios y ahí todas las religiones están en igualdad básica de condiciones. Esto forma parte del núcleo del nuevo paradigma. Se trata de la recuperación de lo profano, de lo laico, de lo humano fuera de lo cual pervive -sin futuro a mi parecer y con harto daño para el cristianismo- el mundo de lo mitológico, sobrenatural, sagrado, revelado. Los patrones mentales que rigen ambos paradigmas constituyen, tal como se sigue evidenciando en Atrio, esas dos galaxias entre las cuales no hay común lenguaje.

Logroño a 9 sept. 08

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