Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

LO QUE HOY SE DECIDE EN LAS ELECCIONES ITALIANAS

09-Abril-2006    Antonio Duato

Hacía tiempo que Italia no se enfrentaba a unas elecciones con tanto dramatismo. La votación de hoy recuerda la de 1948 cuando el país se polarizó entre comunismo sí o comunismo no, marcando el punto más álgido de intervención de la Iglesia a favor de la Democracia Cristiana que salió victoriosa. O el referéndum de 1974 sobre la cuestión de divorcio sí o divorcio no, que marcó el inicio del declive de Democracia Cristiana y del influjo político de la Iglesia. Esta vez la polarización está entre Berlusconi sí o Berlusconi no, aunque las ultimas intervenciones del cavalliere han querido camuflarla de nuevo como “Berlusconi o comunismo”. La intervención de la Iglesia está siendo más matizada que en las otras ocasiones pero no menos presente y decisiva. Sin esperar el incierto resultado, que conoceremos el lunes 10 por la tarde, parece oportuno adelantar estas reflexiones.

El sistema electoral remodelado por Berlusconi a su medida ha introducido un falso presidencialismo mayoritario. Se decide entre dos presidentes y dos estilos de política muy diferentes (véanse las fichas de los dos en las semblanzas que publica hoy El País) que está apoyados cada uno no por un partido organizado sino por una coalición de partidos con grandes diferencias programáticas entre los que es muy difícil establecer una política coherente de gobierno. Necesariamente se producirán tensiones y divisiones en cada formación, ya gane o ya pierda. Y las verdaderas opciones políticas (modelo de autonomía regional, modelo económico, social y cultural) se decidirán posteriormente con batallas entre los diversos partidos hoy coaligados, en las que los líderes procurarán obtener más cuotas de poder o cargar más en los otros la culpa del fracaso.
Para una personalidad tan relevante como el P. Bartolomeo SORGE –antiguo director de La Civiltà Cattolica, organizador de los primeros viajes de Juan Pablo y fundador de un instituto en Sicilia para formar políticos que se enfrenten a la mafia– lo que en Italia se va a decidir hoy es la misma esencia de la democracia. Para él Berlusconi representa la peor corrupción de la democracia, la implantación de una dictadura a través de la manipulación mediática de la sociedad y la inversión de valores que pone descaradamente el triunfo y la fortuna personal como argumento electoral y propone reformas “ad personam” para defenderse ante los jueces y los enemigos políticos. Acaba así su Manifiesto a los italianos: “Cada vez es más urgente que colaboren más bien todos los católicos y laicos, la Iglesia y el Estado, en defensa de una democracia madura, fundada –finalmente desde el Norte al Sur– en la legalidad, en la corrección democrática y en los valores de la Constitución”.
Para la alta jerarquía de la Iglesia–agrupo en esta expresión a la cúspide de la Iglesia (Benedicto XVI), al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (cardenal Ruini) y a la actual línea editorial de la influyente Civiltà Cattolica), siguiendo a Sandro Magister eb Chiesa– estas elecciones han sido la ocasión para reforzar una estrategia política de intervención en la política italiana que va más allá de la asociación con un partido o una coalición. La elección ya la pueden dar por ganada desde el momento que nadie se ha atrevido a enfrentarse con su línea roja: los tres grandes principios insoslayables: defensa de la vida desde la concepción hasta su fin natural, defensa de la familia contra otro tipo de unión conyugal distinto del matrimonio entre hombre y mujer y defensa del derecho de los padres a la educación de los hijos que supone financiación de la escuela privada y opción de enseñanza religiosa en la pública. Lo mismo que cuando optaron por defender la abstención en el referéndum sobre fecundación artificial, esta línea roja, con su ambigüedad premeditada, tiene las de ganar: de hecho ningún partido propone quebrantarla y hasta Prodi hace manifestaciones de ser católico practicante y obediente, guardando para otra ocasión su compromiso de tímida ley PACS para el reconocimiento de parejas de hecho. Nadie discute esta línea roja que el Vaticano propone como de derecho natural, sin rebajarse a concretar situaciones y a discutir con quienes con razonamientos éticos opinan lo contrario. Dicen que su doctrina no se basa en la revelación divina sino en la defensa racional de la especie humana, pero lo afirman con el dogmatismo propio de una imposición, no de una proposición.
Pero esta situación de aceptación sin chistar de las intervenciones vaticanas, que hoy han sido tácticamente aceptadas por los laicos tanto de derechas como de izquierdas –nadie quiere verse arrollado por el neoconservadurismo religioso como Kerry en 2004– no resistirá la refriega postelectoral en una u otra coalición. En la derecha, tanto si pierde como si gana Berlusconi, el nuevo partido que está formándose en torno a Marcello Pera, actual presidente del Senado y amigo especial de Ratzinger desde hace unos años –escribieron juntos un libro– se perfila como el nuevo partido de Benedicto XVI, inspirándose en sus palabras como se declara en el manifiesto fundacional El Occidente fuerza de civilización, que intentará robar al turbio Berlusconi la función de vertebrar el centro derecha. Y en la izquierda, tanto si gana, para establecer políticas concretas de libertades individuales y educación, como si pierde, para adjudicar responsabilidades: muchos opinan que la actitud “arrodillada” de Prodi y Rutelli está alejando mucho voto de la izquierda laica, que se hubieran visto atraídos por una actitud más parecida a la de Zapatero. Que, por cierto, ha sido uno de los ausente más presentes en la campaña.
Sea cual sea, por tanto, el resultado, nada estará decidido en ningún sentido. Y deberá empezar una seria reflexión en Italia sobre su historia democrática y sobre los valores en los que se debe apoyar. Unos dirán que sólo la confesión cristiana y la sumisión a las exigencias vaticanas aseguran estos valores. Otros dirán, siguiendo en esto a la mejor tradición laica pero también a Sorge y a los seguidores del Vaticano II, que en definitiva el Vaticano con sus mandatos y los teocons y políticos “arrodillados” sólo instrumentalizan supuestos valores para adquirir poder y que la conciencia ética de la sociedad italiana no necesita que le señalen líneas rojas desde fuera o que les salven de la supuesta decadencia que les hace pasto del islam y del terrorismo. Ese es el debate de fondo que por ahora ha sido orillado.

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