Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

“Rostros del mal”: IGLESIA VIVA Nº 225

16-Abril-2006    Atrio

PRESENTACIÓN DEL NÚMERO 225 DE IGLESIA VIVA
LOS ROSTROS DEL MAL

La experiencia del mal se ha presentado a la vez como camino hacia la fe y como argumento para la increencia.
El mal –desastres naturales, devastadoras epidemias, crueles matanzas– ha hecho surgir desde la antigüedad en el hombre sentimientos de pequeñez, fragilidad y opresión que le han empujado a encontrar salvación y justicia liberadora en el Altísimo. Concebido como prueba o como castigo, como producto de la contingencia o del pecado, el mal ha sido siempre ocasión de experiencia espiritual y de tensión ética. Ha constituido siempre una condición indispensable para la religión que es “el suspiro de la criatura oprimida” y la esperanza “en este valle de lágrimas”.
Teniendo sólo en cuenta esta estructura fenomenológica de la religión, la nuestra debería ser la sociedad más religiosa de la historia, pues de desastres, pandemias y sangre violentamente derramada vamos bien servidos. Y además hoy nos llegan en tiempo real, desde todas las partes del mundo, las estremecedoras imágenes de sufrimiento y sangre en el telediario de cada día. Puede llegar a producir hastío e insensibilidad tanta tragedia retransmitida en directo. Pero sí que es verdad que el hombre de nuestro tiempo ha dejado de sentirse protegido y seguro con los adelantos de la ciencia, la técnica y la política. Y esta inseguridad es un terreno fértil para que crezca la religiosidad y el deseo de una salvación que venga de fuera, ya que el individuo se siente totalmente imposibilitado de controlar todo y defenderse adecuadamente del mal. ¿Responderán a esta exigencia las grandes religiones monoteístas?
Desde que la razón empezó a ser autónoma de la teología, sobre todo a partir del siglo XVIII, la presencia del mal en el mundo empezó a ser un escándalo para la fe en un Dios personal todopoderoso y amoroso. No pudiendo concebir las desgracias naturales como castigo se seguía preguntando a Dios creador, como Job, el porqué. Se ponían en tela de juicio las respuestas que daba la teodicea apologética. Y el mal como injusticia y opresión no podía ya ser aceptado con la esperanza de una justicia final impuesta por el Remunerador –opio del pueblo–, sino combatido y reparado aquí en la tierra. El Dios de las grandes religiones monoteístas se manifiesta para el hombre que piensa como algo incapaz de explicar el origen del mal o de encontrarle remedio.
En esta inevitabilidad del tema del mal –avivado recientemente por el tsunami de Indonesia, el huracán Katrina, el terrorismo masivo y las guerras en Oriente Medio– y en esa insatisfacción del pensamiento tradicional cristiano sobre él, ha planteado Iglesia Viva este número.
Hace precisamente once años, en el número 175/176 de 1995, recogiendo las ponencias del XVIII Foro sobre el Hecho Religioso, publicamos un artículo de Andrés Torres Queiruga sobre El mal inevitable: replanteamiento de la teodicea. Su posición suscitó un interesante debate filosófico y teológico que ha continuado hasta hoy. En esta ocasión, el mismo autor, en el primer estudio, explica y actualiza su tesis sobre la inevitable y posible teodicea, que es pieza clave de toda su metodología teológica. La fe y el misterio no nos pueden hacer renunciar al ejercicio de la razón que busca entender. Y en este tema tan difícil de la compatibilidad de un único Dios, origen de todo, con el mal el teólogo no puede contentarse con la vía corta de reflexión cristiana (fideísmo) sino emprender una renovada teodicea a partir de una pregunta mejor planteada y una justificación de la fe cristiana (pisteodicea) que ve toda realidad como don de Dios.
Separándose en terminología de Torres Queiruga, pero llegando por otro camino a semejante actitud cristiana ante el sufrimiento y el mal, Juan Antonio Estrada plantea en el segundo artículo la importancia de ir de la teodicea a la esperanza. En su artículo le preocupa a Estrada más hacer una praxis cristiana recta frente al mal que una explicación teórica sobre el mismo. Sin más especulación sobre el origen, la actitud cristiana siempre será un compromiso práctico para acabar con aquél en lo posible.
Esta dimensión práctica apuntada por Estrada, se desarrolla sobre todo en el estudio de Juan Masiá Clavel (con quien, víctima de las prácticas represivas que todavía subsisten en nuestra Iglesia, como relata José M. de Velasco en otra sección de este número, nos sentimos plenamente solidarizados) sobre el mal producido o no evitado por el mismo hombre. El cristiano debe saberse liberado por Cristo para entregarse a su vez a liberarse a sí mismo del todo y a liberar a los demás. Ésta sería la síntesis de una praxis cristiana contra el mal.
El personaje elegido para Conversaciones con… enlaza con el número 222 que dedicamos al tema ¿Hacia una espiritualidad posreligiosa?, pues si es importante tener en cuenta todos los elementos que configuran la experiencia espiritual para discriminar sus diversos componentes religiosos y cristianos, tradicionales o modernos, era conveniente dar a conocer más la psicología religiosa, que se ocupa de ello con método científico, y al principal promotor de esta disciplina, Antoine Vergote.
La sección Debate adquiere en este número una relevancia especial. Como es sabido, no se trata de presentar una polémica sino dos pareceres distintos sobre un mismo tema. Esta vez se centra en el sentido e interpretación debida del Concilio Vaticano II. Es una cuestión hoy debatida y de gran importancia sobre la que ya tratamos en nuestro número anterior y sobre la que volveremos en el número dedicado a los cuarenta años del concilio, en el próximo otoño. Pero nos ha parecido oportuno recoger ya en éste, sin dejar que pierdan actualidad, dos opiniones diversas –por la categoría del autor y por el contenido– pero no necesariamente contradictorias. Por una parte, las palabras que el Papa dedicó al tema del Vaticano II en un discurso y, por otra, un artículo escrito expresamente para Iglesia Viva por Giuseppe Ruggieri, uno de los colaboradores principales de Alberigo en la confección de su gran obra Historia del Concilio Vaticano II.
Al libro 50 Cartas a Dios, publicado por PPC dentro de la celebración del cincuentenario de su creación, le hemos dedicado especial atención en Signos de los Tiempos, completando el número otras aproximaciones hacia el problema del mal, el artículo de Victorino Pérez sobre la visión hinduista según Pannikar y la correspondencia del teólogo Bonhoeffer con su novia cuando estaba preso y cercano a la muerte en Tegel.

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