Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El Espíritu como continuidad entre la divinidad y el cosmos

12-Mayo-2009    Gonzalo Haya Prats

Estas reflexiones son una muestra de lo osada que es mi ignorancia, pero a veces la fantasía le abre camino a la investigación. En ese sentido querría invitar a los expertos para que nos muestren el proceso mediante el cual el pensamiento cristiano ha ido interpretando dos modos de realidad -divina y cósmica- y su conexión.

Partiré de una duda muy concreta dentro del pensamiento cristiano. Al traducir el término griego pneuma (espíritu) -tan frecuente en la Biblia- en muchos casos surge la duda de si se debe escribir Espíritu -con mayúscula, porque se refiere a Dios- o con minúscula porque se refiere a algo humano.

  • Consideración previa
  • Antes de entrar en materia, un breve inciso que no puedo obviar: ¿se trata de dos realidades? Yo diría que sí y que no. Al considerar una realidad absoluta -ilimitada- no puede existir otra realidad fuera de ella; sin embargo tampoco puedo confundir lo absoluto con lo contingente, el fundamento con aquello que es sustentado.

    No tengo conceptos para expresar al mismo tiempo esta unicidad y esta duplicidad. Platón lo resolvió con la realidad arquetipo y las sombras de la caverna. Hay mucha filosofía sobre este problema que, a mi entender, no tiene solución con nuestros limitados conceptos. No obstante, la razón conceptual no es la única vía de conocimiento; existe también un conocimiento intuitivo emocional tan válido -y tan frágil- como el conceptual. Como dice el místico sufi Hakim Sanai, La ciencia de la verdad es superior a la terminología de “¿cómo?” o de “¿Por qué?”. En general, en la filosofía occidental ha pesado más la dicotomía mientras que en la oriental ha prevalecido la unicidad.

    Por mi parte, para entendernos, me referiré a ellas como distintas, como dos intensidades diferentes de la única realidad, del único Ser. Honestamente no puedo decir algo más claro y coherente.

  • Espíritu Santo y espíritu humano en las escrituras
  • En el ámbito de la reflexión cristiana, escogeré algunas referencias al espíritu (pneuma), que pueden inducirnos a considerarlo como bisagra, o como continuación de la esfera divina en la esfera humana.

    El Nuevo Testamento utiliza el término Espíritu Santo en clara referencia a una intervención directa de Dios, como en la anunciación a María; pero cuando utiliza el término espíritu, sin adjetivar, no siempre queda claro si se refiere a Dios o al espíritu humano. Una mención frecuente es la del Espíritu de profecía, que unas veces se presenta intervención directa de Dios y otras como acción humana en espíritu (o en Espíritu).

    Incluso reconocido claramente como Espíritu Santo puede presentarse en forma de lenguas de fuego o de paloma, o como energía de Dios (Dynamis) que cubre a María con su sombra

    El evangelio de Juan sólo utiliza el término Espíritu Santo cuando recoge datos esenciales de la tradición como el testimonio del Bautista y la donación del Espíritu Santo. En sus reflexiones utiliza el término espíritu (pneuma) sin adjetivar. No siempre está claro cuándo debemos escribirlo con mayúscula, pero aquí recojo la traducción y la grafía de Juan Mateos.

    • q Jn 3:8 “El viento (pneuma) sopla donde quiere, y oyes su ruido, aunque no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu (Pneuma)”.
    • q Jn 4:24 “Dios es Espíritu (Pneuma), y los que lo adoran han de dar culto con espíritu (pneuma) y lealtad”. Esta es la grafía que encuentro, pero ¿podría escribirse también la primera vez con minúscula y la segunda con mayúscula?
    • q Jn 6:63 “Es el Espíritu quien da vida, la carne no es de ningún provecho; las exigencias que os he estado exponiendo son espíritu y son vida”.

    En los Hechos de los Apóstoles, hay textos referidos al Espíritu Santo y textos referidos al Espíritu sin adjetivar. Estos últimos pueden referirse al Espíritu divino, al espíritu humano, o al espíritu maligno; y no siempre queda claro a cuál de ellos se refiere.

    • q Hch 2:17 Sucederá en los últimos días -dice Dios- que derramaré mi Espíritu sobre todo mortal: Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas,
    • q Hch 6:10 pero no lograban hacer frente al saber y al Espíritu con que hablaba.
    • q Hch 7:59 y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: -Señor Jesús, recibe mi espíritu.
    • q Hch 11:12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin poner reparos
    • q Hch 11:28 Uno de ellos, de nombre Ágabo, se puso en pie y, movido por el Espíritu, vaticinó que iba a haber una gran escasez en el mundo entero
    • q Hch 16:18 Hizo lo mismo muchos días, hasta que Pablo, fastidiado, se volvió y le dijo al espíritu: -En nombre de Jesús Mesías te mando que salgas de ella. Y al instante salió.
    • q Hch 20:22 Y ahora, mirad, atado yo por mi propia decisión (to pneumati) voy camino de Jerusalén, sin saber lo que allí me espera.

    Basten estos textos para mostrar la ambigüedad del término espíritu (pneuma) en el Nuevo Testamento. Cada uno recordará y podrá analizar otros muchos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento.

    En el Antiguo Testamento y en la literatura filosófica o religiosa precristiana -de las que el Nuevo testamento ha tomado los significados del término pneuma - se da una ambigüedad semejante.

    El término hebreo ruah significa viento y aliento, pero en el Antiguo Testamento designa la energía activa de Dios y la inspiración profética. La versión de los LXX traduce este término con el griego pneuma, manteniendo prácticamente sus mismos significados.

    Según los expertos, la literatura hermética precristiana se muestra ambigua respecto a si el pneuma pertenece a la esfera de lo “sensible” o de lo “inteligible”. Por una parte lo considera como uno de los elementos materiales superiores, pero le atribuye ciertas funciones trascendentes casi divinas.

    Filón de Alejandría refleja esta misma ambigüedad. El pneuma sería un elemento material, pero el pneuma divino constituye la esencia del alma humana, “una especie de tipo o sello de poder divino, que Moisés llama la imagen, indicando que Dios es el arquetipo de la naturaleza racional”.

  • La utilidad del concepto espíritu para la comprensión del cosmos
  • En esta continuada ambigüedad del concepto pneuma creo ver -sin pretensiones científicas- cómo estos filósofos y teólogos del ámbito judeocristiano vislumbraban la unicidad a pesar de la irrenunciable diferencia entre lo divino y lo humano. Según los principios de sus respectivas escuelas, en esta ambigüedad prevalecía la diferencia o la similitud; prevalecía lo material, lo espiritual, o incluso lo divino de lo humano.

    Quizás resulta difícil definir al espíritu porque, como dice el reconocido teólogo actual Xabier Pikaza, el Espíritu es “la unidad relacional del todo”, “un principio antrópico y divino de la realidad: fuerza de amor y comunión que todo lo sustenta“. Si el Espíritu es relación de amor, donación incondicional, todo lo que en el hombre es donación generosa es participación del Espíritu, es presencia y continuación de Dios en el hombre.

    ¿Podríamos decir que en el pensamiento cristiano el término espíritu es un concepto ambiguo, tácitamente consensuado por autores con distintas cosmovisiones pero con una misma experiencia religiosa de la relación de lo divino con lo humano?

    Esta ambigüedad nos permitiría avanzar en alguna de las dimensiones que abarca, con tal de que no se rompa el difícil equilibrio conseguido. Nos permitiría sobre todo comprender mejor la perspectiva del monismo de algunas religiones o filosofías, que hemos rechazado a priori como panteístas. Nuestra visión de Dios como Padre es válida, pero no excluyente. Dios es también Espíritu. Ningún concepto expresa adecuadamente la realidad de modo que pueda excluir otras interpretaciones.

    Por mi parte encuentro algún fundamento para considerar al Espíritu como una expresión de la continuidad entre la divinidad y el cosmos. Continuidad que reconocería diferencias de intensidad del Ser dentro de la unicidad.

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