Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

BUSCANDO INDICIOS DEL PONTIFICADO

16-Diciembre-2005    Antonio Duato

-La homilía del 40 aniversario del Concilio.
-A la espera de la primera encíclica.
-El limbo.
-El dogma del infierno eterno y la ejecución de Stanley Tooky Willimas.
-La instrucción sobre no aceptación de los homosexuales al sacerdocio.
-¿Qué nos puede deparar el papa Ratzinger?

La homilía del 40 aniversario del Concilio 

Sandro Magíster es un vaticanista bien informado. El día 5 de diciembre anunciaba en su portal Chiesa que la homilía del papa en el día de la Inmaculada, el 40º Aniversario de la clausura del concilio Vaticano II, iba a constituir el principio de la relectura del Concilio hecha por el nuevo papa. E incluso se permitía señalar que la publicación unos días antes, en Avvenire, de un artículo del Presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas era como un prefacio de las claves de esta relectura: ninguna novedad ni menos ruptura del concilio con la tradición y el dogma de la Iglesia, necesidad de verlo e interpretarlo como continuación de los anteriores concilios, carácter meramente pastoral y no dogmático de sus documentos lo que les confiere menos definitividad, inadecuación de la frecuente distinción entre “preconciliar” y “posconciliar”, etcétera.
He acudido rápidamente a leer el texto completo de la homilía anunciada que sólo he encontrado en italiano en la página Vatican.va. Apenas ninguna referencia a lo que significó el Vaticano II en la vida de la Iglesia, ni en positivo ni en negativo. Y precisamente éste es el discernimiento que se espera de un papa con suprema autoridad al principio de un pontificado con grandes dilemas. Sólo encontré en la homilía una preciosa meditación mariana –María protectora del Concilio… Madre de la Iglesia… Israel Santo… de la que debemos nosotros mismos a aprender a ser “almas eclesiales”… y a presentarnos “inmaculados” en su presencia– en la que todos estamos de acuerdo pero que no resuelve en realidad nada respecto a las cosas reales que nos dividen a los católicos hoy: ¿es válida la definición de la iglesia como pueblo de Dios? ¿cómo hay que entender la igualdad radical y la corresponsabilidad de todos sus miembros? ¿cómo deben organizarse en la iglesia los servicios o ministerios? ¿de forma clerical y autoritaria (véase el excelente artículo de FORCANO) siguiendo un modelo de monarquía absolutista o de forma participativa siguiendo un modelo sinodal y democrático? ¿cómo debe aceptarse la autonomía de lo temporal y la encarnación de fórmulas y normas cristianas en las diversas culturas?
Obligado por la lectura del Génesis en el día de la Inmaculada, el Papa hace una referencia al pecado original. En la relectura que hace del texto bíblico, según hay que verlo hoy, puede entenderse que lo pecaminoso hereditario es la búsqueda del conocimiento en autonomía respecto a los preceptos de Dios que fácilmente se podrían entender que son hoy los preceptos de la Iglesia.
La ideología penetra el discurso tanto por lo que se dice expresamente –este papa va a tener especial cuidado de ser teológicamente correcto en su alto nivel de abstracción–  sino por el contexto y lo que se sugiere. Si el papa dice: “Se predice (en el relato del Génesis) que durante toda la historia continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir, entre el hombre y las potencias del mal y de la muerte”. ¿A qué potencias se refiere? ¿A los que planearon la destrucción de las Torres Gemelas matando a tanto civiles (algo más de 2.000), a las que invadieron Irak matando a muchos más (por primera vez Bush ha reconocido que son por lo menos 30.000) o a los parlamentos que despenalizan el aborto en ciertas condiciones o legalizan el amor homosexual? (Decir a "todos en general" es no decir nada).

Más preocupante resulta la contraposición que hace en otro párrafo entre amor y poder para explicar la naturaleza no redimida del hombre: “(Al desobedecer a Dios, el hombre) Más que en el amor se centra en el poder con el que quiere tomar en su mano de modo autónomo la propia vida”. ¿Pero es que no se puede ejercitar la plena autonomía con amor? ¿Es que todo el que prescinde de Dios (o de la confesionalidad y normas de la iglesia, que es lo que subliminalmente insinúa el papa) es necesariamente un egoísta sin amor que lleva dentro de sí la gota de veneno… que llamamos pecado original?

A la espera de la primera encíclica

Parece que el mismo día 8 de diciembre el papa firmó su primera encíclica, que se centrará en “Dios es Amor”. Me imagino las preciosas elucubraciones agustinianas que será capaz de hacer este papa sobre la esencia amorosa de Dios y de su iglesia. Pero la pregunta que no creo resuelva con valentía es ésta y es la que separa la denostada división entre preconcilio y postconcilio, aunque el concilio haya sido “sólo” pastoral y no dogmático: ¿sólo conecta con el Dios Amor quien confiesa con las mismas palabras de Nicea y Calcedonia el dogma de la Trinidad y quien se somete a la absoluta autoridad del papa de Roma? ¿o vive plenamente ya la vida amorosa de Dios quien de verdad ama a su prójimo en los hechos aunque ignore o rechace las fórmulas enigmáticas de los dogmas o disienta de Roma?

Veremos y comentaremos cuando a primeros de enero se haga público este documento. Porque me temo que el papa que ha manifestado su rechazo del relativismo porque el hombre es capaz de llegar con su razón, ayudada por la gracia y la revelación, a la Verdad Absoluta se entretenga hablando de sublimes conceptos sobre últimas hipotéticas realidades sin entrar en el campo de la realidad histórica, la de los hechos crudos y comprobables,  en que se juega la vida del hombre y que sí es un campo en el que el relativismo es nefasto álibi de quien no se quiere comprometer y manchar las manos con el hermano herido en el camino de Jerusalén a Jericó.

En su mensaje grabado del miércoles día 7, el premio Nóbel Harold Pinter se plantea también el tema del relativismo y la verdad. Y decide dar testimonio de la verdad, aprovechando el púlpito que le ofrece el acontecimiento.  Deberíamos como obligación leer ese texto –que las potencias de este mundo intentan ningunear sin rebatir– como una encíclica dirigida a todos los que pretendemos hacer de la verdad y el amor nuestra religión. Podemos disentir, pero aportando razones en contra, no encaramándonos al territorio descomprometido de los “altos conceptos y sobrenaturales realidades”.

El limbo

Aunque parece que de estas realidades indemostrables del más allá sí que se están preocupando los teólogos de la corte. Se reunió la Comisión Internacional de Teología, que depende de la Congregación para la defensa de la Fe, para dar su opinión sobre un tema que preocupaba ya a Juan Pablo II. ¿No podríamos enviar a todos los fetos y criaturas muertas sin bautismo directamente al cielo? Claro que el limbo no es un dogma explícito, pero la imposibilidad de ir al cielo –visión beatífica– sin bautizo o buenas obras personales está intrincada en toda la dogmática del pecado original y la justificación. Complicado lo tiene la comisión y mucho tendrá que pensarlo quien tenga que tomar la decisión.

Es verdad que no está mal que el cielo se abarrote así de minúsculos pero auténticos bienaventurados. Se alegra uno de que el destino último de esos niños famélicos de vientres hinchados y llenos de moscas sea la visión beatífica de Dios. Que también éste sea el destino de los concebidos no nacidos. Esa maravillosa hija cuya vida quedó abortada desgraciadamente a los cinco meses de gestación cuando ya tenía nombre y era parte de la familia. Más difícil es personalizar los billones de óvulos fecundados que no llegan a anidar y que ni la madre los ha notado. Dicen expertos que, de forma natural, en más de la mitad de las concepciones se pierden estos óvulos que según la doctrina oficial poseen ya alma inmortal -según la muy discutible doctrina oficial de la Iglesia- aunque su vida terrena haya durado menos de una semana.

Pero el Concilio ecuménico de Lyon en 1274 dijo claramente: “La sacrosanta Romana Iglesia acepta y predica […] que las almas, empero, de aquellos que mueren en pecado mortal o con solo el original, descienden inmediatamente al infierno, para ser castigadas, aunque con penas desiguales”  (D 464). El sínodo de Pistoya en el siglo XVIII intentó suavizar esta doctrina que excluía a estas almas (con la plenitud intelectual proporcionada por su definitiva independencia del cuerpo) de la visión beatífica, soportando una pena de daño igual a la de los condenados en el infierno. Pero el papa Pío VI condenó esto en 1794 como un error (D 1526). 

Una gran obra de este papa teólogo sería desmontar el tinglado dogmático sobre pecados y castigos eternos que proviene de una concepción de Dios y de una concepción de las culpas heredadas, de la justicia retributiva que sólo se satisface con sufrimiento y de las penas exigidas por justicia a pesar de la misericordia divina que repugna abiertamente con la comprensión que hoy tenemos de los derechos humanos, de la abolición de los pecados de opinión, de la tortura y de las penas que no tengan finalidad recuperadora de las personas. Pero… Ni siquiera va ser sencillo cambiar la doctrina menos estrictamente dogmática sobre el limbo, ya que sería una desautorización de otros papas y tradiciones y abriría una brecha para una revisión mayor. Y no están los tiempos para esta tarea, que por otra parte se hace cada vez más necesaria si se quiere sintonizar con los tiempos, en lo que lo mejor que tienen ellos.

El dogma del infierno eterno y la ejecución de Stanley Tooky Willimas

La ejecución esta mañana (cf.El País, martes 13 de diciembre) de Tooky Willimas, por un crimen cometido hace 25 años, del que no sólo se había arrepentido sino que había tranformado toda su vida. haciéndole paladín de la lucha contra las bandas violentas, me ha hecho pensar. Parece que hasta Schwarzenegger estaba personalmete dispuesto al indulto hacia este condidato al premio Nóbel por sus libros contra la violencia. Pero intereses electorales (63 % del electorado americano, sobre todo cristianos, están a favor de las ejecuciones) le hizo desistir. Mi reflexión es tan sencilla como rotunda: una sociedad educada en una religión que piensa que la Suprema jJusticia obliga a un Padre misericorlcordioso a condenar eternamente -¡infinitud hoprripilante de la pena de "muerte eterna"!-, sin capacidad alguna de remisión, a un hijo suyo cuando ha muerto tras un pecado pecado mortal (aunque sea sólo de pensamiento obsceno), ¿cómo no va a estar a favor de una justicia vindicativa que haga brillar la justicia sin dejarse llevar por sentimiento alguno de humanidad? Dios es el Supremo Modelo y basta. ¿No deberíamos reclamar que sea prohibida por ley la enseñanza en las escuelas -e incluso en los templos- de la doctrina católica dogmática del infierno, un castigo que no ofrece al condenado ninguna posibilidad de arrepentimiento o reparación en toda la eternidad? Considero qur eta doctrina a la larga es más perjudicial para la humanidad que la de la yihad que llama a la inmolación. Esta doctrina es meter en las mentes de nuestros niños una bomba de violencia vindicativa como modelo supremo a imitar, por mucho que se intente explicar que es el hombre mismo el que atrae sobre sí la condena. (véase el respecto los números 212 y 213 del Compendio de Catecismo de la Iglesia Católica, recientemente publicado como obra especialmente prparada por Bnedicto XVI).

La instrucción sobre la no aceptación de los los homosexuales al sacerdocio.

Pero entretanto la tremenda violencia de la que es capaz la Iglesia y sus jerarcas cuando en vez de ver la realidad quieren deducir consecuencias de principio supremos de supuestas leyes naturales, se refleja en decisiones que parecen más "normales". Como la de excluir del sacerdocio a las personas que reconozcan su condición homosexual, aunque estén dispuestos a ser plenamente castos.

Lo más alarmante de este documento que ha sido muy repensado y que está sin duda en relación con los escándalos de pederastia y la visita pointificia que se está haciendo a los seminarios estadounidenses, es la capacidad de alejamiento de la realidad y de hipocresía que está instalada en la cúpula católica de los organismos romanos.

Mucho se ha escrito en contra o a favor. Puede verse un aertículo de nuestro colaborador Julián Moreno en ATRIO o el boletín de documentación de ADISTA traducido al castellano. Pero presonalmente me uno sobre todo con la Editorial del National Catholic Reporter que escribía: "Nuestro pésame a quien corresponda":

-A los numerosos católicos que son homosexuales y que una vez más reciben el insulto de su Iglesia al decir que su condición merece el apelativo de deformación natural destinada a impedirles la madurez personal.

-A los jóvenes aspirantes al sacerdocio que se ven a ver obligados a esconder a sus superiores y si pueden a ellos mismos su condición homosexual o renunciar a una misión que sienten como vocación. Cualquier solución va a ser mala.

-A los fieles católicos que con estos criterios de selección equivocados van a tener por pastores a quienes hayan sido considerados maduros pricológicamente, heterosexuales que han mariposeado con chicas sin llegar a comprometerse con ninguna seriamente, aunque por un desliz del que se han confesado hayan hecho un hijo que sus comprensivos superiores les habrán ayudado a tapar.

¡Hipócritas! Y lo digo, con toda seriedad y responsabilidad a la troupe de monseñores de la que sale este tipo de decretos y que no tienen la valentía -y me temo que no la tendrá tampoco el nuevo papa ,aunque lo ha prometido- de ver antes las viga en el ojo propio.
 

¡Qué nos puede deparar el papa Ratzinger?

Hace una año por ahora estaba acabando de corregir la traducción de un libro de Giancarlo Zizola sobre los problemas y dilemas que en la Iglesia dejaba el papa Woojtyla por su doble cara de visionario y conservador. Abría puertas de progreso que la curia iba cerrando.

Ahora acaba de publicar otro libro, Benedetto XVI, un succesore al crocevia (Sperling & Kupfer, Milán 2005).

Me maravilla la capacidad de esperanza que tiene Giancarlo. Él cree que este papa va a ser capaz de optar claramente por la línea religiosa y va a apartar a la Iglesia católica de la gran coalición política restauradora con el Imperium y los movimientos neoconservadores que él tan claramente denunció en su libro anterior.

Es que verdad que con mucha delicadeza ve signos preocupantes incluso en el papa Ratzinger (que él, como muchos, espera se manifieste muy diferente del cardenal Ratzinger) pero procura quitarles importancia. Su ambiente familiar (algo que en un papa con muchos años tiende a hacerse decisivo) está ligado a los movimientos más conservadores: está relacionado con el Opus su todopoderoso secrtario particular, "Don Giorgio", de Schönstatt es su secretaria particular y de una rama de Comunión y Liberación las sirvientas. En Secretaría de Estado y algunas congregaciones empiezan a extrañarse de que la mayor parte de dossiers que envían para decisión papal sean devueltos con una pulcra nota de su puño y letra: "resuélvase como parezca más oportuno".

Pero Zízola espera impertérrito que este papa consiga imponer la estrategia de la espiritualidad y de la cruz que se opone a la estrategia política del poder con la que que está conducien a la iglesia italiana su vicario Ruini. "El enigma principal no es el de Ratzinger, sino el del cristianismo, si sabrá desnudarse de lo supérfluo y, gracias a esta preliminar reforma, volver a ser sal de la tierra y luz del mundo. La única posibilidad de huir de la homologación, que haría de la Iglesia una institución civil e incluso estatal, sería colocarse rigurosamente en el plano espiritual. El espacio de la Iglesia es ya inexorablemente el de una fuerza marginal y la única cultura que se podría esperar que ofreciera es en realidad una contracultura, capaz de golpear a muerte el sueño espiritual y mental de las masas, cuya libertad ha sido confiscada por el dominio del mercado".

Veo a Zizola huyendo de la vaticanología donde ha vivido a la contracultura y a la mística. Es necesario para sernar el alma. Pero así no se consigue la caída del sistema romano. Por eso algunos, aun sin muchas esperanzas, preferimos seguir destapando las vergüenzas de nuestra iglesa y denunciando sus incoerencias. Hacía va el libro de un sobrino del famoso Padre Lombardi, Luigi Lombardi, Negra Luz, Ensayo sobre catolicismo e apofatismo cuyas pruebas de imprenta estoy acabando de corregir y del que pronto tendrá noticia el lector de ATRIO.

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