Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Contraofensiva modernista

10-Agosto-2009    Atrio
    Pensamos en el el Islam y sólo vemos fundamentalismo y legitimación de los estados más autoritarios, si no incluso del terrorismo. Es como si alguien piensa en los católicos y sólo ve Vaticano, Curia, absolutismo y rechazo de la modernidad. ¿Qué no cuentan las nuevas teologías y la vida de comunidades de base comprometidas con el pueblo? Pues a ese rehacer la mirada sobre el Islam nos invita hoy Sami Naïr.

Contraofensiva modernista

SAMI NAÏR

EL PAÍS - Internacional - 10-08-2009

Aparentemente hay en todo el mundo musulmán un predominio del islam conservador y avances del islam integrista: la victoria de los talibanes en Afganistán, del integrismo en Irán, de la dictadura fundamentalista en Pakistán, la permanencia del wahabismo saudí ultraconservador, la islamización de Sudán, la extensión al Magreb del terrorismo integrista de Al Qaeda. Este panorama demuestra con claridad que las sociedades musulmanas y árabes atraviesan una crisis muy profunda. La imagen del islam que prevalece en Occidente está basada, indudablemente, sobre esta evidencia. El islam se ha convertido en sinónimo de terror o de violencia autoritaria de los poderes fundamentalistas desde principios de los años noventa y, sobre todo, desde el 11 de septiembre. Y esa percepción mediática aumenta gracias a un potente trabajo de adoctrinamiento emprendido por ideólogos (Samuel Huntington, Bernard Lewis) que apoyan a Estados directamente implicados en las relaciones conflictivas con el islam.

Pero, aunque la ideología espontánea sea la del “choque de civilizaciones”, la realidad es del todo distinta: no hay conflictos abiertos entre lo que llamamos de forma esquemática el mundo musulmán y “Occidente”, si exceptuamos las amenazas terroristas de grupos muy aislados. Las sociedades islámicas son en su conjunto más bien pacíficas; cuentan con poderes fuertes y mantienen buenas relaciones internacionales, aparte de la excepción iraní. Lo que, sin embargo, no vemos es la enorme batalla cultural que se está librando en el interior de dichas sociedades. Se trata de una verdadera Kulturkampf (guerra cultural) entre tres actores principales: los defensores del islam conservador, los poderes políticos autoritarios y una generación de grandes intelectuales modernistas, decididos a remover el hierro en la herida del sistema que defienden los dos primeros.

Es en Túnez donde esa batalla adquiere rasgos más espectaculares: gira en torno a las garras de la teología musulmana que hoy bloquea la adaptación de esa religión a la modernidad y hace de ella un terreno fértil para las interpretaciones más rigoristas y la manipulación integrista. Del historiador Hichem Djaït, que es autor de una biografía impresionante sobre Mahoma, y de una obra, entre otras, anterior a ésta, titulada La crisis de la cultura islámica, a Yadh Ben Achour, jurista, especialista en teología y sin duda uno de los mejores conocedores de la cultura suní, autor de la reciente Los fundamentos de la ortodoxia suní, pasando por ensayistas de primer orden como Abdelwahab Bouhdiba, Mohamed Charfi, Mohamed Talbi, Hélé Béji o la jurista Amal Grami. Todos estos autores se enfrentan a la involución islámica y ya no vacilan a la hora de plantear preguntas molestas. Se hacen eco de las estimulantes investigaciones iniciadas hace unos años por autores marroquíes, como el filósofo arabófono Mohamed El Jabri, autor de una Crítica de la razón árabe, deconstrucción sistemática e implacable de la dogmática musulmana y reivindicación de un averroísmo de la modernidad, o también Abdu Filali-Ansari, sutil autor de ¿Es el Islam hostil al laicismo?, y otros tantos más.

Sus preguntas son decisivas. ¿Se habría desarrollado el integrismo si las sociedades musulmanas hubieran emprendido una reforma religiosa? ¿No está el sunismo conservador tan profundamente enraizado en la cultura espontánea de los creyentes que frena todo avance? ¿Es el laicismo un invento superficial de Occidente o más bien la vía de paso obligatoria, desde luego adaptada a las condiciones particulares del mundo musulmán, para llegar a la modernidad? ¿Puede la mujer acceder al estatus de sujeto de derecho en igualdad con el hombre, cuando sigue atrapada en las redes del derecho musulmán? ¿Es posible la democracia, cuando siguen existiendo poderes que pretenden encarnar la “verdadera” religión prohibiendo, de hecho, un trato igualitario hacia los no musulmanes? ¿Es la apostasía un crimen contra el Islam, como afirma el sunismo conservador mayoritario, o está vinculada a la libertad de conciencia y a los derechos humanos? Esos autores retoman con estas preguntas la filosofía liberal de los pensadores laicos de principios del siglo XX en Egipto, tales como Taha Hussein, Qasim Amin, Mansour Fahmi, o también el gran precursor tunecino Tahr Haddad, y, a la vez, la superan.

Ahora bien, ese trabajo que en Europa sigue sin conocerse por razones sospechosas, es de una importancia crucial para estas sociedades. Revela, en primer lugar, que la verdadera batalla por la reforma tiene lugar en el mundo árabe-musulmán. Se trata de una batalla interna que apunta tanto al conservadurismo religioso de la sociedad como al reformismo de las élites, cuyo fracaso y compromisos conceptuales denuncia. Esta gran empresa de crítica cultural que los intelectuales árabes están llevando a cabo en sus respectivas sociedades merecería ser mejor conocida en Europa. Estos autores, y las valientes editoriales que les apoyan, son de alguna manera los nuevos disidentes de las dictaduras y del fanatismo integrista. ¿Pero no serán también las golondrinas que anuncien la primavera del pensamiento moderno en el mundo árabe-musulmán? Esperemos que sí.

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