Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

IMAGEN Y ESPIRITUALIDAD

20-Agosto-2009    Honorio Cadarso

Dicen de Francisco de Asís que acariciaba a las flores y les decía: “Callaos, callaos” dando a entender que sabía que Dios le hablaba y se le daba a ver a través de ellas. En sintonía con el Poverello de Asís, Juan de la Cruz poetizaba: “Mil gracias derramando/ Pasó por estos bosques con presura/ Y yéndolos mirando/ Con su sola presencia/ Prendados los dejó de su hermosura”

Para el uno y para el otro, la Presencia invisible que les miraba y hablaba desde flores y bosques tenía un nombre: Dios. Para muchísima gente, sin embargo, es algo, quizá Alguien sin nombre. algo o Alguien da ser y vida a todo lo que nos rodea, a todo lo que es y somos. Algo que reclama para todo ser viviente, para todo ser a secas, el respeto, atención y cuidado que dedica un violinista a su violín, un/una amante a su amada/amado…

Ese Algo, ese Alguien, lo intuimos a través de la música, arte el más inmaterial que pudiéramos imaginar, pero también lo podemos contactar a través de la imagen, sea pintura, sea escultura. De manera que todo artista digno de ese nombre es como un sacerdote que nos pone en contacto con lo trascendente, que nos ayuda a ver en el espejo de la realidad esa otra realidad trascendente. Que da a nuestra mirada esa profundidad espiritual, esa capacidad de ver más allá de las apariencias.

Veamos, por ejemplo, el tratamiento plástico, pictórico, escultórico, del dolor y de la tragedia que conlleva la vida y muerte del ser humano. Si me permitís, escogeré tres muestras: el Guernica de Picasso, los Fusilamientos de Goya, la imaginería de la Semana Santa castellana, andaluza.

Picasso asume el dolor y la violencia sobre el ser humano integrado y profundamente relacionado con su entorno, su tierra, su ciudad, sus animales. Y refleja en todos los seres una respuesta llena de rebeldía, dignidad y serenidad. Nuestro amigo Pepe Blanco me comentó el otro día que es una de las pinturas más cargadas de espiritualidad que conoce.

Los Fusilamientos de Goya reflejan en los que van a ser fusilados el terror, el miedo, el asco hacia lo absurdo de la vida y de la muerte. Y en el de los que disparan el odio…

La imaginería de la Semana Santa en conjunto cuenta el dolor de un Dios hecho hombre, de su Madre…Ahora bien, en la medida en que convierte a ese Dios y a esa Madre en los únicos seres cuyo dolor debe ser tenido en cuenta, corre el riesgo de desviar la atención del dolor y muerte al que estamos sometidos todos los seres humanos por igual…

Más aún, es tal el protagonismo que se da a la imagen en sí, que corremos el riesgo de olvidar a la persona que representa, y convertir a la imagen en el objeto de adoración por sí misma.

Finalmente, no faltará quien diga que la filosofía del dolor que refleja esa imaginería está como marcada de estoicismo, de un cierto masoquismo… En la medida en que el dolor, la muerte, se cierran a una salida de esperanza, uno diría que se cierran a una mirada “espiritual” del mal.

En la exposición de las Edades del hombre de la Catedral de Segovia, hace unos años, junto con una abigarrada serie de cuadros y esculturas de Gregorio Hernández y otros, dedicadas al dolor como monotema y obsesión (¿enfermiza?) pudo apreciarse un Jesús resucitado de Juan de Juny rellenito, joven, coloradote, feliz feliz… No encajaba del todo en el aquel tenebroso conjunto, a algunos pudo parecerles un dios Baco colado de rondón.

La Semana Santa de España, en imágenes, no tiene domingo de Pascua… Y el caso es que Sevilla tiene su Feria de Abril como colofón de esa Semana Santa. Pero tal vez no se percibe esa unidad representativa que tienen Semana Santa y Feria, como dos actos de una misma representación teatral…

Otra cosa sería hablar del Cristo de Velázquez, un pintor que pinta seres muy reales, vestidos y decorados en una entorno popular, más que cortesano, con miradas y poses, a mi entender, cargadas de espiritualidad. O de El Greco, que prefiere dar al ser humano un perfil menos “humano” y más místico…

Evidentemente, las imágenes dicen lo que dicen, pero cada uno hacemos de ellas la lectura que nos cuadra. Cada uno vemos en un mismo cuadro, en una misma escultura, cosas completamente diferentes.

Pero vengamos al Buda que el viajero encuentra omnipresente en todos los caminos y lugares de Asia, desde Afganistán hasta Japón o Indonesia. El Buda esculpido en la montaña que dinamitaron los talibanes, demostrando una vez más que todo fanatismo religioso es enemigo de cualquier expresión de espiritualidad. Buda no mira a lo trascendente en los seres creados, como el Buen Samaritano del evangelio. Buda encara directamente, en su actitud de contemplación y yoga, al Absoluto; Buda se sumerge en el “nirvana” y mira ¿hacia ese Absoluto? ¿hacia la nada, el vacío?. En todo caso, su actitud es de contemplación mística. También Jesús, que por el día enseñaba y curaba enfermos, por la noche se retiraba a hablar con el Abba, el Padre.

Buda mira hacia lo Incomprensible, Inabarcable; Moisés miraba la Zarza ardiendo en el Sinaí, y escuchaba aquello de “Yo soy el que soy”. Los musulmanes prohíben cualquier representación de Dios. Los protestantes son enemigos de la imaginería religiosa… Los católicos, a veces, representamos a Dios con un triángulo, un anciano en un ángulo, un joven en otro, una paloma en otro. Tal vez sería mejor guardar para Dios el velo de la noimagen… Y reservar el tratamiento de Jesús: Abba, Padre, para la oración, si se trata de creyentes.

Hay otros muchos estilos y muestras de imaginería: le grecorromana, la románica, la gótica, el Renacimiento. Valdría la pena comentar aquí la carga de espiritualidad o de negación de la misma que descubrimos en unas y otras.

Amigos de Atrio, se abre el turno de intervenciones…

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