Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Contingencia

01-Septiembre-2009    Josemaría Sarrionandia

Nuestra vida empieza siendo vacía pero puede llegar a su plenitud: este proceso evolutivo se llama y es contingencia: sucede en el presente, entre el pasado y el futuro, en el tiempo. Cumplido su tiempo la vida pasa a ser definitiva e inalterable. El resultado final, que la vida fracase o triunfe, depende de la decisión de la persona en cuestión.

Aquí radica toda la seriedad, la urgencia y la importancia de la libertad y responsabilidad de los humanos. Ni los animales, ni los vegetales pueden dirigir la vida a su destino. Toda vida infrahumana es simple escala evolutiva y originante de nuestra vida humana en la que se juega el destino de todo o nada. Durante el tiempo nuestra vida es algo que nos hace ser alguien, agotado su tiempo se es todo o se es nada.

En la gramática, que es el vestíbulo de la filosofía, los pronombres indefinidos (nada, algo y todo) nos marcan con su indefinición el curso vital de nuestra contingencia, espacial y temporalmente definible. He aquí el escollo vital más difícil de superar: la imposibilidad de enmarcarnos y definirnos en la simple realidad de ser y existir! Es el hecho de vivir en y frente al misterio, porque nuestras definiciones son, igualmente, contingentes.

Ciencia y filosofía extraen y abstraen de la sensibilidad mediciones e ideas con las que se estructuran los conocimientos, olvidándose que lo concreto de la realidad escapa a sus percepciones. Teóricamente la ciencia estudia lo cuantitativo y la filosofía lo cualitativo, pero cantidad y cualidad no son realidades sino adherencias que atribuimos a la realidad sin lograr el conocimiento de la misma realidad. Por eso mismo nuestros conocimientos adolecen de la misma contingencia en que vivimos.

Las religiones buscan encaminar la acción humana a su perfección creando sistemas autoritarios que chocan con la autonomía humana y que desdeñan el sentido ético de la conciencia personal, logrando la sumisión de los intelectualmente débiles y el descrédito de los fuertes.

La radical contingencia de la vida lleva a la humanidad a navegar en un mar de incertidumbres e insuficiencias de las que sólo se libra postulando una fuente de valores que impulsa y dirige la evolución cósmica y humana y en la cual es posible apoyarse por la confianza, por la fe y la acción congruentes. Esa fuente, para los cristianos, es Jesucristo y su evangelio mientras que, para los no cristianos, es la razón de vivir. Pero tanto la enseñanza del evangelio como la ética son contingentes por el sólo hecho de estar alojadas en un alma contingente.

Contingencia es, pues, vivir en el misterio insondable confiando que, al final de los tiempos, la misma realidad (Dios) se revele en toda su verdad, en toda su bondad, en toda su belleza y, sobre todo, en su perfecta unidad.

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