Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Una revolución de la mirada, indispensable ayer y hoy

20-Octubre-2009    Victorino Pérez Prieto
    Victorino Pérez Prieto es un conocido teólogo gallego, cada vez más libre, más ecuménico, más buscador en profundidad. Es tal vez quien más y mejor ha estudiado a Raimon Panikkar, autor menos conocido en España que en Italia y el resto del mundo. Se ha ofrecido a enviarnos temas para nuestros “martes teológicos”. Hoy uno general sobre espiritualidad y mística. Y la semana préxima la relación entre tres maestros de esa éspiritualidad transconfesional: Willigis Jäger, Raimon Panikkar y nuestro Juan Masiá.

A menudo da la sensación de que las iglesias cristianas y las religiones en general están más preocupadas de reclamar poder y autoridad en la sociedad, que de ayudar a que los hombres y mujeres del s. XXI sean personas con experiencia espiritual; cosa para la que se revelan cada vez más incapaces. Con esto matan su verdadera esencia, su razón de ser como comunidades de salvación, de realización de las personas. El proyecto de Jesús de Nazaret está centrado en el anuncio del Reino de Dios; un Reino que está ya presente en el mundo, y, particularmente en el corazón de cada ser humano, teniendo su centro particular de interés en los pobres. R. Panikkar y W. Jäger, repiten que la mayoría de las antiguas y venerables religiones organizadas están anticuadas y petrificadas, por lo que necesitan una profunda conversión. La espiritualidad es, precisamente, una reacción contra la petrificación de las religiones. No se trata de vivir sin religión, sino vivir en cada una de nuestras religiones con la libertad de los hijos de Dios; sabiendo también que “Dios” no es él único nombre de ese misterio. Porque si la experiencia religiosa es fundamental en el ser humano, no es tanto como vinculación a una ortodoxia, sino como una ortopraxis. En cualquier caso, las iglesias y las religiones tienen que ser concientes que, hoy más que nunca, sin una apertura intercultural e interrelixiosa, se irán secando y apagando en una decadencia progresiva.

El reto que la mística y la espiritualidad hacen a las religiones es vivir de una forma nueva el núcleo más hondo de cada religiosidad, de experimentarlo y profundizarlo. Pero, como ha dicho Willigis Jäger, “la cosmovisión del s. XXI requiere una espiritualidad global adecuada a este tiempo”. Creo que actualmente, tanto las autoridades como la gran masa de cristianos tradicionales y aún los grupos que quieren vivir un compromiso desde la utopía evangélica, siguen padeciendo de algo que se les echa en cara desde hace siglos: que no vivimos ni transparentamos en nuestras vidas esa experiencia de Dios que debería caracterizarnos como una forma de estar en el mundo. La mejor Teología de la Liberación lo comprendió muy bien, por eso ha sido y es una teología que valora sobremanera la espiritualidad.

Espiritualidad y mística tuvieron en las décadas pasadas mala prensa entre la gente progresista, que quería huir del espiritualismo alienante… Pero la espiritualidad y a mística, lejos de ser alienantes son una verdadera revolución de la mirada, incluso más allá del mismo fenómeno religioso. Por eso, tienen en los últimos tiempos cada vez más aceptación, aunque por caminos a veces muy discutibles. La trampa que se hizo repetidamente en el pasado, y que pervive hoy, fue decir que esto de la mística es una cosa de unos pocos, de “almas sublimes”, de monjes alejados del trasiego de la vida diaria, protagonistas de fenómenos extraordinarios (arrobo, éxtasis…).

Pero esto no es así, lo propio del fenómeno místico está en una conciencia aguda de comunión profunda con la realidad. Para los teístas, de sentimiento de presencia divina, que sitúa a Dios como la base del conocimiento de esa Realidad y de mi mismo. Esto lo manifiestan tanto los/as místicos/as contemplativos cristianos Francisco de Asís “Mi Dios y todas las cosas”), Meister Eckhart, Catalina de Siena, Juan de la Cruz (”El alma ve las cosas… en Dios con su fuerza, raíz y vigor, tanto… que las conoce mejor en su ser que en ellas mismas”), Teresa de Jesús…, como los sufíes musulmanes (Al-Hallaj decía “Mi ‘yo’ es Dios”, frase que le costó el martirio), los cabalistas (Ibn Gabirol) y hasidíes judíos, los mah~tma [alma grande] o los jâvanmutka [alma liberada] hindúes, los budhistas practicantes del zen o del Vipassana, del yoga, etc.

Del mismo modo, hoy necesitamos una espiritualidad y una mística que nos lleven a asombrarnos y a sumergirnos en la profundidad de la Realidad, en el Misterio que envuelve toda nuestra vida, en el Dios que habita todo. Una mística que desate nuestro espíritu y nos lleve a vivir sin miedos ni ataduras, más allá de intimismos individualistas, íntimamente vinculada simultáneamente al amor, a la sabiduría que rompe fronteras y supera esquemas dualistas, y la profecía para saber ver la realidad y comprometerse en su transformación. Seguiré en mi próxima colaboración hablando de tres maestros contemporáneos de la experiencia mística: Raimon Panikkar, Willigis Jäger y Juan Masiá.

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