Una revolución de la mirada (II)
27-Octubre-2009 Victorino Pérez PrietoRaimon Panikkar, Willigis Jäger y Juan Masiá, maestros contemporáneos
En la continuación de mi reflexión sobre la mística, quiero ir a tres maestros de la actualidad que, como todos los grandes maestros citados anteriormente, han tenido problemas con las autoridades de su Iglesia, que ha querido silenciarlos de una u otra manera.
La jerarquía de la Iglesia católica se lo ha indicado expresamente al benedictino Willigis Jäger y, en estos días pasados, al jesuíta Juan Masiá. Y no ha estado exento de de polémicas y ataques otro gran maestro: Raimon Panikkar.
Su última lección en la Universidad Pontificia Comillas, con motivo de su jubilación, llevaba precisamente por título “Caminar, tender puentes y vivir en la frontera”. Pero el sabe muy bien, y lo ha experiementado profundamente en su vida, que esto supone “equilibrios en la frontera”, “hacer malabarismos de cuerda floja”, entre la investigación, la divulgación y la educación, entre la pastoral, la espiritualidad y la moral; más aún “entre Oriente y Occidente, entre Roma y Jerusalén, entre ciencias y creencias, entre la fidelidad y la creatividad, entre sentirse iglesia y disentir ‘en’ (no ‘de’) la iglesia”. Y sabe también que para vivir con optimismo y alegría bailando en esa cuerda floja, le anima la esperanza, “segura y sólida ancla del alma” (Heb 6, 19, texto que eligió para su primera misa, en 1973).
Entre sus numerosos libros podemos destacar dos reeditados el año pasado: Adonde nos lleva nuestro anhelo. La mística en el siglo XXI y La ola es el mar: espiritualidad mística. Para Willigis Jäger “o nos hacemos místicos, o no sobreviviremos como especie humana… Para ello necesitamos hacer la experiencia transpersonal“. Nestra personalidad “es un logro de la evolución, pero al mismo tiempo significa una limitación”; por eso, nuestra conciencia tiene que ampliarse, no podemos quedarnos en el nivel mental racional al que hemos evolucionado desde el nivel mítico: “Provenimos de un paraíso en el que alguna vez nos sentimos en una unidad simbiótica con la naturaleza, y lo que llamamos pecado original no es otra cosa que el haber desarrollado la conciencia individual fuera de esa simbiosis. Pero, apenas salimos de ella y pudimos decir tú y yo, empezó a matar Caín a Abel. Desde entonces nuestra especie no ha hecho otra cosa que matarse mutuamente y eso se ha agravado muchísimo”.
Para Willigis Jäger, tenemos en nuestro interior posibilidades para comprender la realidad de un modo que no puede abordarse con la razón. Como hemos leido recientemente en Atrio: “Dios no desea ser adorado; desea ser vivido”. En realidad, “Dios quiere ser persona en mí, tal como soy en este momento. Es el único motivo por el que existimos. Por eso bailo esa danza de la vida, pero no soy yo el que está bailando, Dios se baila a sí mismo en mí… Eckhart dice que si no estuviera yo, Dios no sería. Por eso tengo un significado único con mi vida, con esos pocos decenios en medio del universo”. En su método, sitúa como pilar la práctica de la contemplación (o del zen) y el acercamiento a la Biblia, no como actividad intelectual (estudio de las exégesis bíblicas), sino un camino hacia el interior. Es el camino contemplativo y para él se han colocado los indicadores de los textos bíblicos; en esta aproximación a los textos, la experiencia mística ocupa el centro de la atención. Se trata de hacer un proceso de transformación en la persona que camina hacia la fuente y regresa nuevamente desde allí a la vida cotidiana: Todos somos hijos e hijas de Dios, llamados a vivir la vida de Dios en nuestra vida, y nada más. Pues donde hay vida se trata de la vida divina.
La mística es una síntesis del pensamiento y experiencia vital de Panikkar, una expresión de la realidad cosmoteándrica del hombre, uniendo las dimensiones de la inmanencia y la trascendencia humanas. Por ello, no es de extrañar que su último libro, que recoge la madurez de este pensamiento y esta experiencia existencial, lleve por nombre De la mística. Experiencia plena de la vida. Dice allí que necesitamos “volver a reintegrar la mística en el mismo ser del hombre…. espíritu místico, tanto como animal racional y ser corporal”. Porque la mística no es una especialización, sino la visión integral del ser humano. Por eso, la mística debe ser profundamente alegre y corporal-carnal: “La mística es la experiencia integral de la vida“, o de la “realidad”, más que experiencias extáticas o elucubraciones conceptuales. La experiencia mística es unión, relacionalidad, interpenetración… pero también conocimiento, amor y acción. Es comunión con la Realidad, que es trinitaria (te-antropo-cósmica). Experiencia, no interpretación de la realidad, y de la Vida. Con palabras de Panikkar: “No experiencia de mi vida, sino aquella vida que no es mía aunque esté en mí; aquella vida que no muere, que es infinita, que algunos llamarían divina: Vida, empero, que se siente palpitar, o mejor dicho simplemente vivir en nosotros”. Experiencia de la realidad cosmoteándrica que implica a todo el ser humano (cuerpo-alma-espíritu), sus dimensiones (cósmica- intelectual-divina) y sus relaciones (con el Mundo, con el Hombre mismo y con Dios).
La experiencia de la Vida es la conjunción más o menos armónica de los tres ojos, de que habla un teólogo y místico medieval al que es muy afecto Panikkar, Ricardo de San Victor. Supone tener muy despiertos el ojo sensible, el racional y el espiritual-contemplativo (el ojo de la fe). No se trata de reducirla solamente a este último, a la sobrenaturalaza, sino de tener la visión y la experiencia integrada de los tres. Una “peregrinación mística” es lo único que puede y debe curarnos de la gravísima epidemia actual de la superficialidad.
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