Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Un presidente laico sensato para Italia

15-Mayo-2006    Antonio Duato

Acabo de escuchar en directo el mensaje de investitura del nuevo Presidente de Italia, Giorgio Napolitano. Me he emocionado pues siento las cosas de Italia como propias y he sufrido sus recientes crisis y la crispación producida en la época berlusconiana. Podemos estar saliendo de un túnel.

Ya se conocía cómo al coincidir las elecciones políticas (cada cinco años) con la del Presidente de la República (cada 7 años, a cargo de diputados, senadores y representantes regionales), esta elección podía ser tormentosa y verse salpicada por la crispación del final de Berlusconi, que ha tenido que reconocer muy a regañadientes la victoria de la izquierda. Todo se ha ido produciendo por sus pasos medidos, con un calendario en que el acto de hoy abre la posibilidad de que el nuevo Presidente encargue esta misma semana la formación del Gobierno a Prodi.
Hay que reconocer que en esta auténtica transición la jerarquía de la Iglesia se ha comportado con cierta corrección, sin alinearse en una de las partes. Mucho ha ayudado a ello la impresentabilidad del réfimen de Berlusconi y el que realmente los católicos estaban muy presentes también en la Unión de Izquierdas, empezando por su mismo mismo líder Prodi, que ha tenido una gran prudencia en gestionar su política de alternativa que aún está por estrenar.
Respecto de la Presidencia de la República sí que es verdad que los órganos católicos de expresión -el Avvenir sobre todo- han puesto un veto muy fuerte a D’Alemma, aceptando en cambio a Napolitano aunque provenga también del partido comunista.
Sea lo que sea, personalmente me alegro que quien esté en la cúspide representativa (el que haga las veces de “rey” de Italia, para entendernos, los próximos siete años) sea un no creyente, laico procedente del antiguo partido comunista. Y que asuma el cargo con dignidad, prometiendo buenas relaciones con la Iglesia pero sin arrodillarse. Es cuestión de matices (sfumature) pero muy importantes para dejar las cosas en su sitio.
El que quiera puede leer el
texto completo de su discurso en italiano
, pero yo señalo aquí las referencias hechas al tema religioso, tras haber insistido mucho en los problemas de justicia social, solidariedad interrregional e internacional y vocación europeísta de Italia:

    “La libertad y el pluralismo de las confesiones religiosas han sido poco a poco garantizados, y tendrán que seguir siéndolo progresivamente en el futuro, a través de acuerdos promovidos por el Estado”.

Y, casi al final, hace referencia a este telegrama que le había enviado cuando le eligieron, según lo publica el Servicio de prensa vaticano: El Papa manifiesta el deseo de que el nuevo presidente “pueda ejercitar con buen éxito su alta tarea”, e invoca sobre él “la constante asistencia divina para una acción de promoción del bien común iluminada y eficaz, en el surco de los auténticos valores humanos y cristianos, que constituyen el patrimonio admirable del pueblo italiano (…) Con estos votos, envío a usted y a toda la querida nación italiana, la bendición apostólica”.
Las medidas palabras con que Napolitano contesta son éstas:

    “(El mío es) Un papel de garantía de los valores y de los equilibrios constitucionales; un papel de moderación y persuasión moral, que tiene como presupuso el sentido y el deber de imparcialidad en el ejercicio de todas las funciones atribuidas al Presidente. Como representante de la unidad nacional, recojo la referencia que está bien presente en el mensaje de saludo que me dirigió el Pontífice Benedicto XVI –a quien yo devuelvo mi agradecimiento y saludo: Recojo la referencia a los valores humanos y cristianos que son patrimonio del pueblo italiano, conociendo bien cuáles han sido como las relaciones históricas profundas entre el cristianismo y el surgir de Europa.
    Y saco de ello el convencimiento de que se debe desde la laicidad reconocer la dimensión social y pública del hecho religioso y desarrollar, concretamente en Italia, la colaboración entre el Estado e Iglesia Católica en múltiples campos en nombre del bien común”.

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