Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El equipo del papa Bendedicto XVI

23-Junio-2006    Antonio Duato

El papa ha hecho esta semana el nombramiento más importante de su pontificado hasta ahora. Ha anunciado que en septiembre nombrará Secretario de Estado al cardenal Tarsizio Bertone, una especie de primer ministro.

Y con el nombramiento de Lajolo, actual subsecretario para la relación con los estados, para gobernador de la ciudad del Vaticano, ha dejado libre el puesto correspondiente al de ministro de asuntos exteriores para completar posteriormente la renovación del equipo de gobierno.

¿Qué sentido tiene ese nombramiento? Se nos había dicho que el papa Benedicto iba a ser muy distinto del cardenal Ratzinger y nos podía deparar sorpresas. A la luz de este nombramiento podemos decir lo de Dante: “Lasciate ogni speranza”.

Al cardenal Bertone se le ha presentado como un hombre de hoy, moderno y pastoral, apasionado incluso del fútbol. Se insistirá mucho en rodearle de esa imagen. Yo doy otra nota que para mí tiene más valor. Proviene de los salesianos y seguramente tiene algo de ese espíritu de Don Bosco, sencillez en el trato, que ha sido siempre característica de la congregación.

Pero ha sido sobre todo el brazo derecho de Ratzinger en la Congregación para la defensa de la Fe, siendo el que firmaba los documentos más severos contra teólogos. Pero, si alguien duda que este nombramiento confirma la línea de restauración que dirige el pontificado de Ratzinger, se puede leer lo que decía de Bertone, Sodano y Ratzinger el experto vaticanólogo Giancarlo Zizola previendo quién podría ser el sucesor de Wojtyla. Aunque se equivocó rotudamente al no poder imaginar siquiera que Ratzinger se postularía directamente como candidato, me parece que acertaba al definir como restauradora la línea eclesiástica que al final se impuso en el cónclave con más facilidad que lo previsto, gracias al paso adelante que dio Ratzinger.

Dicé Zizola:

    “Opuesta a éstas [las candidaturas renovadora y moderada de Martini y Tettamanzi] se está formando en Roma una tendencia en torno al objetivo de traducir el reinado carismático de Wojtyla en un reforzamiento del estilo gregoriano de ejercer el poder ético-político de la Iglesia romana, el que se implantó en el año 1000 después del pontificado de Silvestre II, el papa francés que abrió el camino a Gregorio VII.

    Esta alianza de signo restaurador podría contar con muchos exponentes de relieve: para no citar nada más que algunos nombres, se clasifica en este sector el arzobispo de Génova, Tarsicio Bertone, primer colaborador del cardenal Ratzinger durante los muchos años que ocupó el cargo de secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, salesiano también como Óscar Rodríguez Maradiaga. En el currículum de este hombre práctico y fiel a los principios resplandece el éxito obtenido con la “conversión” del obispo brujo Emmanuel Milingo, cuya boda con una acupunturista de la secta de Moon había provocado una tempestad en el verano de 2001.

    Pero el gran elector de esta tendencia, que tal vez estaría dispuesto a postularse en primera persona, es el secretario de Estado Ángel Sodano, cuya influencia encarna la más política de las candidaturas en liza. Nacido en Isla de Asti en 1927, fue nuncio en el Chile de Pinochet con el que mantenía buenas relaciones y miran ahora hacia él los electores que buscan una personalidad pragmática, de tendencia conservadora, en una situación de extrema urgencia, sobre todo si el colegio cardenalicio fuese llamado a gestionar la eventual renuncia de Juan Pablo II.

    Pero, aparte de sí mismo y de un posible candidato latinomericano de su agrado, Sodano podría apuntar también hacia otras soluciones “pastorales”: por ejemplo, dirigiendo los votos hacia Bertone o hacia el arzobispo de Turín Severino Poletto, originario de Treviso (1933), promovido obispo de Asti (patria de Sodano) en el 2000 no sólo por sus cualidades pastorales y espirituales, no muy conocidas, sino también por su relación con el cardenal secretario de Estado. En su ficha Poletto recuerda su experiencia pastoral en parroquias de montaña y en los barrios obreros, el periodo vivido como cura obrero en Casale, la probada convicción con que aplicó las reformas conciliares cuando era obispo de Fossano.

    En un escenario semejante no se debería descartar el peso de una coalición entre los grandes electores de curia, como Joseph Ratzinger y Sodano, y el ala integrista representada por los cardenales latinoamericanos romanizados, el prefecto de la Congregación del Clero Darío Castrillón Hoyos, encargado de poner orden en el Consejo Episcopal Latino Americano, y el presidente del Pontificio Consejo de la Familia Alfonso López Trujillo [el responsable y orientador ideológico del Encuentro Mundial de familias. Nota de Atrio], debiendo ambos sus puestos a Sodano. También contaría en esta coalición el prefecto de la Congregación para el Culto Divino Jorge Antonio Medina, un teólogo moral chileno, amigo de Ratzinger desde los tiempos del Concilio, conocido por sus cruzadas morales contra el liberalismo sexual y contra los actuales gobiernos de Chile. La perspectiva latinoamericana sería así recuperada en función del programa conservador”.

    [G.Zizola, La otra cara de Wojtyla, Tirant, Valencia 2005, pp. 137-138]

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