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Los títulos del Papa

25-Junio-2006    José Mª Castillo
    Creemos que es muy útil en estos días, en que tanto se va a hablar del papa, tener bien claro cuáles sin sus diferentes títulos, con el origen y significado de cada uno. Lo hace con competencia y claridad el autor, en este escrito que nos envía para ATRIO.

Según el Anuario Pontificio 2005, los títulos oficiales que el papa ostenta son nueve, dispuestos en este orden: 1. “Obispo de Roma”; 2. “Vicario de Jesucristo”; 3. “Sucesor del Príncipe de los Apóstoles”; 4. “Sumo Pontífice de la Iglesia Universal”; 5. “Patriarca de Occidente”; 6. “Primado de Italia”; 7. “Arzobispo Metropolita de la Provincia Romana”; 8. “Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano”; 9. “Siervo de los siervos de Dios”. Y, aunque no figure en el Anuario Pontificio, a estos títulos hay que sumar el más popular, el título de “Papa”, cuya expresión más respetuosa es el “Santo Padre”. Los más antiguos de estos títulos han sido objeto de numerosos e importantes estudios históricos y teológicos. Aquí me limito a resumir la recopilación, que hizo de tales estudios, el mejor historiador de estos temas, Y. Congar.

El título “Obispo de Roma” se viene utilizando desde el s. IV. Indica que el papa es, ante todo, el obispo de la diócesis de Roma.

“Vicario de Jesucristo” necesitaría un estudio detenido, dada su complejidad. Cuando el Sínodo romano del año 495 aclama al papa Gelasio como “vicario de Cristo”, reconoce en él una imagen de Jesús, y en su actuación los rasgos fieles de esa imagen. No es, por tanto, una categoría jurídica que defina la posesión de un poder. Expresa el convencimiento de que el obispo de Roma manifiesta o representa la presencia de Jesucristo en la tierra. En toda la Edad Media, este título fue utilizado por los obispos e incluso por los sacerdotes. Es lo mismo que “vices agere Christi”, hacer las veces de Cristo. Desde Inocencio III (hacia 1187-1291) este título se reserva al papa, en cuanto que sólo él posee la “plenitud de potestad” en este mundo. Inocencio IV llegó a llamarse “Vicario de Dios”. Así, el título pasó, de un sentido de “ejemplaridad” a un sentido “jurídico” de poder absoluto.

“Sucesor del Príncipe de los Apóstoles” indica que el papa es sucesor de Pedro, el primero de los apóstoles. El concilio Vaticano I (a. 1870) llama a Pedro “princeps pastorum”, el primero de los pastores. Así se afirma que el papa no es un obispo más, sino la cabeza del colegio episcopal, como dice el Vaticano II.

“Sumo Pontífice de la Iglesia Universal” no se debe confundir con “Pontífice máximo”, título que utilizaron los emperadores romanos hasta Graciano y Teodosio en 382. Desde el s. V, “Sumo Pontífice” designó a cualquier obispo. Como título del papa, se viene usando desde el s. VIII. Y, desde el s. XI, sólo lo usa el papa. El problema principal que, durante siglos, planteó este título es el apelativo de “universal”, un título que, para san Gregorio Magno, (s. VI) es “nombre de blasfemia”, propio del “Anticristo”.

“Patriarca de Occidente” se refiere al título de “patriarca” que , desde el 450, se empezó a aplicar al obispo de Roma y luego a las otras cuatro “sedes privilegiadas”: Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Desde el s. III, el papa Esteban destaca la primacía de la sede de Roma sobre los otros patriarcados. Tras una larga y azarosa historia, el obispo de Roma, como “Patriarca de Occidente”, terminó por imponer su supremacía sobre los demás. Benedicto XVI ha renunciado a este título. Lo que parece indicar que Roma no reconoce o no da importancia a los antiguos “patriarcados”.

“Primado de Italia” es más reciente. Y se limita a destacar que el obispo de Roma es el que preside sobre los demás de ese país.

“Arzobispo Metropolita de la Provincia Romana”. El título de Metropolita equivale al de Arzobispo (can. 435) y tiene determinadas prerrogativas que se indican en el Derecho Canónico (cc. 435-437).

“Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano” es el título del papa en cuanto jefe de Estado. La actual Ley Fundamental o Constitución de este Estado dice que el Sumo Pontífice posee en plenitud los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) que, en un Estado de Derecho, tienen que estar debidamente separados. Esto quiere decir que el papa es un monarca absoluto. De ahí que, en este Estado, no se pueden ni reconocer ni aplicar los derechos humanos de sus ciudadanos.

“Siervo de los siervos de Dios” se halla ya en san Agustín y en san Benito. Se reservó sólo para el papa en el s. XIII. Pero, de hecho, es una fórmula de cancillería y es una afirmación más del primado papal (L. Levillain).

“Papa” (padre) se aplica al obispo de Roma y a los obispos en general desde el s. III. En el s. XI, Gregorio VII lo reservó sólo para él y sus sucesores.

Como se ve, los títulos del papa expresan una ascensión continua y creciente en la dirección de un poder también creciente, que ha concentrado títulos (y poderes) que, durante el primer milenio, tenían todos los obispos. Pero el problema más fuerte que plantean estos títulos es su compatibilidad, si el asunto se mira con ojos de fe. Porque, ¿es compatible el título de “Vicario de Jesucristo” con el de “Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano?. Sobre todo, si tenemos en cuenta que se trata de un Jefe de Estado que concentra en sí los poderes que eran propios del Antiguo Régimen.

El papa vendrá a Valencia dentro de unos días. ¿Viene el Vicario de Cristo o un Jefe de Estado? Se dirá que ambas cosas. Pero sabemos que a ningún jefe de estado se le recibe como se va a recibir al papa en Valencia. ¿Se hace eso por devoción o se hace por política? La gente, ¿verá en el papa al que “haces las veces” de Jesucristo en la tierra o a un jefe de estado con más poder que otros jefes de estado? He ahí la ambigüedad. Y la urgencia, entre otras razones, de repensar el ministerio papal, como dijo tantas veces Juan Pablo II.

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