Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Una familia para los que no tienen familia

09-Julio-2006    Xabier Pikaza
    Al concluir el V Encuentro Mundial de las Familias, en el que se ha hablado mucho de la Mare de Deu dels Desamparats, recibimos este documentado artículo que es la mejor meditación final tras este evento que tanto ha crispado a la sociedad y a la iglesia valenciana.

EL PAPA EN VALENCIA Y LOS DESAMPARATS DE MARÍA

UNA FAMILIA PARA AQUELLOS QUE NO TIENEN FAMILIA

En estos días (8 y 9 de julio del 2006) está culminando en Valencia el Gran Congreso Católico sobre la familia, culminando con la visita del Papa. El Congreso ha puesto de relieve los valores de la buena familia tradicional, apelando par ello a los valores del evangelio y poniendo siempre (o muchas veces) como ejemplo a la Virgen de los Desamparados, que así ha venido a presentarse como Virgen de la Buena Familia, de los esposos ejemplares, de los hijos modélicos, de aquellos que viven los misterios de la fe y los valores de la religión en una buena familia.

Es evidente que deseamos la unión de las familias. Es evidente que quisiéramos que todos los cristianos (y todos los hombres) tuvieran familias ejemplares, con padres buenos e hijos educados en fidelidad y cariño, protegidos de todos los males. Pero queremos recordar que, según el evangelio (como puse de relieve en un libro titulado Sistema, libertad, Iglesia, Trotta, Madrid 2001), a Jesús le han preocupado de un modo especial aquellos que no caben en la buena familia: los leprosos y las prostitutas, los niños sin hogar y los pobres si casa. Ciertamente, Jesús quiere buenas familias; pero, de hecho, en las circunstancias de su tiempo, él se ocupó de manera preferente de aquellos que no tenían familia.

Pues bien, en ese contexto, quiero poner de relieve que la Virgen de los Desamparats, que es patrona de Valencia y del Congreso sobre la Familia que allí se ha celebrado, es Virgen de aquellos que no tienen familia. No soy valenciano, pero me ha interesado siempre la Virgen de los Desamparados, porque he sido mercedario de institución y soy mercedario de corazón y he recordado siempre con inmenso cariño y respeto la figura de un mercedario valenciano, llamado Juan Gilabert Jofré (1350-1417), que fue el promotor y primer devoto de una obra social a favor de los desamparados, una obra que él puso bajo la advocación de la Virgen María, que tomó y sigue teniendo el título de Virgen de los Desamparados. No soy valenciano, pero siempre me he sentido devoto de la Virgen de los Desamparats, es decir, de los locos y expulsados de la sociedad, de las prostitutas y los niños sin familia.

En este contexto quiero recordar la obra de Gilabert Jofré, un valenciano ejemplar, que fue profesor y predicador ambulante (con San Francisco Ferrer), que fue redentor de cautivos (mercedario) y hombre de iglesia, un hombre cuyo recuerdo está vinculado, sobre todo, a la fundación del primer hospital psiquiátrico del mundo cristiano, el hospital de los desamparats. En ese hospital y en su entorno, con la ayuda de una parte significativa de la ciudad de Valencia, quiso crear una obra de ayuda a favor de aquellos que no tenían familia: condenados a muerte, prostitutas, niños abandonados etc. Por eso quiero hablar de su hospital… de los desamparados y después de la Virgen de los Desamparados.

1. El hospital de los desamparados o desamparats.

La memoria de Juan Gilabert y de la Virgen de los Desamparats está vinculada a la fundación del primer hospital psiquiátrico de occidente (del mundo) en la ciudad de Valencia, el año 1409. Ésta es la aportación fundamental del P. Gilabert a la historia de la cultura y a la espiritualidad de la iglesia: él ha puesto de relieve eso que pudiéra­mos llamar el evangelio de los locos (viendo que es Cristo quien habla y sufre en ellos) y lo ha hecho creando en su ciudad, Valencia, una obra eficaz para “ampararles” (amparar a los desamparats), tanto en plano humano (acogida) como sanitario (posible curación). Así lo muestran con toda claridad los recuerdos y textos conservados sobre el tema. La documentación crítica, que en algunas ocasiones suele ser escasa, resulta aquí absolutamente clara y nítida.

Recordemos la ocasión cercana. El P. Juan Gilabert se encaminaba a la Catedral de Valencia para predicar el sermón de un domingo de cuaresma (el 19 de febrero de 1409). Ve cómo unos jóvenes injurian y maltratan a un demente, sintiendo la injuria que le hacen como injuria dirigida directamente a Cristo. Está bien preparado para responder y lo hace con toda su sabiduría cristiana y su capacidad organizativa: aprovecha su sermón de cuaresma para dirigir una fuerte llamada de atención al pueblo de Valencia. Son muchos los que responden y se muestran dispuestos a colaborar. Con ellos (y para ellos), al servicio de los locos de la ciudad y de su entorno fundará en los próximos meses del mismo año (1409) el primer hospital psiquiátrico que conocemos.

Las palabras básicas de su sermón cuaresmal han sido perfectamente conservadas y transmitidas en el Acta Fundacional del Hospital y constituyen uno documento cristiano profundo, preciso y muy significativo. Las citamos en su parte central, para comentarlas luego brevemente:

    Hay en esta ciudad muchas obras piadosas, caritativas y de gran provecho para los pobres; pero falta una que es de suma necesidad: es decir, un Hospital o Casa en donde los pobres inocentes y enajenados fuesen acogidos.

    Pues muchos pobres inocentes van por esta ciudad pasando grandes necesida­des de hambre, frío y malos tratamientos; por tal razón y como por su estado no saben ganar ni pedir lo que necesitan para el sustento, duermen por las calles y perecen de hambre y de frío.

    Y hay personas tan sin Dios ni conciencia que los maltratan y ofenden y especialmente si los encuentran dormidos los hieren, matan algunos y si son mujeres inocentes sucede que abusan de ellas.

    Asimismo, los pobres locos andando por la ciudad dañan a muchas personas y esto lo conoce bien toda la ciudad.

    Por lo cual sería muy santo y muy bueno que en Valencia se hiciese una habitación y Hospital en el cual los dichos locos inocentes estuviesen recogidos, de modo que no tuviesen que andar por la ciudad haciendo y recibiendo daño

    (Llibre de Constitutiones… en favor del Espital de Valencia, fol 1).

Significativamente, el P. Gilabert se sitúa en el lugar de los más pobres, de aquellos que no tienen familia (de los locos), poniéndose en su lugar y procurando descubrir el daño que ellos sufren. Antes que el posible perjuicio de la ciudad (donde los locos pueden causar inconvenientes al hallarse en libertad) le importa el daño y sufrimiento de los propios locos, de decir, de aquello que son los verdaderos inocentes. Por eso, antes que una obra social (al servicio del sistema o de la seguridad ciudadana de Valencia), el P. Gilabert quiere crear una obra liberadora, al servi­cio de los excluidos de la buena sociedad y familia (pobres inocentes y locos).

    - Los locos son inocentes y como tales no pueden hacer daño voluntario. No son endemoniados en el sentido de malditos; no son abandonados de Dios, ni perversos. El P. Gilabert les ha visto antes que nada como enfermos y oprimidos, necesitados del cuidado de los otros.

    - Los locos son necesitados en plano laboral, pues no pueden ganar (trabajar) ni pedir de un modo organizado. Eso significa que son los últimos de la sociedad: vienen después de los mismos mendicantes o pobres que están necesitados pero, al menos, saben hablar y pedir, buscando un sustento. Los locos no poseen ni siquiera la palabra para reivindicar sus derechos.

    - Los locos son necesitados en plano familiar: el texto supone que no tienen hogar, familia que les acoja, casa donde puedan cobijarse, al abrigo de las inclemencias del tiempo (frío) y de de la violencia de los pretendidos sanos.

    - Los locos están abandonados, tanto en el plano de intimidad personal (amenazados de violación si son mujeres) como en plano de integridad corporal y vital (les amena­zan, les hieren o les matan). Pues bien, estos locos indefensos y amenazados son el signo privilegiado de la familia de Dios.

El razonamiento y experiencia del P. Gilabert resulta muy realista y actual. Más que el posible buen orden de la sociedad (necesario en otro plano) le importa la vida y dignidad de los amenazados inde­fensos, es decir, de los inocentes locos, de los que no tienen familia. Toda la argumentación del P. Gilabert (del texto fundacional del Hospital de los Desamparats) nos ofrece el retrato de una sociedad vista al revés: no desde el triunfo de los grandes, no desde la fuerza y salud de los sanos, no desde la buena familia de los privilegiados de la sociedad, sino desde el sufrimiento de los “inocentes”, entendidos aquí como los más necesitados.

Estos locos no son inocentes en sentido moral, son simplemente necesitados, como los expulsados sociales, como los emigrantes sin familia, como los niños abandonados. Ellos eran hace seiscientos años “el centro de la familia de Dios”, en la ciudad de Valencia que hoy (2006) recibe el Papa como defensor de la buena familia cristiana. Pues bien, ellos, los “desamparats”, sin familia, son la familia de Cristo, hoy como entonces, aunque en algún momento el gran Congreso que se ha celebrado estos días parezca haberlo olvidado o dejando en segundo plano (a pesar de las invocaciones a la Virgen de los Desamparats).

Precisamente estos locos, incapaces de libertad y responsabilidad, hombres y mujeres que no tienen ni siquiera la conciencia de su propia padecimiento personal, estos “inocentes” son a los ojos del P. Gilabert los representantes de Dios y han de ser los privilegiados de la sociedad. La misma existencia de estos inocentes abre una especie de juicio de Dios en el centro de la sociedad y ciudad de Valencia (en medio de la iglesia, en el centro del mundo). Ellos son para los buenos valencianos del 1409 el verdadero sacramento de Dios, la señal de su presencia.

    En este contexto se sitúan las tres reacciones de la ciudad de Valencia ante los “desamparats” el año 1409/1410 (y el 2006).
    (1) La primera reacción es el miedo: es arriesgado encontrarse con un loco por la calle pues los locos, andando libres por la ciudad, pueden dañar a muchas personas. Tenemos miedo de los que no son de “buena familia”, de los emigrantes, de los rechazados sociales.
    (2) El mismo miedo se puede convertir sadismo y violencia: hay personas tan malvadas y sin Dios que se atreven a herir, violar o matar a los dementes. A los ojos del P. Gilabert, este era (y sigue siendo) la suma perversión del ser humano: aprovecharse de los débiles para maltratarles o ignorarles.
    (3) La respuesta cristiana, trazada con toda nitidez por el P. Gilabert, es la de una caridad sensible, responsable, creadora: acoger a los locos y desamparados y darles un lugar de “habitación” humana, una casa de “cura”, una familia, un trabajo.

La respuesta de Juan Gilabert y de la ciudad de Valencia fue realista en el plano asistencial y sanitario. No bata con rezar por los locos y los excluidos de la buena familia. Hay que saber cons­truir para ellos un Hospital, bien administrado y dirigido, que les pueda ofrecer lugar de curación o de vida digna. Hay que saber ofrecer escuela y trabajo a los que viven en la calle, hay que ofrecer familia a los que no tienen familia. Pues bien, el año 1409, el conjunto de la ciudad de Valencia y su rey Martín de Aragón, asumieron y ratificaron la construcción de un hospital psi­quiátrico y de una casa de acogida para los “desamparats”. De todas formas, el Rey se fija en la seguridad ciudadana más que en el bien de los propios “inocentes, locos u orates” (como muestra claramente su Documento de Institución del Hos­pital):

    Por ser obra de misericordia y muy pía atender a los que tienen de ello necesi­dad no solamente corporal…sino también mental (por debilidad de juicio…, por ignos­cencia, locura u oradura)… ya que su libre trato con las gentes origina daños, peligros y otros inconvenientes, pensando en esto, diez ciudadanos de Valencia….quieren construir una casa en la mencionada ciudad con tal fin… Y así con todo esto se hará gran servicio al Todopoderoso, correspondiendo perpetuo mérito a la Real Munificencia, evitando muchos escándalos e inconveniencias por los actos de tales locos y orates como suelen darse en dicha ciudad….(Rey Martín, 15 de Marzo de 1410).

Ciertamente, el Rey asume y protege la obra del P. Gilabert, garantizando con su poder regio la fundación del Hospital, promovida y realizada en concreto por diez ciudadanos de Valencia. Pero ahora debemos distinguir los enfoques.
(1) El P. Gilabert y otros cristianos habían puesto en primer lugar el bien de los “dementes”, es decir, de los más desamparados. Es evidente que le importa la paz social (que los ciudadanos no sean “amenazados” por los locos). Pero lo que él ha resaltado es sobre todo el bien de estos últimos: ellos son las verdaderas víctimas de una sociedad violenta que busca su propia seguridad y que hace todo lo posible por lograrla.
(2) Por su parte, el rey, sin negar el aspecto de ayuda a los desamparados, destaca ante todo el objetivo de la seguridad ciudadana. Ciertamente, le interesa el bien de los “dementes”, pero más que ellos le importa la tranquilidad social de Valencia: quiere que no existan peligros en ella.

Sea como fuere, la palabra desencadenante en la construcción del Hospital ha sido la del P. Gilabert y la de otros ciudadanos de Valencia: ellos han puesto en movimiento un proceso de ayuda en favor de los dementes, porque ven en ellos el signo de Cristo. No hay que llevarles al hospital para “sacarles de la circulación” (para evitar peligros al resto de los ciudadanos) sino para ofrecerles espacio de misericordia, para darles una casa donde se encuentren acogidos y queridos. En este contexto queremos destacar algo muy novedoso en la fundación del hospital y de la obra a favor de los “desamparats”: el P. Gilabert y los demás fundadores de la obra la pusieron en manos de un grupo laicos de su ciudad. Conforme a los estatutos de su obra, quedan al margen de la dirección del Hospital los dos estamentos clásicos de la vieja sociedad: los nobles y los clérigos. Unos y otros han sido expresamente excluidos, como representantes de los dos grandes poderes (uno religioso y otro político). El P. Gilabert quiere que la obra del hospital (obra expresamente ciudadana) esté dirigida por un grupo de ciudadanos laicos, representantes de la burguesía de Valencia. Quiere que ella sea asumida por los mismos ciudadanos, que todo Valencia se sienta identificada con su Hospital y lo cuide como propio. Renunciamos a estudiar con más detalle el funcionamiento y sentido de ese Hospital que se ha mantenido por siglos como institución modélica, tanto desde un punto de vista médico como desde una perspectiva social. Podemos decir que ha sido una de las instituciones más importantes de de la ciencia y caridad humana (cristiana) de los tiempos modernos y así la han considerado médicos y sociólo­gos de todas las tendencias (en casi todos los tratados de psiquiatría se cita el Hospital de los Desamparados de Valencia, como primer lugar en el que se ha tratado de ayudar a desamparados y locos, de un modo científico y humano, social y religioso).

2. La Virgen de los Desamparats

La devoción a la Virgen bajo el título de Madre y Protectora de los Inocentes (locos) y en general de todos los Desamparados fue naciendo y creciendo de un modo natural en el entorno del P. Gilabert y de su hospital. No fue necesaria una aparición especial, sino la misma experiencia de la ayuda a los Desamparados, a quienes se empezó a ver como hijos privilegiados de la familia de María. Ellos, los que no tenían familia, los excluidos de la sociedad, por locura o por otras causas, eran en Valencia la familia de María, la madre de Jesús.

Ésta es una devoción que nació y creció con la obra del Hospital de los Inocentes, obra que fue asumiendo y dando sentido a otras actividades de tipo asistencial y caritativo en favor de los marginados (desamparados) de la sociedad que fueron surgiendo en Valencia. De esa manea, la Virgen María no aparece sólo como Inmaculada y triunfante sobre el cielo (Asunción). No es tampoco la Madre Dolorosa que llora ante el Calvario. Es todo eso, pero lo es de un modo especial, desde la perspectiva de los Desamparados (de los más oprimidos del mundo) a los que ella avala, sostiene y protege como Madre poderosa.

    1. María empieza siendo Madre de los Inocentes, es decir, de los locos o Dementes que se van acogiendo en su Hospital. Por el mismo título del Hospital que en el principio se llamaba de los Inocentes por relacionar a los locos (inocentes de este tiempo) con los Santos Inocentes asesinados por Herodes (cf Mt 2) va cambiando de un modo casi natural. Así se llamará muy pronto Hospital de Santa María de (=Madre de) los Inocentes. Estos Inocentes (los del tiempo antiguo y los nuevos, acogidos ahora en el Hospital) aparecen de esa forma como hijos privilegiados de la misma Madre de Jesús, interpretando así la palabra de Jn 19,25-27 (Mujer, ahí tienes a tu hijo! Los hijos de la “mujer” son los Inocentes o/y locos de la ciudad de Valencia.

    - En este mismo contexto, María vino a presen­tarse también como Madre de los Ajusticiados y de los Desamparados, es decir, de aquellos que por una razón u otra habían muerto fuera de la “ley” y no recibían sepultura sagrada en el Cementerio. Daba la impresión de que, al ser enterrados fuera del Camposanto, esos muertos quedaban fuera de la protección de Dios, casi destinados al infierno o condena escatológica. Pues bien, de un modo muy hermo­so, con gran hondura teológica, los continuadores de la obra del P. Gilabert, pudieron a los condenados a muerte (desamparados finales, muertos sin sepultura) bajo el patrocinio de la Virgen. Con este fin, como signo de la Virgen que acoge como hijos suyos a los más “Desamparados” (los condenados a muerte) se construye una hermosa imagen agachada, en gesto de acogerles, adoptarles como hijos y elevarles a la suprema dignidad de la redención cristiana. Así nace el precioso Icono de la Virgen de los desamparados. Ella se inclina materna, cercana, cariñosa: se inclina y se abaja para acoger, bendecir y salvar a los más Desamparados, a los mismos que han sido ajusticiados por la ciudad. Este es un signo de extraordina­ria profundidad teológica y humana: había entonces personas que “abandonaban” y deshonraban a los ajusticiados, echándoles a una fosa común, sin bendición cristiana, sin esperanza. En contra de eso, los cofrades de la Virgen acogen bajo su protección a esos “desamparados” y así ponen la imagen de María (su Icono sagrado y signo protector) sobre el ataúd de los ajusticiados, para iniciar con ellos una procesión salvadora y enterrarlos a lugar sagrado. Es hermoso que la Madre de Jesús haya recibi­do este título de suprema misericordia: es Madre de los Desam­parados, protectora y salvadora de aquellos que han muerto sin familia, es Madre de aquellos a los que la buena sociedad ha condenado y ajusticiado como malhechores o bandidos.

    - La misma Virgen toma bajo su protección a las mujeres de “partido” o prostitutas, de tal forma que la Cofradía de la Virgen de los Inocentes (vinculada al Hospital de los Desamparados) les ofrece protección y ayuda. El evangelio presenta a Jesús como “amigo de publicanos y prostitutas” (cf, Mt 21, 31), es decir, de gentes de “mala familia”. Pues bien, esta Madre de los Desamparados aparece en Valencia como Virgen evangélica y cristiana por excelencia. Así viene a presentarse como signo y garantía de ayuda cristiana y social para todos los oprimidos y expulsados. Antes que posibles pecadores, los ajusticiados y las prostitutas, lo mismo que los locos y los maleantes, son hijos de Dios, necesitados de misericordia y protección. Eso es lo que quiere ofrecerles la Madre de Jesús a través de su cofradía (de la obra de sus cofrades) y de su mismo nombre: ella es Madre de todos los Desamparados.

- Finalmente, la Cofradía de la virgen los Inocentes y Desamparados toma bajo su protección a los niños abandonados o sin familia, a los que acoge y cuida el mismo Hospital de los locos. En ese sentido, la devoción mariana tiene que expresarse, conforme a la inspira­ción y obra del P. Gilabert, a través de una fuerte solidaridad social. La Virgen no nos saca de este mundo, para consolarnos y ofrecernos una ayuda en plano puramente interno, sino que nos hace asumir un fuerte compromiso en favor de los más necesitados, emplazando por los locos y terminando por los niños sin hogar o sin familia.

Resulta difícil encontrar una “galería” más impresionantes de marginados sociales y oprimidos: locos y ajusticiados, prostitutas y niños abandonados. Ellos son los que Valencia pone bajo la protección de la Virgen María, el año 1409 y siguientes, en los momentos quizá más importantes de la historia de la ciudad. Parece que estamos volviendo a los tiempos iniciales del mensaje de Jesús que anuncia su evangelio y ofrece su ayuda redentora a publicanos y pecadores, a enfermos y prostitutas, a posesos (=locos) y a todo tipo de bandidos (incluido el ladrón que está a su lado en el Calvario). Pues bien, aquellos tiempos son nuestros tiempos. Este año 2006, Valencia sigue siendo ciudad de locos y desamparados, ciudad de niños abandonados y de emigrantes sin familia. Ellos tenían que ser, ellos son, los destinatarios privilegiados del signo de Dios, expresado en la Virgen María, Madre de los desamparados.

Esto es algo que quizá los promotores del viaje de Benedicto XVI no han tenido en cuenta. Si quisieran ser fieles a la historia de Valencia, al carisma de la Virgen de los Desamparats y al sentido más hondo del evangelio, ellos tendrían que haber empezado llevando al Papa al hospital de los nuevos locos, a la cárcel de los desamparados (¡pobre Picasent!), a los barrios de las prostitutas, a los lugares donde se amontonan y malviven los que vienen de cualquier lugar del mundo buscando familia humana (pan, una casa) y no lo encuentran.

Me alegro infinito de que el Papa haya venido a Valencia, una de mis ciudades. Me alegro de que Valencia le haya recibido con fiesta… Me alegro de la acogida del millón y medio de peregrinos de la tarde del ocho de julio y de la misa de la mañana del nueve de julio del 2006. Me alegro por todo eso. Pero los 42 muertos del metro hace cuatro días (¡inocentes ellos!) me hacen recordar que en las entrañas de la Valencia cristiana y universal está la Madre de Jesús, la Virgen de los Desamparats… es decir, de los Inocentes-locos y de las prostitutas, de los condenados a muerte y de los niños sin familia… Pido a Dios por las buenas familias… Pero sobre todo pido a Dios por aquellos que no tienen “buena familia”; para que la nueva Valencia sepa acogerlos, para que nosotros, todos nosotros, sepamos acogerlos.

Por eso, este día 8 de julio de 2006 me siento valenciano.., ciudadano de la Valencia de Juan Gilabert Jofré y de aquellos que hace 600 años crearon el primer hospital para los locos y pusieron en marcha una “cofradía” a favor de prostitutas y condenados a muerte, de encarcelados y de niños sin familia. En esa línea entiendo la visita del Papa, por quien ruego a Dios, pidiendo que le bendiga y le ofrezca una feliz estancia en la Ciudad de las Flores, la ciudad de los Desamparados a los que protege la Virgen María (es decir, los buenos cristianos).

Por toso esto, la obra del P. Gilabert sigue siendo importante y cercana para nosotros viniendo a situarse allí donde se vinculan la asistencia a los desamparados (especialmente a los locos) y la devoción mariana. Ambos rasgo­s son inseparables, el aspecto más social y el aspecto más espiritual de su figura y su recuerdo. Así podemos decir que el ideal redentor del P. Gilabert (su empeño misionero y caritativo) sigue estando vivo en medio de la Iglesia, no sólo en Valencia sino en todos los lugares donde se acogen y cultivan estos valores de tipo redentor y mariano.

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