Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

REALISTA Y FELIZ NAVIDAD

20-Diciembre-2005    Antonio Duato

La Navidad es una fiesta y un acontecimiento antes cultural que religioso. O, por lo menos, fronterizo. Propio para una reflexión en Atrio, lugar de encuentro.

¿Qué fue antes, la fiesta del solsticio de invierno o la conmemoración del nacimiento de Cristo? Evidentemente la fiesta precristiana y universal basada en el fenómeno astronómico.
El párroco sacramentino que ayer hizo la homilía en TV2 (para los los domingos por la mañana suelo reservarme alguna tarea manual o rutinaria que me permita seguir los programas de este canal reservados a las varias religiones) tuvo el acierto de decir que no sabemos nada sobre cuándo nació Jesús y que seguramente no fue siquiera en invierno. Esta relativización hecha desde el púlpito predispone bien, ¿no?
La primera “lucha navideña” que recuerdo era la campaña para resistir el pernicioso acceso de signos no cristianos a nuestras navidades, por tradicionales que fuesen: el árbol, papá Noel, los renos… No hubo más remedio que ir cediendo. Ahora, hasta en la plaza de San Pedro se pone un gran abeto, sobre el que hicimos nuestro comentario navideño el año pasado .
Este año la polémica la ha suscitado el mismo cristianísimo -pero hortera- presidente Bush al enviar un millón y medio de “felicitaciones para la época vacacional” que ha enviado la Casa Blanca, sin ningún signo “tradicional”, con el dibujo de sus perritos retozando en la nieve con la primera dama. “Ya nos avergonzamos hasta de nombrar la Navidad”, han clamado sus adictos conservadores, viendo a los enemigos infiltrados dentro de casa.
El papa se ha limitado a decir que no reduzcamos la fiesta a una exaltación del “consumismo que contamina el corazón de la Navidad”. Tiene mucha razón, pero poco va a poder influir a las estrategias comerciales. Los grandes almacenes son hoy los grandes heraldos del Adviento. Y siguen empleando estrellas, reyes magos angelitos para anunciar que la navidad esta cercana. Habría que agradecérselo incluso.
Sin embargo yo estoy dispuesto a romper una lanza por la belleza y la iluminación laica que tiene el signo del pesebre escogido por el más laico de los evangelistas, Lucas, y recogido en toda plasticidad por el más humanista de todos los santos del Renacimiento, Francisco de Asís.
Los dos primeros capítulos de Lucas son una maravillosa contraposición dramática entre el escenario ritual del nacimiento de Juan el Bautista y el escenario anónimo, laico, del caserío de Nazaret y el corral de ganado.
Y Francisco de Asís recompone el escenario de Belén fuera del templo y la liturgia. En la navidad de 1223, una gruta de Greccio montó la escena de Belén con personajes del pueblo y un niño real. ¡Esa tierna carne de un niño real en el pesebre real es el Jesús real!
Creo que hoy la navidad podría ser la ocasión para meditar con realismo que toda la grandeza y todo el sentido y la esperanza del mundo -eso a lo que a veces nos atrevemos a designar con el nombre de Dios, si somos capaces de purificarlo de falsas adherencias- está en cada niño que nace, sea en el rincón que sea del mundo, el más anónimo, el más excluido.

  • Si lográramos en nuestra meditación tomar conciencia de todas las generaciones de seres humanos que nos han precedido y que desde hace medio millón de años veían con preocupación cómo el padre sol amagaba ocultarse cada vez más y se alegraban de que a partir de estos días volviera a levantarse para darnos más luz y calor,
  • Si lográramos con todas esas generaciones de tiempos inmemoriales y con los 6.000.000.000 que hoy viven en nuestro planeta penetrar en el milagro de la germinación de una vida humana y en el resplandor gozoso de cada nacimiento, con las concretas connotaciones de cada uno, que podríamos ir visualizando,
  • Si además, lográramos revivir nuestro nacimiento y estrenar vida nueva concienciándonos como niños y dejándonos penetrar de la esperanza,
  • Si además sacáramos consecuencias de esta meditación para fomentar valores de respeto, acogida, solidaridad y hasta amor real y tierno a los más cercanos, cubriéndoles de besos y caricias, sean niños, cónyuges o ancianos,
  • Creo que habríamos hecho una buena celebración cristiana de la Navidad aunque no hubiéramos siquiera besado el pie de una de esas imágenes de escayola que el celebrante da a besar a los fieles tras la Misa del Gallo. (Por cierto, ¿no es un milagro que no se trasmita esa noche y en ocasiones parecidas más gripes, resfriados y otras enfermedades parecidas?).

Teilhard de Chardin fue un místico que enseñaba este tipo de meditaciones realistas laicas. Véase como ejemplo su texto La misa sobre el mundo.

Juan Luis Herrero del Pozo nos ha enviado este año otra meditación sobre la realidad de la vida de infancia de Jesús de Nazaret que se desprende de los antiguoes relator

En nombre de todos los que participamos en ATRIO os deseo a todos ¡Realistas y Felices Navidades.

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