Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Los obispos de Euskadi por la paz

15-Agosto-2006    Atrio
    Hace unos días publicaba Religión Digital que el Vaticano había declinado la invitación para intermediar con ETA a través del cardenal vasco Etchegaray. La noticia venía de El Mundo y se refería al año 2004. Ayer, día de la Asunción, tres importantes intervenciones de obispos a favor del proceso de paz: las homilías de Blázquez y Uriarte, obispos de Bilbao y San Sebastián, y una entrevista a D. José María Setién, emérito de San Sebastián. Reproducimos a continuación los tres textos de la edición digital de El Correo.

Blázquez reclama que ETA pida perdón

El obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez , aseguró que “la esperanza de la sociedad” por el alto el fuego declarado por ETA “será ciertamente fortalecida si los terroristas reconocen el mal que han causado a las personas, a las familias y al pueblo”.
En la homilía que pronunció en la basílica bilbaína de Begoña, el prelado pidió “al Señor, por medio de la Amatxo de Begoña”, patrona de Vizcaya, que “conceda a los terroristas el valor para pedir perdón a quienes han sido víctimas de sus acciones”. Destacó que el alto el fuego “significó el comienzo de una nueva esperanza, sin eliminar del todo los sentimientos de precaución y prudencia”.

Uriarte pide distensión a todos

Por su parte, Juan María Uriarte, obispo de San Sebastián, dijo en la Misa Mayor celebrada en la Basílica de Santa María de la capital donostiarra que los “principales responsables de la paz” deberían ofrecer “signos de distensión, acercamiento mutuo y diálogo auténtico” a la sociedad que, a su juicio, necesita “más que nunca” mantener “una esperanza que no se desmorone” en “momentos sombríos”.
El prelado donostiarra aseguró que la ciudadanía “tiene ante sí un trayecto dificultoso y delicado que puede conducirle a la paz”, por lo que necesita mantener “una esperanza activa y paciente que, ante episodios desconcertantes, no se desmorone fácilmente pasando de la ilusión a la decepción”.
Por este motivo, opinó que los “principales responsables de la paz” tendrán que ofrecer “signos positivos de grandeza de alma para anteponer el bien de la paz a los intereses partidarios, de atención a todos los sufrimientos, de flexibilidad en sus posiciones y de revivir el pasado, pero sin quedar atrapados en él”.
“Será saludable que los medios de comunicación, lejos de agudizar las confrontaciones, las traten con ecuanimidad y transmitan mensajes que ayuden a sostener la esperanza” que pervive en “una gran mayoría de nuestro pueblo” y que debe superar “provocaciones e intolerancias” que producen “desmoralización y perplejidad”, agregó Uriarte, al tiempo que abogó por “evitar que la multiplicación de estos fenómenos genere escepticismo”.

JOSÉ MARÍA SETIÉN OBISPO EMÉRITO DE SAN SEBASTIÁN

    «Es muy grave que la paz se esté mezclando con la normalización»
    Cree que la Iglesia vasca y la española deben implicarse y respaldar el proceso hacia el final de la violencia Asegura que la Conferencia Episcopal no tiene autoridad sobre los obispos

ALBERTO SURIO/SAN SEBASTIÁN

José María Setién, obispo emérito de San Sebastián, reflexiona este verano sobre su trayectoria y sobre la esperanza de paz en el País Vasco. Desde su despacho en el corazón del barrio donostiarra de Gros se muestra preocupado. «Se están mezclando la supresión de la violencia y el diálogo para la normalización de forma peligrosa», afirma.

-No, y pienso además que si la tuviera no hubiera podido estar tanto tiempo ejerciendo de obispo en una sociedad como ésta.

-Tras ser nombrado hace pocas semanas como hijo adoptivo de Astigarraga, el mundo nacionalista vasco le ha presentado como un referente intelectual y moral de talla. Los no nacionalistas se refieren a usted como un personaje escurridizo y ambiguo…

-En una sociedad tan conflictiva y tan plural y problemática no es extraño que haya discrepancia sobre mi labor. No he pretendido nunca hablar de tal manera que fuera bien recibido por todos. He tratado de decir lo que en cada momento creía que tenía que decir en función de mi conciencia. Me parece difícil pensar que si yo fuera tan ambiguo como dicen algunos hubiera provocado las reacciones tan diferentes. El criterio de mi actuación no ha sido dejar contenta a la gente o quedar bien.

-¿Ve la paz cerca?

-La veo cerca, primero con el corazón. En segundo lugar creo que hay razones suficientes para pensar que esto tiene que terminar bien. Si esto no terminara en la deseada paz me parecería que la frustración de la sociedad sería muy grave. Siendo razonablemente prudentes creo que hay motivos para pensar que la paz tiene que llegar.

-¿Cuántas veces se le ha tanteado para que ejerza una mediación por la paz?

-Ninguna, con propuestas concretas ninguna.

-¿Cree que esta vez va en serio?

-Creo que sí, porque si no, ¿quién está jugando con la sociedad? ¿Con qué derecho? No me imagino tanta frivolidad de no ir en serio.

-¿Qué temores tiene?

-Todo el planteamiento que se está haciendo sobre pacificación debería suponer una separación en dos mesas o campos. Uno, la supresión de la violencia. El otro, el diálogo político para la normalización. Veo un problema muy grave. Ambas mesas deberían ser dos ámbitos independientes y no lo están siendo. Se están mezclando de forma peligrosa

-Quizá el problema son los intereses partidistas…

-Sí.

-El famoso precio político…

-Pero ¿quién es el que pone el precio político y quién lo paga? Si se separan los dos ámbitos -pacificación y normalización- no sé dónde está el precio político. Si planteáramos las cosas así la solución estaría totalmente viciada de origen. ¿Cualquier paso que se dé en cualquiera de las dos tendencias ha de considerarse como un precio? ¿Por qué un acuerdo que pueda alcanzarse en libertad ha de implicar un precio político?

-¿Usted ha temido el alguna ocasión por su vida?

-No. He recibido cartas, pero nunca me las he tomado en serio. Algunas decían que, por ejemplo, «el próximo» sería yo. He tenido la salud psicológica suficiente para pensar que eran unos desahogos y que no llegaban al nivel de la amenaza y si hubieran sido tales amenazas, las hubiera aceptado como una de las exigencias inherentes a mi labor. Nunca he vivido bajo la presión del temor. Me decían algunos que era un inconsciente. Pues muy bien. Prefiero ser un inconsciente siendo libre y en paz que ser excesivamente prudente y vivir bajo una supuesta amenaza permanente.

-¿Detectaba hostilidad cuando viajaba fuera?

-Yo lo que he visto es que mucha gente me reconoce. Pero a mí no me ha condicionado el entorno. Aunque a veces haya podido equivocarme. Uno no es infalible, no siempre tiene todos los datos, las palabras pueden no ser del todo acertadas… Un amigo mío, psicólogo, me dijo una vez que el olvido es un mecanismo de defensa de la naturaleza. Es más importante mirar al futuro, sabiendo lo que ha sido el pasado, para actuar así en el momento presente. Yo he tratado de vivir con la psicología personal más sana posible.

-La violencia ha dejado heridas. ¿Serán posibles la paz y la reconciliación?

-No sería tan difícil hablar de paz y reconciliación si no hubiera por medio una dimensión política. Y eso pasa con el sufrimiento de todo tipo de víctimas. Una cosa es el sufrimiento de las víctimas y otra es la causa política que por medio de esas víctimas se quiera reivindicar. Separar esas dos cosas es difícil pero creo que ayudaría mucho a resolver este problema.

La equidistancia

-¿Y los presos?

-Yo hablo de víctimas en general, no hablo de víctimas justas o injustas, ni pretendo hacer equiparaciones. Si entramos en ese campo ya sé inmediatamente lo que se me va a decir…

-Que es equidistante…

-Una cosa es el dolor de todos los que padecen por actuaciones que repercuten dolorosamente sobre ellos y otra distinta es ver qué motivaciones pueda haber en unos casos u otros. Desde el punto de vista del sufrimiento -no me refiero a las causas y entiéndaseme bien- me parece importantísimo diferenciar entre ese dolor y las implicaciones políticas que en el mismo pueda haber. Si a mí me dicen que soy equidistante ante el dolor tengo que decir que yo no soy indiferente al dolor, no debo ser indiferente al dolor, debo tratar de aliviar ese dolor.

-¿Le molesta ese trato beligerante?

-¿Quiere que le diga una palabra? No. No soy indiferente, no soy impasible, pero sé que uno desde un cargo como éste no puede actuar en función de lo que uno siente o a uno le parece. No es que uno no tenga sentimientos, pero quiero decir que ello no ha de entrar dentro de las categorías, de la psicología, que han de regir la actuación de un obispo. Son factores que no pueden marcar las líneas de su actuación.

-¿Se considera nacionalista vasco?

-La realidad es que yo he nacido en Hernani, pueblo de Guipúzcoa, en una familia culturalmente rica, tanto en la perspectiva vasca como en la castellana. He ido al Seminario, motivado por la voluntad de ser sacerdote en este país. Nos enseñaron la filosofía social de la Iglesia, aunque en un contexto culturalmente español, castellano, que evidentemente influía sobre mí. Todo eso condicionó una manera de ser. También lo hizo mi actuación en la Universidad Pontificia de Salamanca y en la Universidad civil. Cuando yo vine aquí como obispo, no lo hice porque sintiera de una manera o de otra. Teniendo en cuenta toda esta historia y estos condicionamientos, creo que una persona que quiere ser fiel a la problemática vasca tiene que actuar sin ignorar su realidad. Todo lo demás es algo añadido y difícil de medir. No soy un obispo nacionalista, ni un nacionalista obispo. Soy un obispo con todos estos condicionamientos, independientemente de lo que digan los demás sobre mí.

-¿Se considera español?

-Está contestado en lo que acabo de decir.

-¿La Iglesia vasca y española deberían apoyar el proceso de paz?

-Lo que la Iglesia vasca y la española tienen que hacer es apoyar el logro de la paz. Eso es evidente. El juicio que los obispos vascos han dado aquí ha sido, además, el de apoyar claramente el proceso que se quiere poner en marcha para la realización de la paz. ¿Los obispos españoles? Ellos verán lo que hayan de hacer al servicio de la paz.

-¿Ha contribuido la Iglesia vasca a ello?

-Pienso que sí, que ha hecho todo lo que le ha sido posible. Una de las preocupaciones fundamentales desde el año 72 en el que me incorporé como obispo auxiliar de San Sebastián ha sido la pacificación del País Vasco.

-¿Qué opina del tópico de que ETA nació en los seminarios vascos?

–Por qué no se pregunta dónde se cobijaron todos aquellos que sin estar de acuerdo o perseguidos por el gobierno de Franco buscaban ciertas garantías de seguridad en los seminarios, en instituciones y asociaciones de Iglesia Allí estaban también socialistas, anarquistas… no sólo ETA. Había muchos antifranquistas. Pero ello no le hace a la Iglesia responsable de todo lo que se decía y hacía allí.

La unidad de España

-¿Le molesta la acusación de timorata frente a ETA que se ha hecho a la Iglesia vasca?

-Esa acusación la hemos recibido de un lado y de otro. En lo que ha sido la actuación de la Iglesia, de los obispos del País Vasco, desde el 72, con obispos como Añoveros, Argaya, Cirarda, Larrauri no creo que el miedo haya sido impulso o freno para hacer o dejar de hacer algo. ¿Motivaciones inconscientes? Para descubrirlas tendría que ir al psicólogo o al psiquiatra pero por ahora no estoy dispuesto a someterme a ese análisis.

-También se le ha presentado a usted como distante o altivo…

-Quienes hacen estas críticas sabrán por qué las hacen. Uno tiene sus ideas, sus principios, y trata de ser fiel a ellos. Quien para no ser altivo ha de ser condescendiente incluso con lo que uno no está de acuerdo que no vaya donde Setién. ¿Distancia? ¿Altanería? ¿Firmeza en las propias posiciones sean acertadas o no?

-¿Es la unidad de España «un bien moral», como han defendido algunos prelados en la Conferencia Episcopal?

-No creo que esta pregunta está bien planteada. El problema no es saber si la unidad de España es un bien moral, sino el de definir si la no-unidad de España es o no un mal moral. Habrá que decir, más bien, que la unidad de España, en sí, no tiene por que ser un mal necesariamente, pero ello no significa que esa unidad haya de ser el único bien moral que se pueda defender. No es necesario que para que se realice el bien en las relaciones de España con el pueblo vasco se tenga que mantener el modo de relación actual como el único bien posible. Mientras que el problema no se plantee así, pienso que estamos planteando las cosas indebidamente. ¿Está mal pretender que mediante el uso de medios pacíficos y legítimos, se plantee el tema de esa unidad de otra manera? Yo escribí un libro sobre este asunto hace ya algún tiempo y nadie se enfrentó entonces a mis planteamientos.

-Ahora hay un debate con toda crudeza en la Conferencia Episcopal…

-Es necesario situar bien ese debate. Además, el hecho de que en la Conferencia Episcopal se plantee un debate sobre un determinado tema no quiere decir que ella, por sí sola, tenga autoridad sobre ninguno de los obispos en particular, sean ellos vascos o españoles. Considerar que la Conferencia tiene autoridad sobre cada uno de los obispos es una equivocación.

-¿Y la autodeterminación?

- Si se afirma que éste y otros problemas no menos graves, hay que resolverlos por la vía del consentimiento y del diálogo, que ello sea así en verdad. No debemos olvidar que, desaparecida ETA, la única instancia última de poder político que queda aquí es la del Estado. Habrá de ser ella la que haya de aprender y de aplicar los criterios válidos del diálogo y de la flexibilidad para que se pueda llegar a una solución común consensuada.

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